UNA historia de GRÀCIA... La Violeta
El 'casinet' recupera todo su esplendor
La reforma del centro cultural pretende ser fiel a su espíritu sin renunciar a la funcionalidad
«Esa mesa redonda al lado de la ventana, ese cartel de Fanta del año mil, el ruido de los futbolines cuando las partidas están al rojo vivo…»Todo eso, y más -las cervezas, las alitas de pollo, el billar-, hierve en la mente de Luis Torrents al recordar uno de sus lugares favoritos de Barcelona: La Violeta."Es una pena que locales con solera sean sustituidos por fríos bares, que no tienen ninguna historia que contarnos". Este fan delcasinetintegrado en un emblemático edificio de Gràcia, hoy en obras, se despedía así de él en su blog en junio, cuando bajó la persiana. Los arquitectos que conducen la reforma son conscientes de esa calidez que muchos, también ellos, añoran. Joan Milelire tiene claro que«el bar es el corazón de La Violeta».«Si vuelve a tener el mismo aspecto--se convence Miquel Alonso--invitará a entrar a la misma gente de antes».
Un escenario de cine
Historias que contar es lo que les sobra a las paredes de este centro. Propias y ajenas. Como las de los obreros que agitaron el verano de 1917 y cuyas reuniones recreó en La Violeta, en 1981, Antoni Ribas en el rodaje deVictòria. Helmut Berger, actor fetiche de Visconti, ocupó entonces una de las sillas del local de Gràcia. También aquí Manuel Huerga dirigió a Daniel Brühl enSalvador.
Obra del arquitecto Jaume Gustà i Bondia, construida en 1893, La Violeta pertenecía al antiguo gremio de industriales y comerciantes de Gràcia.«Una especie de hermandad», recuerda Josep Maria Contel, del Taller d'Història de Gràcia, que, a finales del siglo XIX, velaba por los trabajadores«enfermos o jubilados». Tras la guerra civil, apunta,«los sindicatos verticales se quedaron el edificio», y, posteriormente, la Seguridad Social haría perder fuelle a su función inicial, con lo que varios espacios fueron alquilados a entidades del barrio.«Entre los años 40 y 60, la comisión del envelatde la plaza del Sol organizaba aquí las fiestas», explica Contel. El Esbart Lluís Millet y el Club Ciclista de Gràcia también se reunían aquí.
El equipamiento puede presumir de haber removido la conciencia popular cuando la entidad propietaria lo vendió a una inmobiliaria holandesa. A final del 2004, con la acción de la plataforma ciudadana Salvem La Violeta de fondo, un pacto con el ayuntamiento evitó su reemplazo por un gélido bloque de pisos.
Al concurso de ideas se presentaron 71 propuestas.«Fue una gran oportunidad para arquitectos jóvenes», destaca Milelire. La ganadora, cuya memoria subraya«el valor socio-cultural y costumbrista»del centro, dibuja un vestíbulo que une distintas plantas y una nueva cubierta. Y conserva la fachada protegida, el bar y la sala de baile-teatro, para lascollesde la cultura popular. Alonso apunta que«todos los agentes implicados han ido de la mano», para que la funcionalidad que requiere un edificio público no esté reñida con la nostalgia de los que conservan su esencia en la retina. Mireia Rigol, vecina de la calle Sant Joaquim, espera que así sea:«Era un lugar con alma, de los que tienen sabor».
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