Una competición en auge

A 100 kilómetros por hora en el catamarán de Jordi Xammar

España compite con barco propio en la nueva Fórmula Uno del mar, o SailGP, donde se vuela sobre el agua, una especialidad que ha revolucionando el mundo de la navegación.

SailGP: barco español 'Victoria'

SailGP: barco español 'Victoria' / SAILGP

Sergi López-Egea

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Jordi Xammar está al volante del F50. Que nadie crea que el periodista ha enloquecido y ha confundido un barco con el Air Force o con un bólido de Fórmula Uno. Bajo la fibra de carbono del catamarán español las aguas del Golfo Pérsico parecen un lago. En el puerto está el asfalto de Dubái y en el horizonte la costa iraní. Es domingo. Es tiempo de SailGP, de vela, de una competición que es algo así como la F-1 marítima, la disciplina donde los barcos parecen volar más que navegar.Llega la última de las seis regatas previas a la final.

Xammar coloca el barco español, que se llama 'Victoria' en honor a Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano y que anteriormente pilotó el equipo chino, el último de la fila, como si quisiera aprovechar el rebufo de sus ocho rivales. Toca los botones del volante, porque en el F50, en SailGP, no hay ni timones ni se navega por nudos siguiendo la vieja tradición de la vela más clásica, sino se lleva un volante a bordo y se vuela sobre el mar a casi 100 kilómetros por hora. Definiciones para popularizar la disciplina con términos mucho más comprensibles para el público en general que nunca ha navegado y hasta ahora no se había interesado por este deporte.

Hasta la última de las dos jornadas de competición la experiencia en Dubái había sido esquiva para el catamarán español, últimos el sábado cuando el viento no solo desapareció sino que ni siquiera había una brisa que permitiera olvidarse del bochorno y de los más de 30 grados que castigaban a los aficionados que seguían la regata en la costa de los Emiratos Árabes.

Pero ahí está Xammar, ayudado por sus siete compañeros. Allí está Xammar, tal cual estuviera al mando de un fuera borda con el mejor de los motores de combustión, superando a todos sus rivales, como si el barco fuera su tesoro y Dios su libertad para colocarse el primero, sin ningún cañón de por banda, y para que los foils impulsen la nave como si fuese más aérea que marítima, y para ganar por primera vez una regata. Todos abrazados; por fin un triunfo que haga soñar al equipo español que australianos, neozelandeses, canadienses, estadounidenses o franceses, no están tan lejos de su instinto devorador de victorias.

El catamarán español pasa junto la tribuna de espectadores ewn Dubái

El catamarán español pasa junto la tribuna de espectadores ewn Dubái / SAILGP

La competición vive su tercera temporada. Aproximadamente cada dos meses se celebra una regata de SailGP, en una nueva especialidad, que si bien es cierto no acaba de gustar a los más puristas de la vela -eso de los kilómetros por hora o el volante choca con las tradiciones que defienden desde que eran niños- está resultando todo un éxito vía streaming y sobre todo cautiva a chavales que antes no veían una competición de vela ni por asombro.

Hay adelantos en las boyas, interiores dignos de las curvas de los mejores circuitos, donde el barco parece derrapar sobre el mar, cámaras en los veleros que muestran el trabajo de los tripulantes, desde la conducción, que hace Xammar en el caso español, pasando por las consignas que le dicta Paula Barceló, sin olvidar la labor de Diego Botin, encargado del vuelo sin motor, o de Florian Trittel que mueve unas alas que parecen arrancadas de un Airbus (son velas duras y no blandas), o de Joel Rodríguez y Joan Cardona que mueven los 'foils' como si pedaleasen con las manos.

España se incorporó a la competición el año pasado al coger la plaza del conjunto chino. Fue entonces cuando pintaron al catamarán de rojo y lo bautizaron como 'Victoria', porque ellos también iban a dar la vuelta al mundo, como hicieron en el pretérito Magallanes y Elcano. Poco después se incorporó Xammar, medallista en Tokio, al frente de un bloque de navegantes, escogido por él, el más joven en SailGP, que está formado exclusivamente por regatistas que compitieron en la última cita olímpica y que compaginan el trabajo en el F50 con la preparación para los Juegos de París 2024, con la ciudad de Marsella escogida como sede del campo de regatas. Xammar y Cardona consiguieron sendas medallas olímpicas de bronce en aguas japonesas.

España adelanta a Suiza, en Dubái.

España adelanta a Suiza, en Dubái. / SAILGP

Todos coleccionan títulos mundiales y europeos, platas o bronces recogidos en mares de medio mundo. Son la flor y nata entre la élite mundial de la vela, los que se encomiendan a la conducción de Xammar como si el barco rojo español fuese el Ferrari de Carlos Sainz. O los que van atados mientras se mueven de babor a estribor, que por ahí aún se conserva el lenguaje marítimo más purista, para girar, aprovechar las ráfagas de viento o inclinar el F50 al compás de los 'foils'.

La vida en el mar

Y es que la vida en el mar no resulta fácil, entre viajes y competición olímpica, unas veces en Canarias, en Santander y otras en medio mundo. Apenas un par de días en casa, como Xammar que vuela desde Dubái, vía Madrid, a Granada donde vive con su mujer. Porque no solo es navegar. Una grúa levanta el F50 y lo deja en aguas del puerto de Dubái. Previamente, el equipo español, como han hecho todos sus contrincantes, habrá montado el barco. Y luego, cada día, al terminar los entrenamientos o las regatas, hay que limpiarlo, con agua y con jabón. Porque aquí todos son iguales, no hay trucos, ni ingeniería que esconder a los rivales. Cuenta la habilidad, porque es como si todos condujeran el mismo coche en la Fórmula Uno.

"Aquí hay que volar, hay que intentar no tocar el agua, pero ahora cuando a mis viejos amigos del cole les digo que compito a 99 kilómetros por hora, que es la máxima velocidad que alcanzan estos barcos, ellos lo entienden, porque cuando les decía que iba a 53 nudos no se enteraban de nada", explica Xammar antes de ponerse el casco y comenzar a navegar.

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