Martirio: "La alegría es muy revolucionaria"

La artista y su hijo Raúl Rodríguez 'duendean' el legado de Chavela en el disco 'De un mundo raro'

NÚRIA MARTORELL / Madrid

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"Va por ti, chula", le suelta MartirioMartirio a Chavela Vargas, con la mirada puesta en el cielo y en la mano el primer ejemplar (precintado aún) del disco dedicado a la desaparecida y añorada gran dama de la canción mexicana ('De un mundo raro. Cantes por Chavela'). "Qué impresión tan fuerte volver aquí. Mira, en este sofá estuvimos Chavela y yo riéndonos la última vez que nos vimos", recuerda Martirio, emocionada, en la Residencia de Estudiantes. El hogar de Chavela cada vez que se instalaba en Madrid (su segunda casa). Y donde ofició su último concierto. Precisamente, con Martirio y su hijo, Raúl Rodríguez.

Los dos únicos músicos que ahora han dado forma a este cuidadísimo álbum-homenaje, con 10 canciones de la lenguaraz y legendaria cantante del poncho rojo llevadas con total fluidez a distintos palos flamencos. 'Luz de luna' ilumina a compás de soleá por bulería. 'Quisiera amarte menos' palpita como una bulería. Las lágrimas de 'La llorona' se derraman a ritmo de seguiriya y soleá. 'Las simples cosas' suenan todavía más sentidas convertidas en una zambra...

"Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida. Y entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas", reza esta letra de Tejada Gómez y César Isella que cierra el disco y que Chavela gustaba cantar con la herida a carne viva. "La energía de ella era tan grande, lo que emanaba, que se ha quedado en las partes del alma de quien ha tenido la suerte de estar cerca suyo. Estamos en un sitio mágico. Maravilloso. Guarda tantas almas evolucionadas que se nota. Se percibe. Imagínate: Dalí, Picasso, Lorca", añade en la sala de actos presidida por el piano de cola que tocaba el poeta de Fuente Vaqueros (Granada) cuando residió en lo que fue un auténtico hervidero intelectual.

EN LA HABITACIÓN DE LORCA

"Esta sensación de volver aquí y de recordar estos versos de 'Las simples cosas' me recuerda la certeza de que siempre se puede volver; que vas a encontrar los sitios donde amaste la vida. La certeza de que la vida te ama", suspira.

Chavela quería dormir siempre en la misma habitación que ocupó Lorca. Para hablar con el pájaro que siempre se posaba en el árbol que se ve desde esa ventana. La letra de 'Las simples cosas' se encarama, de nuevo, en la memoria. "Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas/ lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño se queda sin hojas".

"Una tarde vine a verla, después del concierto, en julio, poco antes de que se fuera a México, y Chavela nos contó: 'He estado mucho rato mirando el árbol, ya sabéis que a través de él y del pájaro que viene a posarse me comunico con Lorca. Y mientras estaba como hipnotizada, veía el número seis por todos lados'. Le contestamos: '¿Qué hacemos?, ¿compramos lotería que acabe en seis?'. Y nos pusimos a reír. Al cabo de poco más de un mes, transportaban el féretro de Chavela Vargas en ese entierro en DF tan emotivo. Tan entrañable. Y cuando estaban cantando 'La llorona', caí en la cuenta de que era un día 6. Y me estremecí. Cuánto sabía la chamana. La mujer que celebraba una ceremonia sagrada en cada concierto. Un ejemplo de libertad. De vocación. De dignidad".

Raúl Rodríguez, el único hijo de Martirio y su aliado musical desde los años 90, y muy especialmente en 'De un mundo raro', asiente. "Chavela ejercía el papel de maga que se comunica con los dioses. Tenía la capacidad de curar y entrar en contacto con la parte espiritual de las personas, con el universo, con todo. Los días que pasamos aquí con ella fueron escalofriantes. Con Federico García Lorca tan presente. Si hubieran coincidido, seguro que habrían sido hasta amantes imposibles. De hecho, teníamos la sensación de estar haciendo una boda imposible [el concierto giró íntegramente en torno a Lorca]. Creo que ese matrimonio se produjo. Y que fuimos sus damas de honor", ríe el guitarrista.

