Miguel Poveda, el 'crooner' del flamenco

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CARLOS MARCOS

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Miguel Poveda se está ajustando la pajarita. Huele a colonia fina en su camerino. Esta es la tercera noche de las cuatro que tiene programadas en el Teatro Cervantes de Málaga. Las casi 5.000 localidades que se pusieron a la venta para las cuatro jornadas se agotaron en pocas horas. El cantaor se pone ahora la chaqueta, negra. Camisa blanca. Luce elegante. Un poco más de perfume, un anillo, el reloj y los gemelos. “Importantísimos: soy un fanático de los gemelos”, apunta. Mientras se los ajusta se puede ver un tatuaje con un nombre. Cinco letras inscritas a fuego en la piel de su muñeca que le recuerda lo más importante que le ha ocurrido en sus 42 años de vida y que al día siguiente nos desvelará. Miguel comparte camerino con Esperanza Soria, su asistente y también cantaora y bailaora. Espe (como le llaman) formó parte del trío Son del Sol, que participó en 2005 en Eurovisión (puesto 21 de 24). En un pequeño equipo de música suena Francisco Céspedes. “Me relaja su forma de interpretar. Además, canta en un tono medio y puedo tararear encima y calentar la voz”, comenta el músico. El camerino es pequeño, con un aseo. En el perchero cuelgan las chaquetas que Poveda lucirá durante el espectáculo. Tres. Al fondo se ve una botella de whisky.

Tres minutos para salir a escena

“Miguel, tres minutos para salir”, le indica alguien del equipo. En el camerino de al lado, Juan Gómez Chicuelo, su guitarrista y amigo, se está echando pegamento en las uñas de la mano derecha, la que rasguea las cuerdas de la guitarra. Un poco de cola, un trocito de papel higiénico de dos capas, y otra pizca de pegamento. Un sándwich en cada dedo. “Es para que no se me rompan las uñas cuando toco. Es un pegamento japonés. Se lo encargo a los músicos que tocan allí y me lo traen en cajas. Es especial porque es muy líquido y se seca antes. Lo utilizan los pescadores japoneses para pegar cosas súper finas”, explica el guitarrista catalán, de 46 años. Chicuelo se sienta, coge la guitarra con suavidad y comienza a calentar. Uno pierde el sentido de la objetividad cuando escucha el sonido que extrae de su instrumento, en un lugar tan poco habitual como privilegiado: una pequeña habitación. Lo que interpreta es tan bello que te cambia la temperatura corporal. De vuelta a la realidad, Chicuelo cuenta un chascarrillo que define la obsesiva perfección que busca su jefe: “¿Ve cómo brillan mis zapatos? Pues hasta eso es cosa de Miguel. Es extremadamente cuidadoso con estos detalles. Busca el máximo respeto al espectador. Y tiene toda la razón”, explica mientras baja las escaleras camino del escenario. Los músicos (siete), ya en las tablas, empiezan a interpretar una música solemne, misteriosa. Un minuto de introducción. En ese momento, Miguel Poveda, en un lateral, abraza a Esperanza e irrumpe en el escenario. El Teatro Cervantes estalla en una ovación. La música continúa. Miguel se aproxima al micrófono y canta: “Para la libertad, sangro, lucho, pervivo…”. Los espectadores parecen encogerse en sus butacas. Emoción…

Bienvenidas las críticas negativas

Al día siguiente quedamos con el cantaor a la una de la tarde. Llega con vaqueros, deportivas blancas y una chaquetilla sobre una camisa blanca de verano. Unas gafas de sol oscuras decoran su rostro, totalmente innecesarias porque estamos en el vestíbulo de un hotel, cerca de la estación de tren María Zambrano, de Málaga. “Es que me levanto con los ojos achinados”, se justifica con una sonrisa. Le hablamos sobre el emocional arranque del concierto de anoche, con esa versión de 'Para la libertad', el poema de Miguel Hernández que ya interpretara con éxito Serrat, y que Poveda ha grabado para abrir su nuevo trabajo, 'Poemas y sonetos para la libertad'. “¿Sí? Le gustó”, interroga. “No me interesa estar rodeado de gente que me está siempre adulando. Obviamente, cuando algo ha salido bien es bonito que me lo digan, pero también demando críticas negativas. Si están dichas desde el corazón son las mejores. Así funciona mi equipo”.

