Barcelona 2 Alavés 1

Lewandowski salva al Barça de Xavi en otro bochorno

Dos goles del delantero polaco levantan al equipo de Xavi Hernández tras un nefasto primer acto en que el Alavés pudo haber goleado de la mano de Samu Omorodion

La contracrónica del Barça-Alavés: orden e identidad gracias a Lewandowski

Lewandowski celebrando su primer gol durante el partido de liga el Alavés

Lewandowski celebrando su primer gol durante el partido de liga el Alavés / JORDI COTRINA

Francisco Cabezas

Francisco Cabezas

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En la 'paradinha' con saltito de Lewandowki, tan delirante, tan eficiente, pudo resumirse el inquietante triunfo del Barça ante el Alavés. Marcó dos goles el polaco, muy enfadado, para discutir su ocaso; y el equipo azulgrana, pese a un nefasto primer acto mal resuelto por Xavi Hernández y en que esa fuerza de la naturaleza llamada Samu Omorodion pudo marcar cuatro goles, logró levantarse con la estabilidad que te dan cuatro carajillos. Justo cuando el Alavés ya no pudo con su alma. Este Barça de Xavi parece dispuesto a sobrevivir sin juego y retozando con el bochorno. Mal asunto.

La puesta en escena del Barça fue ridícula, acorde a estos tiempos en que los menos cuerdos son los que más asoman. Sacó de centro el equipo azulgrana y, por culpa de una presunta acción de estrategia en que Araujo debía descolgar una pelota fuera de posición, el equipo se descuartizó. Cancelo, teórico lateral zurdo, se quedó como desubicado cierre. Araujo no sabía ni dónde estaba. Así que Javi López no tuvo más que centrar hacia ese chico de 19 años convertido en algo más terrible que el Cthulhu de Lovecraft. Samu Omorodion marcó a sus anchas. Sólo habían pasado 18 segundos. Pero la pena y los abucheos fueron tantos que pareció una vida entera.

Vive el barcelonismo una situación de aquellas extrañas y que quizá sólo puedan entender quienes se torturan con la poesía del fútbol, no tanto con la prosa. Porque esto ya no va de repudiar el neonuñismo, claramente identificado y cuyas consecuencias aún se pagan. Esto, ahora, va de lidiar con un juego nefasto. Y con un desencuentro moral entre hijos del cruyffismo, con Pep Guardiola como exponente de la añorada perfección, y Xavi Hernández como estandarte de un realismo que quizá nunca pueda ser mágico. Guardiolismo y xavismo emergen como corrientes desiguales y trágicas ante la dificultad de replicar el sueño, al menos en este Barça.

La posición de Cancelo

De ahí que ver a Cancelo, por vez primera como lateral izquierdo en el Barça –aunque en ataque fuera casi un mediocentro– remitiera, cómo no, a las variantes fetiche de Guardiola cuando el portugués jugaba en el Manchester City. 

Nada funcionaba porque nadie abría el campo, porque Pedri, de regreso a la titularidad, perdió infinidad de balones ante la imposibilidad de encontrar líneas de pase, porque nadie atendía a Lamine Yamal, y porque el sistema defensivo, esta vez de tres centrales, se derrumbaba cada vez que Koundé tenía que controlar a Samu

El delantero cedido por el Atlético al Alavés jugueteó con Koundé como si éste fuera un guiñapo. Hasta que Xavi no vio a la media hora que podía ser mejor que lo sujetara Araujo, Samu ya había fallado tres goles más. De haber estado algo más acertado, de haber sido algo más maduro en la definición, el Barça hubiera vivido uno de aquellos ridículos sin precedentes.

Lewandowski, por fin imponente con un cabezazo brindado desde la derecha por Koundé, mostró con su gol el camino a una remontada que él mismo definió después de que Abqar se llevara por delante a Ferran Torres tras un pase fabuloso de Iñigo Martínez. Pero tan frágil es este Barça que en el tiempo añadido, con los azulgrana encerrados en su campo, Kike García y Tenaglia a punto estuvieron de lograr el empate.

Los Planetas, en su viejo repertorio, tenían una canción (Desorden, qué ironía) en la que recordaban cómo giraba el cuerpo inerte de Ian Curtis, líder de Joy Division. Se colgó en la cocina. Y aquello acababa así: «¿Qué puedo hacer si no puedo hacer nada? / Para acabar con algo que no acaba».

Mientras el Barça de Xavi siga trampeando, siga sobreviviendo con el resultadismo como deprimente bandera y el 'entorno' y la prensa como señuelos de un mal mayor, nada acabará.