Real Madrid-Las Palmas (2-0)

Joselu y Brahim firman la victoria de un Madrid sin Bellingham

El equipo blanco doblega al Las Palmas en un festival de mediocridad y ocasiones perdidas. El astro tuvo descanso y no jugó ni un minuto.

Fermín de la Calle

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El Real Madrid ha fichado esta temporada seis jugadores. En realidad solo ha pagado por dos, Bellingham y Arda Güler, recuperando a dos emigrados como Fran García y Brahim y obteniendo la cesión de Kepa y Joselu. Mucha clase media y poco gol para una plantilla huérfana de pegada y excelencia en ataque. Sin embargo, ese fútbol opaco fue suficiente para vencer a un rival, Las Palmas, de una fragilidad casi ingenua (2-0). Un triunfo que llegó gracias a los goles de Brahim y Joselu, epítomes de este Madrid aburguesado en el que a falta de caviar se celebra la mortadela.

En el casting en que ha convertido Carlo Ancelotti el once madridista cada jornada buscando lo que no tiene, un delantero al que se le caigan los goles, se anunció en los carteles a Rodrygo, Brahim y Joselu para la faena ante Las Palmas. 

Un tridente alejado del glamour de épocas pretéritas como aquella BBC de Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo que resume perfectamente la realidad madridista en este curso. El brasileño desorientado en el nuevo sistema, el ariete combatiendo con tenacidad su falta de consistencia en el área y el malagueño ganándose la confianza que no tiene del entrenador. Todo ello sin Bellingham, que tuvo descanso.

La desesperación de Ancelotti

Los primeros 45 minutos sirvieron para delatar que además de brillo el Madrid ha perdido gol. Rodrygo desperdició una primera ocasión clara, Joselu hasta cinco clamorosas, y Brahim picó un mano a mano ante Álvaro Vallés que ni siquiera cogió puerta.

Ancelotti abría los brazos desesperado al ver cómo sus delanteros fallaban ocasiones una tras otras. Pero con estos bueyes tendrá que labrar Carletto esta temporada mientras revolotea por el Bernabéu la alargada sombra de Mbappé.

Enfrente el rival más accesible posible, una Unión Deportiva Las Palmas que nunca ha ganado en el Bernabéu. Buen pie y mejores intenciones, pero con menos consistencia defensiva que un flan. Algo que sirvió para ir incrementando la frustración de Joselu con cada ocasión que desperdiciaba. Y la de Ancelotti, al que nunca se había tan explícito en sus gestos ante los errores de los suyos: las manos a la cara, negando con la cabeza, resoplando de impotencia Y su equipo fallaba y fallaba y fallaba….

El 0-0 al descanso, ante un Vallés que se ganó la nómina en la primera parte, evidenciaba la vulgarización de este Madrid. Pero en la última jugada, la pelota le cayó a Brahim y el malagueño abrió el marcador con la derecha, su pierna mala. Más que un gol una liberación para Ancelotti, que se sentó aliviado en el banquillo ante el despropósito ofensivo de los suyos en la primera parte.  

La segunda comenzó con buenas noticias para el MadridUn centro de Rodrygo fue cazado por Joselu, que de cabeza, como no podía ser de otra forma, mandó la pelota a la red. Rabia en la celebración y justicia para el ariete, encomiable por su tenacidad, que le lleva a persistir por más que sus limitaciones a veces le jueguen malas pasadas. Anotado el gol, un elegante Ancelotti retiró a los dos goleadores para que recogieran una ovación resignada de su público. La cruda realidad dio paso a la ilusión, con Vinicius y Ceballos regresando de lesiones.

De la resignación a la ilusión

El 2-0 rebajó aún más las pulsaciones de un partido que no pasará a la historia del fútbol. Las Palmas movía la pelota con cierta intención y el Madrid correteaba a su alrededor entre bostezos. Los blancos han pasado del talento a la tenacidad, de la exuberancia a la resignación.

Un cambio de escenario que Carletto debe manejar con inteligencia en esta temporada en la que los mimbres son más rudimentarios, y dirige una plantilla desequilibrada en la que ni siquera sus alternativas tácticas invitan al optimismo.

Dicen las estadísticas, tan frías como el juego de este Madrid, que han ganado todo los partidos menos uno de la temporada. Pero aquel equipo emocional y vertiginoso cuyo frenesí le llevó hace dos temporadas a ganar la Champions más excitante de la historia atraviesa por unos días oscuros en el que su fútbol prosaico espanta cualquier atisbo de ilusión. 

Y un partido en el que Cristiano habría tratado de disparar su casillero de goles o Benzema habría dejado alguna picelada artística terminó siendo el primer día que Ancelotti ganó enfadado.