Nueva Zelanda

Mundial de Rugby: El día que los All Blacks dejaron de serlo

El estallido del Covid, una iniciativa controvertida, la marcha de las franquicias bokkes a Europa, el atajo de Japón... Una concatenación de decisiones que ha cambiado el rugby neozelandés y mundial

Los All Blacks realizan la haka ante los Pumas.

Los All Blacks realizan la haka ante los Pumas.

Fermín de la Calle

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En estos días el rugby ejemplifica las sesudas investigaciones del matemático y meteorólogo Edward Lorenz, quien cotejó lo que ya advertía uno de los proverbios chinos más renombrados: "El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo". O lo que es lo mismo, el efecto mariposa.

La burbúja del rugby kiwi

El 7 de mayo de 2020 el presidente ejecutivo de New Zealand Rugby, Mark Robinson, confirmó que de acuerdo a lo estipulado por su Gobierno el rugby neozelandés se aislaba en burbuja inaugurando el Investec Super Rugby Aotearoa, que involucraría a las cinco franquicias de Nueva Zelanda que jugaban hasta entonces el Súper Rugby con australianos, africanos y argentinos. Así, Blues, Chiefs, Hurricanes, Crusaders y Highlanders arrancaron un torneo local a doble vuelta desarrollado por NZR junto con SANZAAR, sus clubes de Súper Rugby y la Asociación de Jugadores de Rugby de Nueva Zelanda, la NZRPA.

La decisión, unilateral y gubernativa, dejó cruzados en medio de la vía a australianos y sudafricanos, decidiendo estos últimos tomar una iniciativa transgresora y a todas luces fundamental para explicar lo que está ocurriendo en este Mundial y en el planeta oval en los últimos tiempos. Las franquicias sudafricanas del Súper Rugby emigraban al hemisferio norte para enrolarse en las competiciones europeas, que además se disputaban en una franja horaria más amigable para los aficionados bokkes.

Sin las potentes delanteras sudafricanas enroladas ahora en el litúrgico rugby del norte, cuando se superó la pandemia australianos y kiwis decidieron sumar a dos franquicias de las islas del Pacífico, Fijian Drua y Moana Pasifika, tratando de recuperar algo de competitividad. Pero ya nada ha vuelto a ser igual. Hoy, tres años después de aquella decisión, la resignación es el denominador común a la hora de explicar aquella decisión fatídica. El entrenador de delantera de los All Blacks, Jason Ryan, reconoce que la pérdida de los equipos sudafricanos del Súper Rugby ha tenido un impacto en el juego de delanteras de los países del sur y, más específicamente, en el de

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Los bokkes, en Europa

"Por mi experiencia puedo afirmar que siempre fue divertido y muy enriquecedor jugar contra los sudafricanos en Súper Rugby, debido a sus grandes paquetes de delanteros. Probablemente ya no hay ese tipo de exigencia que había antes en este torneo. Para ser sinceros, el Súper Rugby probablemente ya no sea lo que solía ser, aunque tampoco debemos utilizarlo como excusa. Tenemos que acertar con el trabajo en los entrenamientos. Es algo que aprendimos en el test previo al Mundial que jugamos en Twickenham ante Sudáfrica (que NZ perdió (35-7) ante los Springboks)". Y lo ratificaron ante la anfitriona Francia en el partido inaugural del Mundial, donde volvieron a ser derrotados (27-13).

Siguiendo con las teorías de Lorenz, se podría afirmar que los All Blacks se encuentran instalados en "un equilibrio inestable" que no antoja nada halagüeño para su selección en esta Copa del Mundo. Esa pérdida de competitividad en el Súper Rugby, que dominan con insultante facilidad tras la salida de los sudafricanos, ha generado un segundo efecto pernicioso para su rugby: un éxodo masivo de sus jugadores a Japón para llenarse los bolsillos con los generosos sueldos que pagan las empresas niponas en una liga amable con una exigencia menor a la que hay, por ejemplo en Europa. Además, los jugadores saben que usando el atajo de Japón solo se les excluye de la selección por periodos cortos, como que no ocurre a quienes cruzan el charco al Viejo Continente, que salen de la ventana de los All Blacks.

Defensa al hombre

Esa condescendencia competitiva ha derivado en un rugby menos exigente, sobre todo en el aspecto defensivo. Teoría que sostiene, entre otros, el mismísimo Ronan O'Gara, ex internacional irlandés que dirige actualmente a Stade Rochelais, vigente campeón de la Champions Cup europea y que además fue asistente en el staff técnico de los Crusaders, en la ciudad neozelandesa de Christchurch, con el que ganó dos títulos del Súper Rugby entre 2017 y 2019: "El problema con el que se encuentra ahora Nueva Zelanda es que defensivamente parece que todavía están defendiendo al hombre. Y dada la capacidad que tienen los equipos ahora para retener el balón, si sigues empujándolos hacia la banda, el rival tendrá demasiada posesión y podrá realizar muchos ataques con diferentes alternativas. Probablemente entonces tengan que defender a muchos jugadores con factor X".

Eso ha puesto inmediatamente el foco en el entrenador de defensa de los All Blacks, Scott MacLeod, cuyos sistemas muchos consideran "obsoletos" e incluso califican de "demasiado pasivos". Mientras los entrenadores de ataque (Joe Schmidt) y delantera (Jason Ryan) son respetados, hay una corriente de opinión que considera que el seleccionador jefe, Ian Foster, y el propio MacLeod, están anclados en el pasado y lejos de los técnicos que trabajan en el norte. No es de extrañar, por tanto, que Scott Robertson, el ya proclamado futuro seleccionador de Nueva Zelanda tras el Mundial, no haya mostrado interés alguno en mantener a MacLeod en su staff el próximo año.

Así llegan los All Blacks a la etapa crucial de un Mundial en el que la opinión pública, apoyada en los resultados, les ve un escalón por debajo del abrasivo rugby de los irlandeses y del expansivo juego de los franceses. Por no hablar de la superioridad física que está mostrando Sudáfrica con esa 'Bomb Squad', la unidad de banquillo con siete delanteros y un tres cuartos, que arrasa a sus rivales en las segundas partes. Unos delanteros a los que echan en falta en sus competiciones continentales unos All Blacks acomodados mientras en Europa se congratulan por haber integrado en sus competiciones a los bokkes disparando la dimensión física de sus partidos. Todo comenzó con el aleteo de aquella mariposa el 7 mayo de 2020, cuando Nueva Zelanda se blindó al mundo ante la pandemia y los All Blacks dejaron de ser lo que eran.