APUNTE
Chapapote de Rubiales
Mónica Marchante
Algo hay que agradecerle al todavía presidente de la RFEF. Con su esperpéntica alocución en Las Rozas, Luis Rubiales ha logrado algo que parecía imposible, unir de nuevo a la selección femenina al completo, a las que estuvieron en Australia y ganaron el título y a las que “sacrificaron” acudir a la selección por ser coherentes con su postura anterior.
Hace unos meses, cuando se filtró que 15 jugadoras se negaban a seguir acudiendo a la selección, sin ser ellas quienes lo contaron, se abrió una dolorosa brecha. El manido “divide y vencerás” cobró sentido, Rubiales y Vilda fueron una roca ante lo que muchos entendieron como una pataleta de unas niñas caprichosas que querían cargarse al entrenador, simplemente porque no les caía bien.
Entonces, gran parte de la opinión pública y mediática sentenció a las rebeldes mientras ellas guardaban silencio. Desde muchos medios ese silencio se interpretó de forma errónea, como si permanecer en silencio otorgase la razón a quien no la tiene.
Han pasado meses de aquello, algunas volvieron a petición propia a la selección por el Mundial, otras renunciaron a hacerlo y un tercer grupo quiso volver pero ya no pudo.
Silencio roto
El beso no consentido de Rubiales a Jenni ha logrado que las que se quedaron, las que volvieron, las que se sacrificaron y en definitiva todo el grupo, se una entorno a Jenni y haya roto un silencio que clamaba al cielo.
Desde Alexia “esto es inaceptable, se acabó” a Mapi León: “ No ha hecho falta pasar mucho tiempo para ver que lo que se exigía hace unos meses no era una simple pataleta (…) es inaceptable. Por todas las mujeres, contigo Jenni Hermoso”. O el tuit de Misa “Contigo más que nunca Jenni Hermoso, basta de mentiras, no estás sola. Y por no comentar lo de todas esas personas que aplaudieron”.
Una suerte de “Me too” en cascada con 53 jugadoras renunciando a volver a la selección que ha rematado la propia Jenni “en ningún momento consentí el beso que me propinó y en ningún caso busqué alzar al presidente. No tolero que se ponga en duda mi palabra y mucho menos que se inventen palabras que yo no he dicho.”
Después de esto, ¿alguien aún se atreve a creer que el beso, como cuando se partió el Prestige, eran “ unos pequeños hilitos”? De chapapote hasta arriba.
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