EL ANÁLISIS

La contracrónica del Barça-Villarreal: once minutos de locura

Depresión final entre los jugadores azulgranas tras el último gol del Villarreal.

Depresión final entre los jugadores azulgranas tras el último gol del Villarreal. / Jordi Cotrina

Joan Domènech

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0-2 en el minuto 60. Hundido el equipo, proclamas para el despido de Xavi. Pitos en el descanso, depresión general tras el fallo de João Cancelo que había facilitado el segundo gol (m. 58) y que iba a frustrar la remontada. La hecatombe se transformó, de golpe, en una catarsis.

De golpe cayeron en cascada tres goles en 11 minutos de locura, inmerso el equipo, imbuido, contaminado, del estado próximo a la paranoia en el que se encuentra el club, y que todavía no se ha transmitido a la hinchada, feliz e ilusionada aún por ver a los suyos, y que después de 38 días de abstinencia en directo acude a la montaña y firma la segunda mejor asistencia de la temporada (46.229 espectadores), solo inferior a la del clásico (50.112).

Emociones fuertes deparó el equipo en una noche tan encomiable como dramática. Esos 11 minutos de locura en el que Gündogan recortaba diferencias (m. 60), Pedri empataba (m. 68) y el brazo de Bailly (m. 71) cerraba una remontaba apoteósica que hizo delirar Montjuïc. Pero no acabaron aquí esos 11 minutos. Quedaba partido, y la euforia se transformó en una depresión de caballo.

Los jugadores del Barça celebran el tercer gol que sellaba la remontada.

Los jugadores del Barça celebran el tercer gol que sellaba la remontada. / Jordi Cotrina

Once minutos de locura más

Hubo otros 11 minutos de locura que empezaron en el 90. Un trastorno de pánico. El equipo entró en un estado de enajenación que ya no es transitoria por repetida. Ya había empatado el Villarreal y el Barça, excitado en el ánimo, se lanzó otra vez a recuperar la ventaja. Y se relamió con un penalti que el árbitro le dio y el VAR le quitó.

En la psicosis que había abrumado Montjuïc, como la tenue neblina que invadió la montaña, el Villarreal marcó dos goles con el equipo desordenado, desarbolado, y el entrenador histérico, que gritaba “es una vergüenza” a una cámara por el penalti pispado, y luego se cagaba en todo porque sus muchachos no hicieron una falta que habría evitado (o no), el cuarto gol y el desencadenante del desastre final con el quinto gol.

Romeu se lanza a buscar un balón en el centro del campo.

Romeu se lanza a buscar un balón en el centro del campo. / Jordi Cotrina

El equilibrio de Romeu

Roto estaba el equipo sin el remedio inicial que había pensado Xavi. Ya no estaba Oriol Romeu, recuperado por Xavi para obtener "equilibrio y un fútbol más posicional”, un subterfugio para eludir la necesidad de repoblar la defensa y dotarla de mayor agresividad. El Athletic denunció de nuevo el espatoso declive del equipo respecto al año pasado. No solo le metió goles en momentos cruciales (antes el primer minuto de juego, recién iniciado el segundo tiempo, al límite de la primera mitad de la prórroga), sino que fueron cuatro.

Romeu aportó agresividad (vio la primera tarjeta del equipo para cortar un avance en el centro del campo) pero no subsanó al laxitud de sus compañeros. Sorloth movió con su cuerpo a Araujo, que ya no es el defensa corrector que repara los errores ajenos, sino que contribuye a ellos, y Christensen no agobia a ningún delantero dentro del área. Vigilaba a Gerard Moreno desde la Plaza España.

Cuatro jugadores del Barça rodean a uno del Villarreal.

Cuatro jugadores del Barça rodean a uno del Villarreal. / Jordi Cotrina

Cubarsí sí puede con Sorloth

El mediocentro de Ulldecona servía, además, para que Gündogan adelantara su posición y el equipo se aprovechara de su último pase. Era imprescindible, sin embargo, que Gündogan recibiera algún balón. Pasaban cerca de él, pero no a él, capitalizado por los ataques exteriores de Koundé y Lamine Yamal. Las incursiones del juvenil eran la única vía para acceder al área de Jörgensen.

Romeu y Christensen se ganaron la sustitución, impelido Xavi a tomar decisiones drásticas en el descanso. Héctor Fort cedió su espacio de lateral izquierdo a João Cancelo. En el primer balón aéreo, Cubarsí, 11 años más joven y 13 centímetros más pequeño, tiró a Sorloth al suelo en el cuerpo. Ya valió la pena esa respuesta, como pequeño signo de cambio, de los muchos que son necesarios para cambiar la deriva del Barça.