Poveda habla de su “equipo” como un círculo pequeño, de cuatro personas, que le han ayudado a convertirse en el músico flamenco que más vende y llena. Su mánager, Rafa Coto; su hermana Sonia; Lucía, la persona que le ayudó en los comienzos y que ahora ha repescado; y su asistente, Esperanza, que igual le recomienda un estilismo que sale al escenario a cantar o bailar. “No hay jerarquías. Cada uno cumple su función. Antes tenía un mánager que me decía dónde tenía que actuar. Yo iba allí, cantaba y luego él me pagaba. Era cantar por cantar, sin un proyecto. Ahora tengo amor y lealtad. Algunos que han trabajado conmigo me han robado mucho. Era muy frustrante”, comenta. Poveda nació en Badalona. Su padre (Francisco), en Lorca, (Murcia) y su madre (Felicia), en Ciudad Real. Cuando se profesionalizó se trasladó a vivir a Barcelona. Ahora lleva instalado 13 años en Sevilla. A las afueras, con Curro Romero de vecino.

Su representante actual, Rafa Coto, de 40 años, viene de otro mundo, de los juzgados. Comparado con las maneras ásperas de los mánagers tradicionales, él derrocha amabilidad y afán por que todo el mundo haga su trabajo en las mejores condiciones. “Yo era el abogado de Miguel. Cuando me dijo que llevara sus cuentas no di crédito: había gente que estaba privándole de mucho dinero. Así que me dijo: ‘Rafa, por qué no te conviertes en mi mánager’. Y acepté”. Minutos después, el mánager nos mostrará una imagen en su móvil de dos niños pequeños. “Son mis gemelos, de seis meses”, señala, orgulloso. 

El músico habla de “proyecto”. Y se refiere a lo que surgió cuando grabó 'Coplas del querer', en 2009, el disco que le permitió salir del circuito del flamenco tradicional y llenar escenarios como Las Ventas. “Canto copla, pero el envoltorio estético y musical es como si estuviese interpretando un estándar del jazz. Me encantan Michael Bublé o Jamie Cullum. Morente, que era muy rockero, me hizo ser más libre. Fue el cantaor con más conocimiento y amor por la tradición, pero a la vez miraba a otros artistas. A mí me pasa igual: soy fan de Elvis y también de Caracol; de Bublé y de Camarón”. Su concierto es un reflejo de estas palabras. El cantaor comienza, de pajarita, ofreciendo una primera parte con la adaptación que ha realizado de poemas para su nuevo disco.

A continuación, se quita la pajarita y, con una camiseta negra de pico y a pecho descubierto, se sienta en una silla para atacar soleás, fandangos, seguiriyas… para felicidad de los puristas. La última parte está dedicada a la copla. Esta vez lleva una chaqueta a cuadros negros y blancos y corbata. 'María de la O', 'La bien pagá', 'Mis tres puñales'… para terminar con una festiva 'La leyenda del tiempo', de Camarón. Durante dos horas, Poveda canta, baila, bromea con el público, se sienta, se levanta, salta… Es un espectáculo de crooner flamenco perfectamente estudiado y ejecutado. El público lo goza. Y grita: “¡Viva la madre que te parió!, ¡qué bien te queda esa chaqueta, mi niño!, ¡maestro!, ¡guapo!”...

Sin embargo, este eclecticismo irrita al aficionado fundamentalista, que ve una afrenta a todo lo que no sea flamenco puro.'Poemas y sonetos para la libertad' adjunta un mensaje para este sector. “Desgraciadamente hay que seguir reivindicando la libertad. Sobre todo en el mundo del flamenco. Quiero cantar lo que me gusta, lo que siento, lo que me sale de las entrañas. Pero todavía siguen saliendo voces que dicen que me vendo al márketing. Como si cantar a Lope de Vega sea lo más comercial del mundo”.

