previsiones de cara a la vuelta de las vacaciones

La economía abre un ciclo de menor crecimiento y con más incertidumbre

Desempleados hacen cola ante la Oficina de Treball de la calle Edison de Terrassa el jueves pasado.

Desempleados hacen cola ante la Oficina de Treball de la calle Edison de Terrassa el jueves pasado.

JOSEP OLIVER ALONSO

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La economía internacional se adentra en un ciclo de menor crecimiento y mayor incertidumbre. Aunque una nueva recesión no es lo más probable, la debilidad del entorno internacional supone un obstáculo añadido para la débil y retardada recuperación de la economía española.

El contexto internacional de este final de verano es sustancialmente distinto del optimismo reinante desde finales del 2009 y, en especial, desde la segunda mitad del 2010. Así, la bolsa, las materias primas, los bonos y otros activos habían acumulado alzas importantes, de forma que, justo antes del verano, los índices de materias primas habían superado los valores previos a la crisis, mientras que las bolsas habían recuperado buena parte del terreno perdido desde los mínimos de la primavera del 2009.

Al mismo tiempo, el Banco Central Europeo (BCE) comenzaba a desmontar parte de sus inyecciones extraordinarias de liquidez y elevaba sus tipos de interés, mientras se especulaba con un proceso similar en EEUU. Finalmente, los países emergentes presentaron, en el primer trimestre de este año, muy elevados ritmos de crecimiento.

Todo estaba en orden y muchos creyeron que la crisis se había dejado ya atrás ¿O no era así? Ciertamente que no. Y ello porque esas mejoras se sustentaban en factores excepcionales, porque la propia recuperación generaba nuevos

desequilibrios y porque había riesgos latentes que podían emerger.

Así, en EEUU, la recuperación se apoyaba en políticas fiscales y monetarias ultraexpansivas, indicadores claros de la fragilidad del proceso. Así, a pesar de un déficit público superior al 10% del PIB, tipos de interés negativos en términos reales y compra masiva de deuda del Tesoro por la Fed, a principios del 2011 su economía comenzó a mostrar señales de agotamiento.

Ese proceso se acentuó en el segundo trimestre, por el efecto contractivo del aumento de precios de la energía y del terremoto y posterior tsunami de Japón. En los países emergentes, su propia expansión ha generado el efecto contrario, al tener que tomar medidas contractivas para reconducir la inflación provocada por e petróleo y los alimentos. Las elevaciones de tipos de interés y otras medidas de restricción, que comenzaron en el 2010, han seguido en el 2011, frenando el avance de esos países. Finalmente, en el área del euro, y a pesar de un fuerte crecimiento del PIB en los primeros meses del 2011, la situación de la deuda pública de los países periféricos emergía como una amenaza que, de materializarse, afectaría negativamente su crecimiento y, también, el de los EEUU, por su impacto sobre los balances del sistema financiero.

Lo acaecido en julio-agosto ha validado las previsiones más pesimistas. Primero fue la confirmación del frenazo de la economía de EEUU, el desacuerdo entre demócratas y republicanos sobre el límite de deuda y el ajuste fiscal y la rebaja del rating de su deuda. Estos aspectos, sumados a la finalización de las compras de bonos por la Fed, afectaron negativamente la confianza, de forma que comenzó a emerger el espectro de una doble recesión, situación muy similar a la de Gran Bretaña. Después vino la acentuación de la crisis de la deuda soberana en el área del euro, generada inicialmente por el peligro de quiebra de Grecia y luego por la incapacidad del Gobierno de Berlusconi, que se extendió también a España.

Y aunque el acuerdo sobre el nuevo Fondo de Estabilidad Europeo del 21 de julio fue un importante paso adelante, que no se ponga en marcha hasta primeros de octubre ha obligado al BCE a intervenir. Además, la nueva crisis de la deuda echó al traste los tests de estrés de la banca europea, de forma que la caída de la bolsa se cebó en el sistema financiero por su exposición a la deuda soberana. Finalmente, también en este verano se ha confirmado el menor avance de los países emergentes.

Y en esta situación nos encontramos hoy. La economía del área del euro, y en especial la alemana, ha comenzando una fase de menor crecimiento, afectada tanto por el deterioro de la confianza como por la menor expansión global. La crisis de la deuda europea dista de estar resuelta. Los problemas de crecimiento de EEUU se acumulan, como ha mostrado el nulo avance del empleo en agosto y en Gran Bretaña la situación es de práctico estancamiento.

No obstante, lo más previsible no es una segunda recesión, sino avances del PIB en Europa y el resto del mundo más modestos, abandonando las esperanzas de una salida de la crisis en forma de V, con el tradicional esquema de fuerte caída e intensa recuperación posterior. Porque, a diferencia de otras recesiones, esta es una crisis de deuda (en EEUU, Gran Bretaña y los países periféricos del euro) que exige para su

reabsorción un periodo dilatado y, con ello, menores avances de la actividad general. Mientras esta reabsorción no se haya efectuado, las turbulencias no nos abandonarán.