El Tourmalet

El ciclismo, el deporte del pueblo

Multimedia / así es Pradell, el coloso de la Volta.

Tourmalet 2024 por Sergi López Egea

Tourmalet 2024 por Sergi López Egea

Sergi López-Egea

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La fe de todo un pueblo se comprueba en pequeñas localidades como Sort de donde partió el jueves la cuarta etapa de la Volta. La verdad es que en estos casos cualquier carrera ciclista se convierte en una fiesta porque los habitantes, los que viven allí al margen de efectos turísticos, tienen siempre muy lejos de sus casas los grandes acontecimientos deportivos.

Y muchas veces no resulta sencillo llegar a Sort, por carretera general desde Lleida o con la obligada necesidad de pasar por el interminable puerto del Cantó si se viene de Barcelona. Por eso, si por una vez son los protagonistas de los eventos que se ven por televisión los que se acercan a casa, que mejor que irlos a recibir, sacar a los niños de la escuela, que se sienten en la calle, que no hay peligro y que aplaudan uno a uno a todos los corredores porque a ellos les da igual que se apelliden Pogacar, Landa, López o Martínez. Para ellos todos son un símbolo, unos cromos hechos realidad que desfilan delante suyo elegantemente vestidos con unos uniformes llenos de publicidad y unas bicis que brillan en sus ojos.

La antigua gorra ciclista

Hace ya muchos años, antes de que se impusiera por cuestiones de seguridad el casco sobre las cabezas de los corredores, todos los ciclistas llevaban aquellas gorritas con la visera que se colocaba hacia arriba para lucir allí también el nombre de la empresa que los patrocinaba. Con los cascos, las gorras ciclistas desaparecieron y también la posibilidad de ser el principal reclamo que pedían los niños, porque era un elemento barato y a los corredores no les costaba nada entregársela a los chavales que luego llegaban a sus casas como si tuvieran un tesoro entre las manos.

Ahora, la verdad, no pueden recoger muchas reliquias porque tampoco se las pueden entregar los ciclistas; sin casco no pueden competir y justo en la salida llevan los bidones llenos de agua fresca sobre todo si el calor aprieta, mucho más de la cuenta en un mes de marzo que desgraciadamente se ha puesto la careta del verano con la eterna amenaza del cambio climático.

Sort y Altafulla

Pero sí disfrutar durante un par de horas de este deporte, que Sort, como este viernes Altafulla, se convierte en la patria del ciclismo mundial, con los mejores equipos y con presupuestos, los principales, de algunos millones de euros, los que luego colocan los coches en puntos determinados de la ruta de la etapa para entregar comida y bebida a los corredores, dar apoyo al equipo, el que llena los aparcamientos de los hoteles con un montón de vehículos, autocar mecánico, autobús, furgonetas, los que luego acompañan al pelotón, que superan ampliamente el número de siete ciclistas por escuadra, ocho en el Tour o la Vuelta, ya que con tres semanas de carrera se tiene derecho a un participante de más.

Saben en Sort, como ocurrió en Sant Joan de les Abadesses, pequeñas poblaciones pirenaicas, que todo queda cortado, porque la carrera por la que se llega o se sale de la localidad está bloqueada toda la mañana y porque resulta imposible moverse por las calles de la población. Pero, con alguna excepción, nadie se queja, porque la Volta es como una pequeña fiesta mayor que ha llegado al pueblo que, además, ha visto como se llenaban los hoteles y los restaurantes con los visitantes propios de la carrera y los que se han acercado por cariño al ciclismo.

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