El Bayern acompleja al Barça exhibiendo su superioridad

Pronto se marcha de la Champions el Barça y de muy mala manera despidió su participación en su casa del Camp Nou. Ganó al peor del grupo, que aún no ha puntuado, y aquella goleada al Viktoria (5-1) salvaguarda el tercer puesto y el acceso a la Europa League: empató con el Inter, con el que debía lidiar la clasificación, y cayó vencido, claramente vencido, con el representante de la aristocracia a la que un día, lejano ya, perteneció el Barça.

No fue nada más que otra ducha de realidad, de esas de chorro intenso y helado. El fútbol dejó en su lugar al Barça y convierte en palabrería barata todas las lecturas que se han hecho sobre el verdadero nivel del equipo: inferior al de los equipos de la Champions. Ha perdido contra el Bayern (dos veces), el Inter y el Madrid.

El Bayern marcó en dos ataques sin que el Barça hubiera chutado siquiera.

Sin Neuer, Müller ni Sané

Tan prematuramente abandona el torneo el Barça como temprano empezó a digerir la derrota, con un gol en el primer ataque (m. 10) y el remate a la media hora sin que el equipo de Xavi hubiera chutado siquiera al marco de Ulreich, el suplente de Neuer. Tampoco estaban Müller ni Sané. No les necesitó Nagelsmann. Nadie les echó de menos. El máximo esfuerzo de los azulgranas, innnegable, irreprochable, solo les permitió combatir con dignidad. Se marcharon impotentes, plenamente conscientes de su inferioridad como equipo.

El triunfo del Inter redujo al mínimo la relevancia del resultado, apenas al orgullo deportivo de vence al peor rival europeo de la historia (uno de los pocos equipos, junto con el Liverpool, antes quienes el Barça tiene un balance negativo) y el dinero que reportan los tres puntos, los 2,8 millones que habrían hecho feliz a Eduard Romeu, el vicepresidente económico, visto el descalabro que supone la eliminación.

Superioridad física y estadística

La superioridad estadística del Bayern (10 victorias en 14 encuentros) se observó en la futbolística. El presente avala el pasado. Jugó el cuadro alemán con una claridad de ideas propia de un grande ya maduro al que le da igual el campo en el que esté. El Camp Nou albergó la mejor racha de imbatibilidad de la Champions. Ahora, con Xavi al frente, solo ha ganado uno de los seis que ha dirigido el míster egarense.

Más rápidos, más fuertes y más altos eran los once del Bayern y, además, fueron más sabios y más diestros moviendo el balón.

Más rápidos, más fuertes y más altos eran los once del Bayern y, además, fueron más sabios moviendo el balón y exhibieron una mayor destreza. El 4-2-3-1 que dibujaron se reveló tan ofensivo como cualquier otro sistema: todo depende de su aplicación y el espíritu que se instruye para desplegarlo en el césped.

El mantra de que el Barça no mereció perder en Múnich dejó de tener validez alguna. Ni como excusa, visto lo visto en la paridad de condiciones, con bajas y lesionados en ambos lados y con una menor motivación igualada: unos estaban clasificados y unos estaban eliminados.

El factor campo, con una hinchada de comportamiento intachable, amnésica con el 0-2, ni siquiera pudo compensar la diferencia de lo amplia que es la distancia actual. Sirvió, eso sí, para que el equipo no bajara los brazos y fuera a muerte a cada duelo, aunque los perdiera uno tras otro. La rendición habría provocado una catástrofe que asusta solo de pensar en ella. Solo hubo 800 personas menos que desistieron de ver al Barça eliminado (84.016) respecto a las que acudieron el domingo ante el Athletic (84.817).

Hubo errores individuales, claro. Como en todos los partidos. Bellerín rompió las dos veces la línea del fuera de juego que habilitó a Mané y Choupo-Moting en jugadas nacidas en la banda contraria. Dos ataques celéricos, mortales, que abrieron en canal a la zaga azulgrana, en sendos uno contra uno con el delantero frente a Ter Stegen.

Nada más anularse el 0-3 por fuera de juego, Xavi introdujo dos cambios y retocó el sistema que tan bien había funcionado con el Athletic con Pedri de extremo. Le retiró a él y a Busquets y ordenó un doble pivote Kessié-De Jong con Ferran por delante en el vértice de un imaginario triángulo. Ni así se alteró el Bayern, que se desplegó, además, con una entrega digna de admirar.

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