UN SOFÁ EN EL CÉSPED

Real Saciedad

El Barça festeja su Liga: "Presi... no estamos tan mal", le dijo Xavi a Laporta

Busquets levanta la copa de campeón de Liga junto al resto del equipo

Busquets levanta la copa de campeón de Liga junto al resto del equipo / JORDI COTRINA

Josep Maria Fonalleras

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La semana venía marcada por la lección de fútbol soberana que el City de Guardiola propinó al Madrid de Ancelotti. Como leí no sé dónde, lo que más duele al madridismo no es perder, sino que después llegué Guardiola y les explique por qué perdieron. Ese volante de más, un pivote avanzado, un medio campo más poblado. Bueno, todo eso que dice Guardiola. Y los culers, retorcidos de placer de manera vicarial, gracias al festival de goles y juego en el Etihad Stadium, aunque luego llegara Mourinho para interpretar al Mourinho de siempre: “En la Roma no tenemos suplentes de 80 millones de dólares”.

Mi amigo Jordi Bosch, en el Diari de Girona, escribía sobre unos conocidos argentinos que disfrutaban más de la derrota del rival que de las propias victorias. Me descubría el término Schadenfreude, “el sentimiento máximo de satisfacción provocado por la desgracia o el sufrimiento ajenos”. De eso trataba la semifinal del miércoles, y también de la revalorización inmediata de una Liga que habría parecido descafeinada si el Madrid hubiera llegado (ganándola, por supuesto) a la final.

Relajados, pues, y cansados de tanta rúa y tanta cena y tanta celebración, los azulgranas, se plantaron en el césped, a los acordes de Guns N‘ Roses, para bailar un minué que Mateu Alemany contemplaba desde el palco después de haber interpretado el papel del hijo pródigo en una versión sui generis en la que vuelve a casa sin apenas haber cruzado el umbral para irse. Ciertamente, este club es un auténtico vodevil, una ilusión, una sombra, una ficción sin base real, en la que cabe la parafernalia del minuto 10 para reclamar el sueño de Messi y también la práctica imposibilidad de hacer frente al “fair play” financiero, más aún si, como parece, los ingresos por el exilio en Montjuïc, sumados a los gastos por jugar en el Lluís Companys, sumados a la defección de la afición por el precio de los pases de temporada, nos dan el resultado de alargar todavía más la agonía presupuestaria.

Pero bueno. Se trataba de pasar el trámite para llegar a la fiesta. El Barça (podríamos consultar la hemeroteca), en cuanto se ve campeón se relaja hasta extremos inauditos. Es normal, por supuesto, les pasa a muchos (pero no tanto), e históricamente solo se ha competido de verdad cuando en el paisaje después de la batalla se vislumbraba una Champions o vete a saber qué récord a batir. Esta Liga ya ha saciado, realmente, el hambre azulgrana. Ahora, dieta para poder hacer frente a los equilibrios y los descalabros del “mercato”.

No existió la voluntad estética y ética de querer alzar la copa de la Liga después de un triunfo. ¿Para qué? Era solamente el aperitivo amargo previo a la euforia. ¿Euforia? Bueno, poquita. Nada que ver con los fastos de antaño. Como mucho, un Xavi peripatético lanzando piropos a Laporta y un Busquets desatado en la grada de animación, como prolegómeno al adiós definitivo en la tarde de las elecciones. Cantaban “Només entrar a la grada, em vaig enamorar”. A ver cómo suena Un dia de partit en un Olímpic a rebosar de turistas. 

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