Atletismo

El atleta García Romo, o cómo superar un récord de Abascal que tenía durante 40 años

El joven atleta salmantino, becado en una universidad estadounidense, supera en 77 centésimas el registro español de la milla 'indoor' que figuraba desde 1983.

Mario García Romo

Mario García Romo / CSD

Gerardo Prieto

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Casi 40 años ha aguantado el récord 'indoor' de la milla (1.609 metros) que José Manuel Abascal logró en East Rutherford en 1983, en una improvisada pista de madera. Mario García Romo es desde el pasado fin de semana su digno sucesor en la tabla de récords españoles por un margen de 77 centésimas, 3.51.79, un registro de relumbrón logrado en los míticos Millrose Games, que hasta 2010 se disputaban en el Madison Square Garden y han vuelto a su antigua sede del Armory, también en Nueva York.

No son pocas las coincidencias entre ambos talentos deportivos, incluso tras cuatro décadas. El tartán, la dieta y las zapatillas han cambiado, supuestamente a mejor, aunque, afortunadamente, el factor humano prevalece y algunas cosas parecen inalterables.

El mediofondo y fondo español se ha nutrido siempre o casi siempre del medio rural y parece que la tradición continúa. El primer ganador de la Behobia, Juan Muguerza, era de Elgoibar, y a Antonio Amorós, que militó en el Espanyol de atletismo, se le conocía como el 'Galgo de Caudete'; Mariano Haro se ganó el apodo del 'León de Becerril ' y Juan Carlos Higuero el de 'Aranda', Carmen Valero nació en Castelserás, aunque su carrera deportiva se desarrolló en Sabadell, y Fermín Cacho tuvo que bregar con un apodo, el 'Tarzán de Ágreda', que no le entusiasmaba pero que señalaba también su origen. Abascal y García Romo también son de pueblo pero les une, además del récord, el hecho de haber tenido que cruzar el charco para conseguirlo.

Atletas de pueblos pequeños

Abascal se crió en Alceda, un 'puebluco' montañés a orillas de Pas. Su característico estilo de carrera, con el tronco levemente inclinado hacia adelante, reflejaba la postura del ganadero pasiego subiendo a la braña con el cuévano a la espalda. El trabajo duro, un internado posterior en Zaragoza y la tutela del 'mister' Gregorio Rojo en Barcelona, hicieron del cántabro un atleta rocoso e infatigable, un fijo durante los años 80 en las giras 'indoor' que se organizaban en Estados Unidos, lo suficientemente premiadas como para atraer a la élite mundial. En 1983, un dólar se cambiaba en 150 pesetas, cuando se pagaban 50 por un café.

El bronce del pasiego en el podio de 1.500 de Los Ángeles-84, acompañando a Sebastian Coe y Steve Cram, lo convirtió en el objetivo de muchos organizadores estadounidenses, que fiaban a la milla como evento estrella. Un público entusiasta llenaba el Garden o el el Forum de Los Ángeles, en donde se instalaba provisionalmente una pista de madera que vibraba como un tambor durante las carreras. El circo atlético bajo techo se movía en enero de costa a costa, finalizando en febrero en California. Algunos recintos eran tan estrechos que a los velocistas se les frenaba con una soga al cruzar la meta.

De Villar de Gallimazo

García Romo era uno de los cuatro alumnos en la escuela de Villar de Gallimazo, un pueblo salmantino que en 1950 registraba 700 vecinos y ahora no llega al centenar. No daba para un equipo de fútbol y Mario se aficionó a correr. La España vaciada también tiene sus ventajas. "Vivir en el pueblo y ser el hijo de un albañil y una limpiadora hizo que mi educación fuese la humildad, trabajar duro y ser agradecido", resumía el atleta castellano para explicar su éxito en una entrevista publicada en el diario 'Sport' tras su plusmarca nacional en Nueva York.

Gracias al estímulo de su hermano mayor, Jaime, Mario consiguió una beca en la Universidad de Mississippi (Ole Miss) a los 19 años. Con 23 y con estudios en bioquímica, su intención ahora es establecerse en la altitud de Boulder (Colorado) y seguir colaborando con su hermano, un consultor técnico que trabaja para una empresa suiza de material deportivo.

 La gran diferencia, quizás, entre ambos atletas radica en que Abascal triunfó en Estados Unidos con billetes de ida y vuelta y García Romo, de momento, solo con el de ida, representando como pocos el éxito de la diáspora estudiantil española que suma casi 200 atletas de élite becados en la universidades estadounidenses, un fenómeno sociológico y deportivo digno de estudio.