CANTE, POESÍA Y VERDAD

Chavela y Raúl están especialmente en sintonía. Es la primera vez que funden sus talentos de forma tan evidente y desnuda en un disco. La voz telúrica de ella. La guitarra enduendada de él. "Y esos silencios, tan importantes", subraya el músico. Lo grabaron como si de un recital se tratara. Para captar esos momentos únicos. Y Martirio, que en griego significa testigo, no puede ni quiere evitar exhibir su orgullo de madre. "Hay muy pocos guitarristas tan jóvenes que sepan tanto. De música. Del silencio. Es un trabajo producido íntegramente por él. Un disco cocinado en casa. Impregnado de esas piezas que hacía Chavela, convirtiendo sus canciones en cante, y los cantes en poesía, y la poesía en verdad. Una oportunidad única en nuestras vidas. No creo que se vuelva a dar esta conjunción. Nunca hemos estado tan enlazados musicalmente. Expresivamente. Interpretativamente. Es un momento único en nuestras vidas".

Raúl también se sabe afortunado. "Es algo inédito que dos personas de la misma familia puedan hacer una colaboración así. Que se dé la circunstancia de este cruce de tiempos y compases". "Y también estaba ella --le apunta Martirio--. Su foto. Sonriendo. En el altar que le monté, con sus piedras, velas, incienso. Siempre mirándonos. Y nosotros, planteándole nuestras dudas. Su respuesta siempre era: 'Adelante'. Cómo le gustaba a Chavela la guitarra de Raúl, que ya le había acompañado por seguiriyas cuando cantaba 'La llorona'. ¡Y cómo le gustaba el flamenco! Le gustaría este disco", afirma. "Yo solo necesito sentirme digna de cantar sus canciones. Digna para poder coger un poquito de la llama que ella encendió, tratando de sanar como ella el alma, conectando con los sentimientos de la gente".

MEDICINA EMOCIONAL

Chavela curaba con el llanto. Y con la risa. Y muy pocos tienen esa capacidad. "Mi madre y Chavela se trataban como iguales en el escenario", le conforta Raúl. "Siempre con mucho respeto. Y con una grandísima admiración hacia ella", puntualiza Martirio. "Cada vez más gente llora en mis conciertos, y qué feliz me hace. Es destilar la expresión. Son lágrimas de limpieza, no de tristeza. Entonces sabes que lo que haces es verdadero. Ni mejor ni peor". "Es la medicina emocional --añade su hijo--. Cada vez nos da más miedo expresarnos. Hasta conversar. Cuando la emoción está ahí. Es la que mueve el alma".

En el álbum habrá quien eche en falta algunos títulos míticos de Chavela. "Es que hay piezas como 'Macorina' que no se comprenden sin su voz. Estas diez piezas están escogidas de manera que forman una rueda muy empática, con voluntad de colocarte en un estado de ánimo concreto. Y, sí, he huido del repertorio más obvio", admite Martirio. "Como siempre haces, mamá. Con las coplas también te pasó". "Bueno, están las canciones que yo podía cantar. Decir en mi boca. No están 'Vámonos'. Ni 'El último trago'. El disco no te pone triste. No son canciones con mucha carga depresiva". "Yo lo veo más como una ceremonia intensa --constata el instrumentista--. Nada de epitafio. Está hecho para que sea un repertorio vivo". "No es un álbum que duele", remacha ella.

--¿Y cómo se dicen las cosas, Martirio y Raúl, sin que duelan? 

--Martirio: Cuando nos comunicamos, prevalece la sinceridad. Y cuando hay desavenencias, porque las hay, lo hablamos hasta las últimas consecuencias. Y si hay que soltar lágrimas, se sueltan. Y es bonito. Porque es una manera de encontrar la limpieza en esta relación. Sin ella sería imposible hacer lo que hacemos. No es fácil. Pero es hermosísimo.

