El testimonio familiar

"Aitana, si te vieran tus abuelos estarían tan orgullosos"

El lado más íntimo de Aitana Bonmatí, una chica normal en la cima del fútbol

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Aitana Bonmatí, referente en su hogar: "Mucha gente ha venido a jugar al Ribes gracias a ella"

Aitana Bonmatí durante el homenaje en su pueblo, Ribes

Aitana Bonmatí durante el homenaje en su pueblo, Ribes / Jordi Otix

Nuri Bonmatí

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¿Qué podemos decir de la vida de Aitana que no se sepa ya? El cambio de apellidos, sus reivindicaciones sociales, su esfuerzo y tenacidad para trabajar cada día en aquello que le apasiona... Sí, todo esto es cierto, pero, más allá de todo hay una Aitana que sigue siendo la misma que empezó a jugar con su padre con una bola de papel de aluminio. La familia y los amigos, sus pilares, sus polos a tierra. 

Aitana siempre ha estado rodeada por mucha gente, a pesar de ser hija única. Sus padres unen dos familias numerosas (¡en las fiestas familiares no bajamos de los 30!). En ninguna de las dos familias las cosas han sido fáciles y la cultura del esfuerzo ha estado siempre muy presente. Todo lo que ha vivido la ha hecho resistente y la ha ayudado mucho en su trayectoria, que tampoco ha sido un camino de rosas. Cualquier traba y dificultad le ha servido para hacerse más fuerte. No ha aceptado nunca la derrota y se ha creado nuevos retos intentando superarse a ella misma. Como sus padres, es una luchadora nata. Si los abuelos –que se marcharon demasiado pronto –te vieran, estarían muy orgullosos.

De muy pequeña hizo todo tipo de extraescolares, pero el fútbol siempre ha sido su gran pasión. Lo llevaba a la sangre. No sabemos el porqué, pero, siempre que veía una pelota, se quedaba deslumbrada y, si podía, iba a tirar balones donde fuera y cuando fuera. Se pasaba horas y horas jugando: en casa con su padre y aquella bola de papel de aluminio, con el tío Paco d’Ontinyent, en las pistas y campos de Ribes, donde se estaba tardes enteras con amigos o conocidos del pueblo. Siempre con chicos, eso sí. Una idea que a ellos no les acababa de convencer. David, uno de sus amigos de la infancia, siempre lo ha reconocido. «Cuando venía a jugar con nosotros, la idea de que una niña quisiera jugar a fútbol nos extrañaba y algunos no estaban de acuerdo a compartir equipo con ella». Esto, sin embargo, cambió cuando la vieron con la pelota enganchada a los pies. 

Aitanaa junto a su madre y sus tías durante una comida familiar

Aitanaa junto a su madre y sus tías durante una comida familiar / Arxivo familiar

A ella, aun así, le daba igual. Jugaba y punto. No le quería dar el poder a aquellos que se creían mejores que ella por ser niños, a pesar de que a veces le tocaran la fibra. El abuelo paterno siempre decía: «De los problemas no te preocupes, ocúpate». Y su madre le inculcaba que fuera fuerte, que no se arrugara. Y así es Aitana, una chica ocupada, luchadora, con un carácter fuerte y determinado, forjado ya desde que dio sus primeros toques a la pelota. 

Y llegó el momento en que el Barça picó a la puerta. Aquello fue maravilloso para ella. Tan culé como era y que el Barça se fijara en ella... Fue lo mejor que le podía pasar a una adolescente de 13 años. Pero, como he dicho, los inicios no fueron nada fáciles. Los padres no podían acompañarla (él sin carné de conducir y ella con fibromialgia y fatiga crónica diagnosticadas). La única opción era ir a la Ciutat Esportiva en transporte público. Se pasaba horas y horas en el autobús, estudiando, leyendo, comiendo, durmiendo para hacer el camino de ida y vuelta para poder cumplir su gran sueño: jugar en el Barça. Después ya vino la selección catalana y la española. Todo un reto para ella. Pero, como sabemos, los retos son su fuerte y con su carácter, ambicioso y curioso, siempre quiere aprender más.

Para toda la familia es un sueño ver la persona en que se ha convertido. Tenerla es emocionante y nos llena de orgullo. En ella hemos visto cumplidos muchos de nuestros sueños de cuando éramos pequeños

La seguiremos allá donde vaya y la apoyaremos, siempre teniendo los pies en el suelo. Los éxitos no se regalan, te los tienes que ganar, como le ha dicho siempre su padre. Y Aitana ha aprendido bien la lección. Si ahora está donde está, es gracias a ella misma.

* Este relato personal ha sido escrito por Nuri Bonmatí, tía de Aitana, en nombre de toda la familia.

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