EL ANÁLISIS

La contracrónica del Barça-Alavés: Lewandowski evita que el bache sea crisis

Lewandowski salva al Barça de otro bochorno

Lewandowski es felicitado por Pedri tras marcar el 1-1 en Montjuïc.

Lewandowski es felicitado por Pedri tras marcar el 1-1 en Montjuïc. / Jordi Cotrina

Joan Domènech

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Necesitaba orden el Barça y no hubo mejor demostración de desorden que una jugada preparada, fallida en su ejecución y dramática en el desenlace con un gol encajado a los 18 segundos, que fue un monumento al desbarajuste. Necesitaba identidad el Barça y no hubo mejor personalidad que el nombre de Robert Lewandowski, el emblema y goleador del equipo, para evitar que la tormenta aumentara a huracán. O sea, que el bache se convirtiera en una crisis.

El protagonista

Dos veces gritó gol Lewandowski con una rabia inusual. Antes gritó por otras cuestiones, como los palos que le dieron Abqar y Rafa Marín sin balón. Con la misma energía con la que cabeceó un maravilloso y lejano centro de Koundé, al que tuvo que imprimirle mucha fuerza para cambiarlo de dirección y mucha finura para alejarlo del alcance de Sivera.

João Félix felicita a Lewandowski tras marcar el 1-1 al Alavés en Monjuïc.

João Félix felicita a Lewandowski tras marcar el 1-1 al Alavés en Monjuïc. / Jordi Cotrina

Gritó Lewandowski porque cerraba una mala época sin goles y sin sentirse cómodo al volver de la lesión. Su regreso, en el clásico, ha coincidido con los peores momentos del equipo. En juego y en resultados. Y él no tuvo un buen balón que facturar hacia la red. Hasta que llegó el centro de Koundé y la oportunidad del penalti.

Marcaje a...

Pasaban los días, se ajustaban los resultados, hasta las derrotas, y el Barça echaba de menos cada vez con mayor intensidad a Pedri, convertido en elemento diferencial del juego azulgrana. La panacea que ayudaría a recuperar el estilo.

Pedri e Iñigo Martínez, abatidos tras el gol del Alavés en Montjuïc nada más iniciarse el encuentro.

Pedri e Iñigo Martínez, abatidos tras el gol del Alavés en Montjuïc nada más iniciarse el encuentro. / Jordi Cotrina

Volvió Pedri a la titularidad en el tercer partido de su reaparición y pese a capitalizar el juego, acusó la falta de ritmo después de dos meses de enfermería. Perdió una cantidad de balones impropia (16 veces la posesión) para un centrocampista de su contrastada talla técnica. Perdió, además, la paciencia ante la ceguera de Busquets Ferrer, el árbitro, que toleró todos los golpes sin balón del Alavés y las crecientes pérdidas de tiempo a medida que avanzaba el partido. Sin la persistencia de Pedri cuesta de imaginar la remontada azulgrana.

"En la primera parte no estuve muy cómodo y sufrí muchas pérdidas de balón que no puedo tener", reconocía Pedri. "Noté la falta de competición y luego ya me sentí mucho mejor", añadió.

El problema

La contumacia del error desató los primeros pitos al Barça de Xavi. No era la primera vez, sino la tercera, que el equipo concedía una ocasión de gol antes de que se cumplieran los primeros 30 segundos. Un récord mundial, seguramente. Un récord particular para el Alavés. Nunca en la historia había marcado tan pronto un gol.

No había pasado tanto tiempo -un mes mal contado- como para que hubiera quedado enterrado en el olvido el gol de Bryan Zaragoza a los 17 segundos del partido ante el Granada. Sacó de centro el Barça, fue acosado Gavi, que perdió el balón y llegó el 1-0. Se repitió la jugada ante la Real. Sirven las mismas palabras: sacó de centro el Barça, fue acosado Gavi, que perdió el balón, y a los 27 segundos remató Barrenetxea, pero Ter Stegen evitó la tragedia.

Ter Stegen se queja a sus compañeros del gol encajado en Montjuïc del Alavés.

Ter Stegen se queja a sus compañeros del gol encajado en Montjuïc del Alavés. / Jordi Cotrina

A los 18 segundos castigó Samu la colosal torpeza con que el Barça quiso, paradójicamente, evitar arranques tan funestos. Un balón colgado de Iñigo al que no llegó Araujo y que no pudo ganar Lamine Yamal. El rechace cae a pies de Gündogan, que también lo pierde y desencadena un contraataque del Alavés con el balón orientado hacia la izquierda donde no había nadie (ni Araujo ni Cancelo, que estaba de lateral derecho en la jugada inicial) y centro raso a Samu que se anticipa a Iñigo.

Tocaba volver a remar. El Barça alcanzó la orilla.