Getafe - Barcelona (0-0)

El Barcelona queda atrapado en una ciénaga

El equipo azulgrana se muestra incapaz de soportar la trampa del Coliseum en una noche en la que sufre las expulsiones de Raphinha y Xavi Hernández, desquiciados ante el obediente ejército de Bordalás

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Gündogan, tras sufrir un golpe por parte de Damián.

Gündogan, tras sufrir un golpe por parte de Damián. / Juan Medina / Reuters

Francisco Cabezas

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«Empezó por una equivocación».

Pocos han desnudado tan bien la sordidez erótica de la violencia como Bukowski, que utilizó ese puñado de palabras para dar comienzo a su trayectoria novelística con «Cartero». Esto iba de repartir. «Empezó por una equivocación». Y luego, ¿qué? Porque Raphinha soltó un guantazo a Gastón Álvarez en el minuto 42, castigado con la roja, permitiendo que el ejército del Getafe armado por José Bordalás no sólo se sintiera impune, sino satisfecho ante los resultados de su plan. Raphinha picó el anzuelo. Y Xavi Hernández, desesperado en el crepúsculo ante todo lo vivido, acabó también expulsado mientras proclamaba que aquello había sido «una vergüenza». Un grito en esa ciénaga en la que quedó atrapado el Barça en el inicio de la defensa del título.

Juego subterráneo

Ese primer acto que alargó diez minutos el desbordado árbitro de la batalla, Soto Grado –fueron nueve minutos más en el segundo– no encontró otro hilo conductor que el juego sucio. Que se empleara a fondo Damián Suárez, que ha hecho carrera con la estopa por bandera, no debía extrañar por mucho que Lewandowski pusiera cara de sorpresa cada vez que el defensor uruguayo le arreaba. Chocó mucho más ver a un chico de La Masia como Carles Aleñá adoptando con suma facilidad los bruscos postulados de Bordalás. Cuando los futbolistas se fueron a los vestuarios en el entretiempo, el técnico Xavi Hernández no dudó en reprochárselo de mala manera.

Mientras los jugadores caían, se recuperaban, y se volvían a caer –Gündogan tuvo que reponerse de un golpe en el bajo vientre propinado por Damián–, el balón era sólo un extraño invitado. Lo de menos en la trinchera.

Habrá quien piense que es demasiado pronto. Que las conclusiones, en realidad, no existen. Ni en el fútbol ni mucho menos en la vida. Todo puede cambiar, incluso lo que parece incuestionable. Sólo la muerte es indemne a ello.

Gavi comenzó la temporada como suplente. No hubo hueco para el jugador más visceral e irracional en ese cuarteto de centrocampistas con el que su técnico, Xavi Hernández, pretende seguir edificando su obra. 

Damián agarra de la camiseta a Abde.

Damián agarra de la camiseta a Abde. / Zipi Aragón / PIM

Gündogan, el ex capitán del Manchester City, es el fichaje estrella de la temporada y quien debe ofrecer calidad y determinación entre líneas. No debió entender nada de lo encontrado en Getafe. Oriol Romeu, físico, emocional, es el único ancla del equipo en la era post-Busquets, y supo adaptarse al barro. De Jong, ya en el grupo de capitanes, abarca demasiado campo, pero esta vez le costó tomar el pulso de un partido en el que el ritmo no lo marcaba el balón, sino los empujones. Y sin Pedri, ya se sabe, nada funciona. Sigue al ralentí, como en toda la pretemporada. A Gavi le tocaba aguardar para recuperar la ascendencia en un equipo que no puede prescindir de su nervio competitivo. Con el riesgo asumido de que en los camerinos la gestión de los egos es fundamental.

El ataque estático del Barça funcionaba a cámara lenta. Sin espacios por el centro, sin salidas por los extremos. Por la izquierda, nadie había. Y por la derecha, Raphinha, que estrenaba su estatus de indiscutible ante la huida de Dembélé, se dejó derrotar por todos los demonios del Coliseum, los ajenos, pero también los propios. Antes de ser expulsado por golpear a Gastón, como si estuviéramos en tiempos sin VAR, dispuso de la mejor ocasión barcelonista en el primer acto. Remató de primeras tras ser habilitado por Koundé, pero David Soria, primero, y el palo, después, negaron el gol.

Xavi Hernández, desesperado en la banda, entendió que debía buscar salidas al laberinto por la izquierda. Reparó en Abde, seguro de que no necesitaría a Christensen como central. Y fue precisamente el extremo marroquí quien trató de dar sentido a un gran pase de Pedri, aunque no hubo manera de colocar el botín.

El Getafe reculaba. Y Mata, en otra de las acciones sin sentido de la noche, y aun sabiendo que llevaba una amarilla en la mochila, se llevó por delante a ese Araujo reconvertido en carrilero en una zona donde nada debía pasar. Con media hora por delante, los dos equipos volvían a disponer de las mismas piezas en pie.

Polémica en el añadido

Expulsado Xavi, no podía haber más respuesta que la del adolescente Lamine Yamal. No hubo manera de cambiar nada, por mucho que Iglesias chutara al pie de Araujo en el área en un penalti que el árbitro negó por una mano previa de Gavi. Era ya el minuto 103 de una cruzada extenuante, pero también delirante.

El Barça se consumió en la nube de Bordalás. 

El campeón tosió sangre.