EL TOUR DESDE EL SOFÁ
"¡Es humano, es humano, no se va!", pero gana de calle
Los locutores mostraban su sorpresa (casi crítica) por el hecho de que el inmenso Pogacar no ganase de calle en el Col du Portet, pese a que su nueva exhibición fue tremenda
El joven esloveno llenó las televisiones del mundo entero del más puro ciclismo, pese a no tener necesidad alguna de arriesgar ni un solo minuto de los muchos que les lleva a sus rivales
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Emilio Pérez de Rozas
Bueno, sí, igual la última tanda de penaltis, el último lanzamiento de la final de la Eurocopa, esa parada de Gianluigi Donnarumma, que le da el triunfo, la corona, a Italia y él ni se entera, puede tener un puntito de emoción e incertidumbre a vivir la etapa reina del Tour, la madre de todas las batallas (aunque mañana queda el Tourmalet ¡palabra mayores! y Luz Ardiden), sentado en el sofá de casa, viendo como la ‘serpiente multicolor’ se va haciendo añicos y comprobando que la cabeza del reptil, el esloveno Tadel Pogacar, el mismo niño que, el pasado año, con solo 21 años, provocó la admiración del mundo entero gana, por vez primera esta año, de amarillo, una etapa en la cima de una montaña ¡que montaña!, lo que menos le gusta a Christian Prudhomme, director del Tour, que prefiere verlos ganar abajo.
Pogacar, el más humano
No deja de tener gracia que tanto por la tele como por el auricular de la radio, oigas a gritos a los comentaristas y expertos decir que Pogacar “¡es humano! ¡es humano!”, y que “¡ya no se escapa como la primera semana!”, y que siquiera puede escaparse en solitario “¡no puede, no puede!” porque, en efecto, le aguantan los tirones, a 8.4 kilómetros de la meta, de la cima del temible Col du Portet (16 kilómetros a 9% de pendiente media), a 8.0 kms., a 5.3 kms., a 2.2 kms. e, incluso, a 1.2 kms, cuando el ecuatoriano Richard Carapaz, que se ha hecho el enfermo, el ‘empajarado’, durante la última parte de la ascensión arranca y trata de irse, dejando, aunque vuelve, vuelve, al temible danés Jonas Vingegaard.
No deja de ser curioso e increíble que estén reclamando, cariñosamente, que Pogacar sea ‘Superman’ (no López, el de la kriptonita), cuando, en realidad, lo que nos está regalando a todos, sentados en nuestro sofá, es espectáculo del bueno. Ese chico, que le saca más de cinco minutos a todo el mundo, pudo haberse conformado, consolado, con cualquier cosa hoy y lo que hizo fue ser el auténtico protagonista de la etapa, de la carrera, gastando a su equipo y, al final, haciéndoles el trabajo a Carapaz y Vingegaard, de acuerdo, fantásticos, portentosos los dos, pero acompañantes del humano.
Sin fiesta en Francia
Las exclamaciones de todos los comentaristas y expertos a lo largo de la retransmisión de la madre de todas las batallas tenían un único mensaje: “Esta etapa debe acabar con una gran victoria de un grande”. Y todos, desde Alberto Contador, ganador de dos Tour, hasta Juan Antonio Flecha, pronunciaban el nombre de Pogacar, al que se le exigía, insisto, sin necesidad alguna (el esloveno ya tenía ganado el Tour, ya demostró la primera semana ser demasiado bueno para el resto del pelotón, venía ganador y se va ganador), que hiciese la exhibición que todos nosotros esperábamos desde el sofá. Gratis.
Por eso no deja de ser curioso, hasta sorprendente, que cuando alguien se comporta, corre, se exhibe, con la autoridad y dominio que demuestra Pogacar, la mayor crítica que recibe (repito, con cariño, sí) es que hoy, en la pared del Col du Portet, ha demostrado que “¡es humano!”, que “no está como la primera semana” y que “no ha podido dejar a sus acompañante”. No los dejó, pero demostró, sin necesidad, simplemente por el placer de demostrar que no hay nadie que le tosa, que es el presente y el futuro de este deporte.
Muchos pensaron, cuando vieron escapados a tres franceses a 80 kilómetros de meta (Anthony Turgis, Dorian Godon y Anthony Pérez), que un francés ganaría, por fin, en la fiesta de Francia, un 14 de julio, recordando la toma de la Bastilla (1789). Pero no, la historia en Francia, perdón, en el Tour la escribe un esloveno llamado Tadej Pogacar, el humano.
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