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¿Demasiado viejos para trabajar?

Jornada de asesoramiento a personas en el paro, en Barcelona.

Jornada de asesoramiento a personas en el paro, en Barcelona.

ESTHER SÁNCHEZ

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Tres de cada diez desempleados en Catalunya tiene más de 45 años. De estos, el 70% lleva más de un año en situación de desempleo, y el 51%, más de 24 meses. Éstos son algunos de los datos que se han hecho públicos recientemente en el Sexto informe mayores de 45 años en el mundo laboral de Adecco.

La generación de baby-boomers parece haber encontrado un obstáculo importante para su desarrollo personal y profesional, cuando supuestamente todavía no habría alcanzado su madurez y supuestamente cuando todavía estaría en condiciones de seguir soportando, como hasta ahora, el peso fundamental del sistema de bienestar, con sus impuestos, con sus cotizaciones y con su capacidad de consumo.

Criterios caducos

Posiblemente, hace unas décadas hubiéramos sido capaces de calificar a un mayor de 45 años como de anciano. Hoy, me incluyo entre aquéllos que consideramos que hacerlo es un despropósito. No solo porque ya me situe cronológicamente en la pole-position, sino porque estar ahí parece que representa encabezar la carrera hacia el abismo de la salida.

¿Qué ha pasado entonces para que caduque aquella premisa que partía de que entre los 40 y los 50 se alcanza la plenitud a nivel profesional y personal? ¿Por qué el 62% de los desempleados mayores de 45 años piensa que la variable edad le perjudica más que la crisis en su proceso de inserción laboral?

Mi conclusión es tan radical como compleja de articular. Los mayores de 45 años no son viejos. Es el mercado de trabajo el que lo es. Los valores y principios sobre los que se asienta el sistema productivo y, consiguientemente, el sistema de gestión del trabajo, se han quedado atrapados en estereotipos simplistas del mesozoico social: útiles versus inútiles, capaces versus  incapaces, buenos versus malos, nuevo versus viejo…

Frente a ello, deberíamos contaminarnos de forma urgente del «espíritu de los Millennials», con un mayor sentido de la comunidad, entendida como espacio común y a compartir,  entendida como espacio de intersección de conocimientos y talentos diversos y entendida como grupo de identidades individuales que sólo cobran sentido desde las de los demás.

Para ello, es preciso empezar por los símbolos, las imágenes y los instrumentos. ¿Es apropiado que el año pasado el legislador promulgara una normativa para promover el «envejecimiento activo», cuyo centro de gravedad claramente pivotaba sobre el interés material de mantener en el empleo como sea a los «mayores» para que sigan aportando recursos a la Seguridad Social?

O visto desde otra perspectiva, ¿es coherente que dicha normativa no incorporara, en paralelo, un paquete específico de acciones para reducir el paro de larga duración entre la población de más de 45 años?

El 96% de los mayores de 45 años buscan empleo en sectores no relacionados con su ocupación anterior.Es la señal inequívoca de un fracaso estructural.

La inversión y los costes de la reinvención son mucho mayores que los de la actualización. Y el mensaje de fondo que subyace a la «reconversión» es devastador: «tú ya no sirves, haz otra cosa o quedarás fuera». ¿Dónde queda la experiencia?, ¿dónde queda la sabiduría adquirida por el transcurso del tiempo? ¿O es que no estamos hablando de sabiduría, sino de esclerosis? Y si es así, ¿de qué nos ha servido vivir?