Laporta y Xavi sobreviven gracias a la herencia recibida

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

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Emilio Pérez de Rozas

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“Un día organizamos un partido de prebenjamines, bueno, había de todo, porque todos eran muy niños, aunque las edades oscilaban entre los 7 y 8 años”, cuenta Jordi Roura, despedido del Barça junto a su amigo Aureli Altimira. Sí, sí, despedimos.

“Uno de los objetivos de ese encuentro era ver a un tal Lamine Yamal, que jugaba en La Torreta. Era un zurdito pícaro, muy hábil, rápido, que estaba creciendo y que, como decimos entre nosotros, hacía 'cosas diferentes'”, añade Altimira, que enseguida te mira y dice: “Quien te diga que a esa edad, ¡booom!, ya descubres al crack que lleva ese niño dentro, no te lo creas, ¡miente como un bellaco! A esa edad no ves nada, solo intuyes. Es, simplemente, cosa de fe. Con Yamal no hubo ni flechazo ni iluminación divina, pero hacía 'cosas diferentes' por las que valía la pena quedárselo ¡vaya que sí!”

Ahora, llegado el tercer aniversario del invento parido por Joan Laporta y Xavi Hernández; ahora que el Barça se sostiene, lamentablemente, con alfileres; ahora que hemos vuelto a la rutina, a los 1-0 y 0-1 con los que se ganó LaLiga del pasado año; ahora que seguimos creyendo en la resurrección de un equipo muerto, que ha enterrado su ADN; ahora que fardamos de niños como Pau Cubarsí y, muy especialmente, del mago Lamine Yamal, estaría bien (aunque son incapaces de hacerlo) que presidente y entrenador agradezcan esa herencia recibida.

Recordando a Ansu

Y así fue, Roura y Altimira colocaron a Yamal en La Masia y su evolución, en efecto, fue prodigiosa, siempre jugando con niños de edad superior a la suya. Bueno, como ahora, que con 16 años juega en un equipo salpicado de treinteañeros. No solo juega, no, sino que les salva la cara (casi) cada fin de semana. “A medida que fue creciendo, subiendo de categoría, fortaleciendo su cuerpo, su técnica, ya veías, entonces sí, que Yamal era de los elegidos”, recuerda Altimira, que odia las comparaciones pero que considera que Yamal tenía pinta de que acabaría siendo el siguiente a Ansu Fati.

FCB

FCB / JORDI COTRINA

Sé que no ocurrirá, pero alguien debería decirle a Xavi Hernández que deje de hablar tanto de los niños, porque uno tiene la sensación de que ni él ni su asesor mediático se dan cuenta de que hablar bien de esos chicos es la viva demostración de su fracaso, incapaz el numeroso ‘staff’ técnico que luce Xavi de sacar mejor provecho de los millonarios.

Tiene mérito, mucho mérito, sí, atreverse a dar la alternativa a esos chicos de La Masia, pero su presencia en el equipo titular es una prueba más de que las cosas no se están haciendo bien, ni siquiera medianamente bien, con una plantilla millonaria, futbolistas que han costado mucho dinero y que deberían ser el esqueleto y la solución a los mil problemas (de fútbol, de juego, de estilo) que arrastra este Barça desnortado, que, también anoche, hizo (casi) llorar a los pocos aficionados que subieron a la montaña.

Cuentan que, a menudo, en el palco de los castigados donde se encontraba Xavi en Montjuïc (por acumulación de amonestaciones), el ‘mister’ catalán miraba, de reojo, el Nápoles-Torino (1-1) de la Serie A italiana. Lo mismo me ocurrió a mí en el pequeño Flower Restaurant, de Khalifa Street, en Doha, capital de Catar, donde los comensales comían pollo a la brasa y patatas fritas a manos llenas, mientras mojaban pan de pita en grandes platos de hummus.

FCB

FCB / JORDI COTRINA

Me costó, nos costó, pues yo voy siempre acompañado de mis amigos Alejandro Ceresuela y Jesús Robledo, dos de los mejores fotógrafos y mis lazarillos en el Mundial de MotoGP, mantener en el plasma del local las imágenes del partido del Barça, que provocaba tal aburrimiento en los habitantes del diminuto comedor del Flower, que pedían, incluso, resignarse a conectar con el Nápoles-Torino, que tampoco fue la final del Mundial de Catar.

Cuando terminó ese auténtico latazo (insoportable partido, la verdad) de Montjuïc y antes de pagar una factura que les hubiese encantado abonar, por buena, bonita y barata, me vi en la necesidad, no sé si de agradecer o pedir perdón, a todos los comensales de la cantina de Khalifa Street por haber soportado, con decoro y educación, semejante rollo de partido.

Repito, Laporta y Xavi deberían agradecer la herencia recibida y, dos, dejar de elogiar a la muchachada, pues su problema sigue siendo (o nunca ha dejado de ser) qué hacer con la rica (y veterana) plantilla a la que los niños le está sacando los colores.