PROCESO DE MODIFICACIÓN DE LA LEY DE LEYES
La Carta Magna sí se toca
La magna Carta española no es intocable. Ninguna ley lo es, pero el inmovilismo de algunos sectores políticos y el blindaje extremo que introdujeron los propios redactores de la ley de leyes hacen que su reforma parezca imposible. Quizá por eso sorprenda que se pueda cambiar la Constitución en un mes y sin referendo. Pero hay precedente. En singular. Solo uno. De hecho, hay más antecedentes de reformas nonatas, a pesar de que algunos de los cambios que se han planteado cuentan con un amplio respaldo político.
El único retoque en 33 años también fue una obligación europea. En 1992, España firmó el tratado de Maastricht, que reconocía el derecho de los ciudadanos de la UE a votar y a presentarse a las elecciones municipales del Estado donde residiesen, aunque no tuviesen la nacionalidad. La Carta Magna aceptaba el sufragio activo de los extranjeros, pero no el pasivo. El Tribunal Constitucional ordenó la modificación el 1 de julio y el 30 ya estaba aprobada. Por unanimidad y sin referendo.
¿Por qué resulta tan sencillo en ocasiones cambiar la Constitución? Los padres de la norma previeron dos vías de reforma, en función de los artículos a los que afectase. Las modificaciones concretas, como la de 1992 y la que ayer acordaron el PSOE y el PP, requieren el voto de tres quintas partes del Congreso y del Senado: 210 diputados (de un total de 350) y 156 senadores (de 260). Si la Cámara alta enmienda el plan aprobado por la Cámara baja, una comisión mixta debe desencallar la reforma, y el nuevo texto debe superar otra vez los dos filtros. Esta vía exime del referendo, salvo que lo pidan, en un plazo de 15 días, una décima parte de los miembros de una u otra Cámara: 35 diputados o 26 senadores.
Socialistas y populares están de acuerdo en no someter a consulta ciudadana el límite de déficit, una modificación que, según fuentes jurídicas, consistiría en introducir una cláusula en el título séptimo, referido a la economía. Pero la suma de la indignación social por la crisis y las nuevas tecnologías, variables que no se daban en 1992, puede ser un cóctel imprevisible.
Durante toda la jornada de ayer, las redes sociales clamaron a favor de que la reforma pase por las urnas. El movimiento del 15-M, partidario de referendos obligatorios para cuestiones de gran calado, se hizo pronto con el trending topic español en Twitter (#yoquierovotar) y el politólogo Vicenç Navarro puso en marcha una campaña de envío de firmas a los diputados para instarles a solicitar la consulta. A última hora de la tarde, ya había recogido más de 15.000 rúbricas.
Plan fallido
La era Zapatero comenzó en el 2004 con planes de reforma constitucional. Eran cuatro cambios: igualdad en la sucesión a la Corona, nuevo Senado, nombre de las autonomías y mención a la UE. Pero, al afectar al núcleo de la ley, el trámite exigía un proceso mucho más lento que impone, antes incluso de llegar al referendo, la convocatoria de elecciones. La crispación en la primera legislatura y el estallido de la crisis en la segunda han echado por tierra un plan que el PP compartía casi en su totalidad. Los conservadores recelaban únicamente de la reforma del Senado, donde temían perder su hegemonía.
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