Análisis

Te lo dije, Batllori, 3-1 fácil, fácil, fácil

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

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Le llamé en cuanto acabó el partido, pero debía estar ocupado, bajando, raudo y veloz, a la sala de prensa del estadio Olímpic de Montjuïc a escuchar la felicidad (y los ataques a la prensa, a la crítica) de Xavi Hernández, más, más, que merecida, merecidísima.

No quise pensar, ¡por Dios!, pues se trata de una persona exquisita, tremendamente cordial y hasta asustadiza, que no me quería coger el teléfono, así que interpreté que, incluso sabiendo quien le llamaba, el deber estaba por delante del amigo, bueno, del pesado de Emilio.

Creí que, acabada, de verdad, la jornada laboral, mi amigo Joan Batllori me llamaría y haríamos unas risas. Unas risas a cuenta de nuestra charla, en vivo y en directo, de ayer al mediodía en COPE Barcelona donde él demostró tener el miedo en el cuerpo y yo insistí en que este Nápoles no tenía nada que ver con el Nápoles campeón del pasado año y que todo lo que no fuese, así lo comenté ante su asombro, un 3-1 me parecería, no ya poca cosa, sino un desastre.

Esto ya lo he visto

Batllori quiso llamarme de todo, pero no se atrevió. Repitió (con razón, sí, claro) que las dinámicas de uno y otro equipo no eran para ser tan optimista. Le recordé, eso a él le gusta mucho (por cariño, no por reírse de mí) que tengo 72 años y que, después de ver todo lo que he visto, no pensaba tragarme esta clasificación para los cuartos de final de la Champions como una gesta, como un acto heróico. Gesta es lo que tiene hoy por delante el Atlético de Madrid ante el inter; lo de anoche, en Montjuïc, es pura lógica. Lo siento. O no.

El Barça se comportó a lo grande anoche, pero lo hizo ante el segundo peor equipo que le podía tocar en el sorteo de octavos de final. En ese sorteo, habían dos peritas en dulce, el Copenhague, que le tocó al City y así le fue al pobre (1-3 y 3-1, total: 6-2) y un Nápoles venido a menos, a menos, a casi nada.

Fermín celebra el 1-0 al Nápoles en Montjuïc tras recibir una asistencia de Raphinha.

Fermín celebra el 1-0 al Nápoles en Montjuïc tras recibir una asistencia de Raphinha. / Jordi Cotrina

El caso es que fueron calentando el partido como si se tratase la final de Wembley y hasta contando que el Nápoles tenía pura dinamita delante, que si ese Osimhen (al que, por cierto, Cubarsí hizo ‘penalti VAR’ sin señalarlo el árbitro neerlandés Danny Makkelie, ni avisarle el de arriba, a los 50 minutos) era (casi) Mbappé, que si Kvavatskheha era Vinicius y ya solo faltó que Xavi dijese que le encantaba un tal Labotka, que, al parecer, jugó en el Celta del 2017 al 2020, era (casi) De Bruyne. Ni los 10 millones de prima que les ofreció el ‘Laporta italiano’, el riquito Di Laurentiis, convirtieron a esos chicos en buenos futbolistas.

Palabra de Johan

En serio, yo entiendo que para el Barça, para el proyecto Laporta-Xavi, para las arcas del club, que anoche se embolsó 15 millones de euros, para los culés apasionados, que llenaron Montjuïc, pasar esta eliminatoria era importante pero, insisto, no nos volvamos locos.

Si el club presupuestó llegar a cuartos era porque era lo mínimo que se le puede exigir a un club con casi 1,000 millones de presupuesto. Lo demás es puro cuento. O fracaso. Porque, como decía Johan Cruyff, al que tanto admiramos, la Champions empieza en cuartos de final y ahí está ya el Barça. Ahora sí que ya no hay peritas en dulces ni otros cuentos.

Por cierto, el Barça ha llegado hasta aquí con los niños, uno por línea (Cubarsí, Fermín y Yamal), los cimientos del proyecto que no nos vendieron.

PD: Xavi dijo anoche, con demasiadas ganas de revancha, que "durante la temporada hemos recibido críticas creo que muy injustas, hemos demostrado que somos un equipo de Champions". Esto sigue: el Barça ha demostrado ser un equipo de cuartos; ahora veremos si es de Champions.