--Raúl Rodríguez: La música nos ayuda a resolver las cosas, a depurarlo todo. En parte es revolucionario, porque hay dos personas entendiéndose solamente por algo tan aparentemente efímero como es una canción.

--¿El mejor recuerdo que guardan el uno del otro?

--R. R.: El primer día que tocamos juntos 'A flor de piel'. Había una electricidad sangrante en el ambiente. Yo estaba detrás de ella. Nadie me veía. La tenía a contraluz, extendió los brazos y vi todos sus pelos erizados. Aún me sobrecoge esa imagen. Me informa sobre cuál es el compromiso que un artista debe tener con el arte. Y tengo un recuerdo más antiguo. La primera actuación que presencié de ella. En la Sala Universal de Madrid. Yo tendría unos 12 añitos y andaba burbujeando por ahí. De pronto me fijé en ella. Sentada en el camerino. Con el San Pancracio colgando del espejo. Tan sola. Supe que estaba muerta de miedo. Me llamó con un hilo de voz: 'Raúl'. Me acerqué y la abracé. Fue una noche complicada. Se le enganchó el mantón, el micro falló. La gente protestaba. Pero se metió al público en el bolsillo. Ahora sé que yo también he reproducido ese miedo. El miedo es amigo del valor. Fue una enseñanza muy fuerte.

--M.: Yo no tengo un recuerdo concreto. Lo que me fascina de él es cómo logra que todos estén a gusto. Su capacidad de unir a músicos de estilos tan diversos, de dejarse la piel en todo, con tanto conocimiento como humildad. Nunca le he visto buscar el protagonismo, cuando tantas veces lleva la batuta. Sabe tomárselo todo con una profesionalidad divertida y cariñosa. Y el resultado es espectacular. Actúa como un dardo. Lo que consigue con Kiko Veneno, Santiago Auserón, con los músicos de Susana Vaca, con Las Migas... Es como un seguro sobre el escenario. Es único. Y no porque sea el mejor.

--¿El mayor aprendizaje que se llevaron de Chavela?

--M.: Nunca he visto a nadie conectar tanto con el público, a tanta gente sonriendo mientras lloraba, aprendiendo belleza de tal cantidad de sentires que salían de su voz. Incluso una sola palabra se convertía en un abanico de palabras. Cualquier frase suya tenía tantos sentidos, tanto de vivido, de conocimiento, de corazón valiente que se atreve con tanto. Era una maestra en darle el peso a la palabra. Era capaz de cantar las canciones más fuertes, más desgarradoras, con una sonrisa. Habiendo perdonado. Sin rencor. Sin enganche al desamor.

--R. R.: Estar a su lado era como asistir a una ceremonia permanente. Sentías la belleza junto a ti. Y te olvidabas de si había ganado el Betis o tenías puesto el puchero.

Lo era para Chavela. Y lo es para ellos. La libertad es un derecho. Aunque duela. "Aunque implique el triple de esfuerzo", constata la artista de Huelva, que se lanzó al ruedo como integrante de la mítica formación Jarcha (responsable del himno 'Libertad sin ira'). "La libertad se compra y cuesta dinero. Lo que yo he ganado me sirve para grabar muchos discos que las discográficas no ven factibles. Aunque a posteriori sí, claro". "Compras zonas de creación libre --suscribe Raúl--. Aunque la libertad es como la felicidad. Un lugar hacia el que vas, nunca llegas", filosofa.

El refugio de María Isabel Quiñones Gutiérrez (su nombre real cuando se saca las gafas y la peineta) y de su hijo, todo un licenciado en Geografía e Historia y Antropología, es el arte. "La alegría en el arte --aclara ella--. Estamos muy apesadumbrados. Nos quieren tristes y dóciles. Y no me gusta. La alegría es muy revolucionaria".