Tenis

Nadal aplasta al joven Blanch y se regala un día más en Madrid

El balear no dio opción al norteamericano de 16 años (6-1 y 6-0 en 1 hora y 4 minutos) y se cita en segunda ronda con el australiano De Miñaur, que hace una semana le eliminó en Barcelona

Daniel Gómez Alonso

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A la cita no quería faltar nadie. No es habitual ver la Caja Mágica llena a reventar en un partido de primera ronda, pero este jueves la ocasión lo merecía. Porque cualquier día puede ser el último. Porque tras sus palabras en la previa, afirmando abiertamente, ahora sí que sí, que sería su último paso por el Mutua Madrid Open, en el aire flota la sensación de que lo que menos importa para Rafa Nadal ahora es el tenis, hablando de lo puramente deportivo. Y de que el mito es, por fin, humano y tiene fecha de caducidad, y quiere disfrutar de lo que le queda.

Pero no, no será este jueves. Porque el balear, a medio gas y limitado de inicio en sus movimientos, no dio ni media opción al jovencísimo Darwin Blanch, junto al que batió el récord de mayor diferencia de edad en un partido de Masters 1.000. Tirando de todo el oficio que le falta al chaval americano, un pipiolo de 16 años y que disputaba su segundo partido como profesional, le despachó en poco más de una hora (6-1 y 6-0) y se regaló una nueva oportunidad en casa, en este caso ante el australiano De Miñaur, su verdugo hace una semana en Barcelona.

No se tuvo que exigir mucho Nadal, que por momentos dio la sensación hasta de disfrutar, sacando a relucir su derecha ante un Blanch visiblemente nervioso y superado por la situación. Lo normal cuando eres el te ves cara a cara con un ganador de 22 Grand Slams. Apenas pudo robarle un juego tirando del saque, su principal arma. Su altura, un tallo de 190 centímetros, le ayudó con el servicio en ese juego, un oasis en medio de una paliza sin paliativos de la que segura que sacará varias lecciones de cara al futuro.

Cogiendo ritmo

En lo tenístico, para Nadal fue una faena de aliño. Sobrio al saque, sin forzar la máquina y animándose por momentos. Cerrando el puño cuando tocaba, animándose, el balear solventó una primera ronda que nunca hasta la fecha había tenido que jugar en Madrid. Las cosas del ránking y de llevar más de un año casi parado, aunque en este caso le puede venir hasta bien para seguir cogiendo ritmo sin demasiado exigencia.

Fue, de hecho, creciendo conforme avanzaba el choque. Soltándose con el correr de los juegos, intentó cosas que, no tanto tiempo atrás, eran rutina en su repertorio y ahora, a sus 37 años y tantas cicatrices en el cuerpo, no salen con la facilidad que acostumbraban. Pero siguen ahí, y de vez en cuando, afloran, como esas derechas invertidas tan marca de la casa que los problemas en el abdominal han cercenado.

Distinto fue en el plano "emocional", el motivo por el que Nadal juega el torneo, y eso que Madrid no acostumbra a ser el torneo más cariñoso. Pero la presencia de su equipo y su familia al completo en el banquillo (hasta los dos hijos de Carlos Moyá, su entrenador, estaban presentes) invita a pensar que Nadal no va de farol y que, poco a poco, por más que se haya dado oportunidades, empieza la cuenta atrás ha comenzado. El sábado, nuevo capítulo.