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JUAN ANTONIO SAMARANCH

JUAN ANTONIO SAMARANCH / EMILIO MORENATTI

José Carlos Sorribes

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Los claroscuros de la figura de Juan Antonio Samaranch han vuelto a emerger cuando han pasado más de 13 años desde su fallecimiento, el 21 de abril de 2010. El Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, según una sentencia del pasado mes de marzo a la que ha tenido acceso EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, ha confirmado que sus hijos Juan Antonio, actual vicepresidente del Comité Olímpico Español, y Maria Teresa están obligados a abonar 255.197 euros por el impago de su padre del impuesto sobre patrimonio, un cifra que podía haber aumentado en otros 800.000 euros si la inspección no se hubiera demorado tanto en el tiempo.

La resolución, recurrible ante el Tribunal Supremo, apunta a que el que fuera presidente del COI durante 21 años habría ocultado a la Agencia Tributaria un patrimonio valorado en más de 12 millones de euros al declarar que su residencia habitual, y fiscal, era Suiza y no España. En ese patrimonio se incluyen tres cuentas millonarias en Francia y Suiza y una colección de 1.600 obras de arte.

Si en España su figura goza de aprobación casi unánime por su labor al frente del COI cuando se concretó su deseo nunca ocultado de organizar unos Juegos Olímpicos en su ciudad, no es menos cierto que ese aplauso a la trayectoria de Juan Antonio Samaranch convive con otras facetas de su trayectoria vital mucho menos ejemplares.

Deportista en su juventud

Hijo de una familia de un industrial textil de Molins de Rei, se diplomó en el IESE a la vez que mantenía una variada actividad deportiva, aunque destacó como jugador y entrenador de hockey sobre patines. También llegó a ponerse los guantes de boxeador y a calzarse las botas de futbolista. Su pasión por el deporte le llevó incluso a ejercer de periodista del desaparecido rotativo 'La Prensa' en los Juegos de Helsinki en 1952. Tres años después ya era el jefe de la delegación española en los Juegos de Invierno de Cortina d’Ampezzo en 1956. No en vano su vinculación al régimen franquista venía de lejos.

Samaranch, con la antorcha olímpica

Samaranch, con la antorcha olímpica / Archivo

Estrechos vínculos con el régimen franquista

Desertó del bando republicano durante la guerra civil y se pasó al bando nacional. Afiliado a la Falange, ostentó diversos cargos políticos durante el franquismo: concejal de Deportes del Ayuntamiento de Barcelona (1954), delegado nacional de Educación Física y Deporte -en la época del famoso eslógan del ‘Contamos contigo’ para incentivar la práctica deportiva- procurador en las Cortes franquistas desde 1964, presidente de la Diputación de Barcelona en 1973…

Cuando falleció el dictador, durante la Transición impulsó sin éxito un partido político, Concordia Catalana, que acabó integrándose en la UCD de Adolfo Suárez. El hecho significó su despedida de la vida pública española con su nombramiento como embajador en la Unión Soviética en 1977. Ahí puso los cimientos y los contactos del que era su gran objetivo: convertirse en presidente del Comité Olímpico Internacional.

En la cumbre del olimpismo

Juan Antonio Samaranch entró en el COI en 1966 y dos años después ya estaba en su comisión ejecutiva. Cuando fue designado el primer embajador español tras la muerte de Franco en la Unión Soviética llevaba tres años como vicepresidente del organismo. Los contactos que hizo en Moscú en el bloque del Este le auparon a la presidencia del COI, como sustituto de Lord Killanin, en julio de 1980, poco antes del inicio de los Juegos.

Durante 21 años estuvo al frente de un organismo al que le quitó el polvo de tantos años de inmovilismo y sometió a una absoluta revisión. Empezó con el objetivo decidido de lograr la unión del olimpismo para acabar con los boicots vividos en Moscú-80 y Los Ángeles-84.

Igual de relevante fue la recuperación económica de la bancarrota en que se hallaba el COI, a partir de patrocinios globales, y culminó su revolución con la apertura a los deportistas profesionales, como quedó de manifiesto con la aparición de la NBA en Barcelona-92. Los Juegos se habían convertido, bajo su mandato, en el fenómeno más relevante del planeta. 

El 17 de octubre de 1986, llegó el gran día en que pronunció la famosa “Barsalona” que concedió los Juegos a la capital catalana. La designación, que con toda seguridad no hubiera sido posible sin su presencia en el COI, no solo transformó la ciudad sino que llevó al deporte español a la modernización.

Samaranch había anunciado la decisión del COI en Lausana poco antes.

Samaranch había anunciado la decisión del COI en Lausana poco antes. / Archivo

Los trapos sucios del COI

La dimensión que alcanzó el marqués de Samaranch, título nobiliario otorgado por el rey Juan Carlos en 1991, como incuestionable pilar olímpico quedó, por lo tanto, como la gran herencia de su legado, maquillando sus vínculos con el franquismo.

Ese crecimiento imparable del movimiento olímpico también significó el peor momento del mandato de Samaranch: un grave escándalo de corrupción. Salt Lake City fue designada sede los Juegos de Invierno en 2002 y poco antes de los Juegos se descubrió el pago de comisiones y regalos valorados en un millón de dólares a miembros del COI. El caso se saldó con una decena de dimisiones y expulsiones. El propio Samaranch, que reconoció haber recibido regalos, tuvo que declarar durante cinco horas ante el FBI y el Departamento de Justicia el 1 de febrero de 2000.

El año siguiente, el dirigente no se presentó a la reelección y un día antes de cumplir los 81 años se convirtió en presidente de honor vitalicio del COI, un organismo en el que, como recordaron algunos medios en su obituario, en el que nunca tuvo un sueldo asignado.