ESCÁNDALO FEDERATIVO

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Luis Rubiales

Luis Rubiales / JUAN MEDINA / REUTERS

Albert Guasch

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Luis Rubiales fue futbolista antes que presidente de la RFEF y uno de los equipos en los que jugó fue la Unió Esportiva Lleida, del que se marchó con una triquiñuela que estos días se recuerda en la capital del Segrià.

En verano del 2000, Rubiales, lateral zurdo y entonces con pelo, firmó por dos temporadas procedente del Mallorca B. "Vengo al Lleida porque es uno de los equipos más serios de la Segunda división y, por tanto, es un paso adelante muy importante para mi carrera”, dijo entonces, según recuerda el diario Segre a raíz de un hilo en redes sociales del periodista leridano Jordi Guardiola.

No fue una buena temporada para el equipo azul. Más bien mala, concluida con un descenso a Segunda B siete años después de haber competido en Primera y de haber ganado al Barça y al Madrid.

La carta de libertad

Ese descenso entristeció a la ciudad y al club, que se propuso recuperar la categoría al año siguiente. Contaba con Rubiales, quien entonces tenía 24 años. Pero Rubiales no contaba con seguir en el Lleida en Segunda B.

Avanzado el mes de agosto, con el campeonato a la vuelta de la esquina, el joven defensa comunicó al club que no podía cumplir con su contrato, que tenía que irse, que por favor le dieran la carta de libertad.

Amenazas telefónicas

El jugador aseguró que su mujer estaba recibiendo amenazas telefónicas y que ya lo había denunciado a la policía. “No puedo estar diez minutos más en Lleida”, dijo a los dirigentes del club, presidido por Antoni Gausí. Insistió sin ofrecer muchos detalles, hasta que la entidad leridana accedió a dejarle marchar. “Agradezco al club la comprensión que ha tenido con mi problema y que me haya dado la carta de libertad”, dijo.

Para perplejidad de los dirigentes leridanos, dos días después fue presentado como nuevo jugador del Xerez que dirigía Bernd Schuster. Según el Segre, llevaba ya una semana negociando con el club andaluz que militaba en Segunda A. Un fichaje que le salió gratis al club andaluz y por el que el Lleida no vio, por tanto, ni una peseta. De la denuncia a la policía nunca más se supo nada.