Barraca y tangana

Todos lo sabían, por Enrique Ballester

Por lo que sea, aquellos que ya sabían lo que iba a pasar te lo cuentan después de que haya pasado lo que ya sabían que iba a pasar

Barraca y tangana de Enrique Ballester.

Barraca y tangana de Enrique Ballester. / El Periódico

Enrique Ballester

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Todos sabían que el Madrid iba a remontar, pero nadie me avisó de algo más básico. Nadie me avisó de que si tenía hijos, luego tendría que madrugar para llevarlos al colegio cada día.

Ahora resulta que todos sabían que el Real Madrid iba a ganar al Bayern de Múnich. Por lo visto, cuando llegó el minuto 87 del partido de vuelta de la semifinal de la Champions y el Madrid perdía cero a uno nadie tenía ninguna duda. Todo el mundo, los que querían que el Madrid ganara y los que querían que el Madrid perdiera, tenían clarísimo lo que a continuación iba a pasar. Todos sabían que el Madrid iba a remontar, pero, por lo que fuera, nadie entró a la web de cualquier casa de apuestas para meter todos sus ahorros a la clasificación del Madrid, que entonces se pagaba genial. Por lo que fuera, todos lo sabían, pero no quisieron abusar.

Porque quién quiere hacerse millonario sin esfuerzo, jubilarse anticipadamente y no volver a madrugar jamás cuando te puedes conformar con decir, al día siguiente y junto a la máquina del café, que estaba claro lo que iba a pasar.

Sufrimiento inhumano

Por lo que sea, también, aquellos que ya sabían lo que iba a pasar te lo cuentan después de que haya pasado lo que ya sabían que iba a pasar. Y no es necesario que esté la Champions por el medio, porque este fenómeno ocurre hasta en el fútbol regional. Tu equipo se juega la permanencia o un ascenso y te pasas el partido decisivo sufriendo de manera inhumana, pasándolo fatal hasta el pitido final, y al día siguiente siempre aparece algún listo que te dice ‘no, si estaba arreglado todo, que yo lo sé, que compraron al rival’. Que entonces piensas ‘ya me lo podría haber dicho antes el listo este y me hubiera ahorrado ese padecimiento insano’, ya me lo podría haber dicho antes e, insisto, hubiéramos ido de la mano para provocar la quiebra de la casa de apuestas del barrio.

Pero no. Por lo que sea, no. Antes, no. Después, sí. Por lo que sea. Qué más da.

A mí esto me da un poco rabia porque te sientes idiota por estar perdiendo años de vida sin necesidad, aunque sepas que el tío listo en el fondo no tiene ni idea de lo que está hablando. Molesta porque le quitan mérito a los jugadores, que si yo fuera uno de ellos le diría ‘¿sí?, pues la próxima vez bajas a defender el último córner, si lo tenías tan claro’. También me resulta curioso que muchos de los visionarios que ya sabían qué iba a pasar estén descubriendo ahora, en 2024, que en el fútbol ganan los que más goles meten, no los que más ocasiones generan.

Los 'expected goals'

Hablemos por favor un momento de los expected goals. Dios salve a los expected goals. Son la nueva religión. Ya no importa la posesión. Ya no se lleva lo de contar pases. Ahora todos abrazamos los expected goals. Parece que pilotas si lanzas la expresión en medio de la conversación. De hecho, hay que valorar la labor social de los expected goals. Al que gana le dan igual, y el que pierde abraza el consuelo de los expected goals, la palmadita virtual en el hombro. Todos contentos y, además, esta métrica nos permite prolongar la particularidad del fútbol, el único deporte en el que puedes 'merecer'. No ocurre en ningún otro deporte y es nuestro deber conservarlo. Usemos para esto los datos.

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