El cantaor se refiere a 'Desmayarse, atreverse, estar furioso', uno de los poemas que se incluyen en su nuevo álbum. Como otros de Alberti, Lorca, Quevedo, Neruda… y de autores actuales como Aute o Sabina, que canta con Poveda en el disco. El proceso fue el siguiente: Luis García Montero (poeta y sorprendente candidato de Izquierda Unida para la Comunidad de Madrid) seleccionó los textos, Pedro Guerra los musicó y Poveda los cantó. La mayoría de los autores adaptados son ideológicamente de izquierda.

“Yo no soy muy político. Desconozco lo que es la política. Pero veo las dificultades que está pasando la gente. Se respira un ambiente de enfado y de hostilidad desde hace años. Y sobre todo hay una necesidad muy grande de que haya un cambio, sin tener la certeza de que esas personas vayan a proporcionar la transformación que nuestro país necesita. Me da igual que el próximo presidente lleve coleta, corbata o bata de cola. El caso es que lo haga con honestidad. Es que nos han robado hasta la fe. Si no devuelven el dinero por lo menos que nos devuelvan la fe”.

La mayoría de los sonetos del disco están interpretados con desgarro. “Soy intenso. Cuando estoy alegre es de una forma eufórica. Quiero que todo el mundo tire cohetes. Y cuando estoy herido me encierro y cualquier detalle tonto me puede hacer daño. Antes no podía estar solo, pero ya he aprendido”, señala. Confiesa que sentimentalmente ha ido encadenando relaciones, que solo estuvo soltero un año (“y lo pasé fatal: ansiaba tener pareja”). Y desliza una reflexión: “En el mundo del flamenco hay gays desde que el mundo es mundo. La gente tiene que amarse, que quererse, que disfrutar del arte, de la vida. Estamos de paso y hay que sacarle el máximo jugo. Y ya está: deja al vecino que haga lo que quiera siempre que sea con respeto y tolerancia. Así construiremos un mundo mucho mejor. Si hubiese alguien desde fuera del planeta que nos mirase con una lupa y viera todas las cosas que hacemos pensaría: ‘Los seres humanos están locos. Se matan, se pelean, se discriminan, se apalean porque a un chico le gusta otro chico, o porque a una chica le gusta otra chica”.

¿Le gustaría tener hijos?

Bueno, es que voy a tener uno dentro de dos meses. A través de gestación subrogada, vulgarmente llamado vientre de alquiler. Es lo que ha hecho Ricky Martin o Miguel Bosé. He tenido la necesidad de ser padre.

Cuente, por favor. Un día llegué a mi casa después de una gira, solté la maleta y pensé: ‘Tengo 41 años. Llego a casa reventado. Y esto es como va a ser siempre. Mis músicos tienen a sus familias, mis hermanas [tiene dos] también y yo suelto la maleta y saludo a mis dos perros. Y a esperar al próximo concierto…’. La muerte de mi padre, que fue hace tres años, me afectó muchísimo y me hizo reflexionar. Me dije: ‘Yo tengo que dejar algo en este mundo. Este corazón que se apagó de mi padre lo tengo que volver a encender’. Y se me despertó la idea de ser padre. Empecé a indagar en internet. Y una vez que entré ahí ya era obsesión. Fue una llamada tan fuerte, tan fuerte, que ahora entiendo cuando las mujeres o los hombres dicen que les llama la maternidad o la paternidad. Desde entonces tengo un viaje espiritual interior que no es comparable con nada. En dos meses voy a Los Ángeles a verle nacer. Es un niño. Se llamará Ángel. Mire, ya lo llevo tatuado [y enseña la muñeca con el nombre del crío].

Y su chico, ¿qué dice?

Ahora mismo no hay… [dudas y sonrisas]. Pero querer ser padre es un sentimiento vital mío. Mi prioridad ahora mismo. Lo necesito.