BARRACA Y TANGANA

El Fútbol de Verdad

La Navidad de Verdad termina cuando dejas la mesa de los pequeños y te sientas en la de los mayores. Ahí aún no lo sabes, pero ahí ya estás perdido

SUNDERLAND  ENGLAND - DECEMBER 18   Bolton Wanderers supporters dressed as Santa Claus watch from the stands during the Barclays Premier League match between Sunderland and Bolton Wanderers at Stadium of Light on December 18  2010 in Sunderland  England   (Photo by Matthew Lewis Getty Images)

SUNDERLAND ENGLAND - DECEMBER 18 Bolton Wanderers supporters dressed as Santa Claus watch from the stands during the Barclays Premier League match between Sunderland and Bolton Wanderers at Stadium of Light on December 18 2010 in Sunderland England (Photo by Matthew Lewis Getty Images) / Matthew Lewis

Enrique Ballester

Enrique Ballester

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Dicen que la lotería es el impuesto de los tontos, así que no tengo más remedio que pagarlo, así que abonar mi cuota anual es lo que me corresponde de un modo consecuente y legítimo. En realidad la lotería me recuerda algo más simple: a la Navidad de cuando era niño, que a su vez es la única Navidad digna de llamarse Navidad de Verdad, con nombre y apellido. Al día siguiente del sorteo cogía el paginón doble de resultados en el periódico y las papeletas de la familia, e iba buscando los números por las interminables filas. Me gustaba, era un entretenimiento antiguo e inofensivo, como anotar en una libreta los goles que escuchaba en el Carrusel de la radio, o clavarte las esquinas de los cromos en las yemas de los dedos, un pasatiempo infantil y sencillo. 

Lo de la lotería lo hacía siempre en casa de mi abuela Araceli porque en Navidad íbamos a Zaragoza, donde aún vive la mitad de mi familia. Lo de ahora no lo puedo llamar Navidad, ya desde antes del coronavirus: no hay viaje en carretera, no hay parada en un bar para comprar un recopilatorio de villancicos, no hay desvío al llegar a la gran ciudad para ver las luces de El Corte Inglés –que de eso en Castelló no teníamos–, no hay sopa en casa de mi abuela porque no hay abuela, no hay fotos de cuando éramos niños ni recuerdos de la mili de mi padre ni de las bodas de mis tíos, y no hace falta que siga porque ya entendéis lo que os digo.

La Navidad de Verdad termina cuando dejas la mesa de los pequeños y te sientas en la de los mayores. Ahí aún no lo sabes, pero ahí ya estás perdido. Ahí se acaba lo bueno de una forma más precisa y veraz que con la mayoría legal de edad, el carnet de conducir o el selectivo. En la mesa de los pequeños observaba la capacidad infinita de mis primos para comer gambas y langostinos, pero yo casi no comía porque me da mucha pereza pelar gambas y langostinos. Considero que el esfuerzo no compensa y me pasa aún con la mayoría del marisco, pero esto no lo suelo decir en público por si tengo una novia gallega algún día.

El fútbol nos espera siempre

Lo mejor de la casa de mi abuela era una pelota de plástico, una simple pelota amarilla. Estaba siempre en el paragüero, junto a la puerta de la entrada, sospecho que estuvo allí durante siglos. La pelota iba perdiendo aire, pero año tras año sobrevivía. La casa de mi abuela tenía además un pasillo larguísimo, así que a veces nos juntábamos cuatro o cinco personas jugando allí partidos, dándonos calor en aquel corredor estrecho y frío.

Calculo que jugué durante más de dos décadas en ese pasillo. Cambiaba yo, cambiaban los demás y cambiaba todo excepto el paragüero, la pelota y el pasillo. Pienso que esa es la mayor virtud del fútbol y de nuestro equipo. También hoy en día, en esta Liga sin gradas, en estos meses tontos que propician el desapego de muchos hinchas que se cansan, que dicen que les cuesta ver fútbol, que a veces ni siquiera ven los partidos de su equipo. Que no les apetece y están hartos y aburridos, pero no pasa nada, que nadie se preocupe porque el fútbol tiene sus defectos, pero nos espera siempre como un viejo amigo; el Fútbol de Verdad, con nombre y apellido, el pasatiempo antiguo y sencillo. Y cuando se vuelve, a diferencia de la Navidad, disfrutar como un niño sigue estando permitido.