la muerte del astro

Maradona y una Argentina de desmesuras

El velatorio de la estrella ofrece imágenes y actitudes que reflejan el desgarro actual del país

La multitud se agolpa ante el vehículo con feretro de Maradona.

La multitud se agolpa ante el vehículo con feretro de Maradona. / periodico

Abel Gilbert

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La muerte de Diego Armando Maradona ha dado luz de inmediato a su segunda vida como mito. Ya lo era en 1986. Pero como un mito de cuerpo presente. Un cuerpo superado que parecía anunciar su triste final. Los argentinos quisieran aferrarse para siempre al Diego esplendoroso, porque les recuerda esa porción de tiempo en que fueron felices gracias al fútbol. Y para dar prueba de ese anhelo, los que lleguen a Buenos Aires desde el cielo, al aterrizar en el aeropuerto internacional de Ezeiza se encontrarán pronto con un Dios de bronce. "Tendrás tu estatua",  prometió en su mensaje fúnebre el magnate Eduardo Eurnekian que administra esa terminal.

La ciudad de Buenos Aires ha sido escenario de multitudinarios entierros: el de Carlos Gardel, en 1935, el de Eva Perón, en 1952 y el de Juan Domingo Perón, en 1974. Pero ninguno de estos acontecimientos se desquició. La despedida popular de Maradona quedó opacada por lo peor que tiene el deporte en este país: la barra brava del fútbol. Pero antes de que esos matones tomaran la sede presidencial donde se velaba al astro, afuera del palacio, la interminable fila de dolientes se rompía en medio de enfrentamientos con la policía. Los incidentes podían olerse en el aire antes del primer balazo: una ceremonia de 10 horas pronosticaba una frustración enorme. Desde el momento en que la procesión dejó de avanzar se encendió la chispa del caos.

Empleados de la funeraria fueron despedidos después de fotografiarse con el cadáver del ídolo y divulgar la imagen por redes sociales

El Gobierno descargó responsabilidades en la familia de Maradona por su empeño en realizar una ceremonia breve cuando, en rigor, no hubieran alcanzado tres días, como si se tratara de un funeral de Estado, para recibir a todos los que habrían querido decirle adiós a su ídolo.  Y eso solo lo podía haber decidido el presidente Alberto Fernández. No lo hizo. En cambio acusó a la policía, que la manejan las autoridades capitalinas, integrantes del espacio opositor de derecha, de haber reprimido con una saña innecesaria. "Lamento lo que pasó, fue muy triste", dijo. "Debimos haber previsto la presencia de barrabravas".

Fernández inició su mandato con 40% de pobres. La pandemia y la crisis han agudizado dramáticamente las carencias. Y fueron esos pobres los que masivamente quisieron despedirse de Maradona que resultaron apaleados por policías tan pobres como ellos. Como era de esperar, un abogado cercano a la oposición, ha denunciado penalmente al presidente por "abuso de autoridad" al haber permitido reunir multitudes en medio de una pandemia que ha infectado a 1,4 millones de personas de las cuales fallecieron casi 40.000 por covid-19.

El dolor y el espectáculo

En este contexto se ha colado también la lógica del espectáculo y el morbo. Se habló sin fundamento de que lo embalsamarían como pedido póstumo de Diego. Algunos medios de comunicación explotan interpretaciones del deceso en clave de novela policial. La fiscal Laura Capra informó que las cámaras de seguridad determinaron que las ambulancias llegaron casi de inmediato. El apoderado del '10', Matías Morla, había dicho lo contrario. Incluso se atrevió a hablar de una "criminal idiotez". Hasta el momento no existen evidencias de hechos dolosos.

La frivolidad no podía estar ausente y entonces también se discute a cuál de sus mujeres quiso más Maradona: Claudia Villafañe, la madre de sus dos primeras hijas, Dalma y Gianinna, Verónica Ojeda, con quien el ídolo tuvo a su último hijo, el pequeño Dieguito, o la última pareja, la ex futbolista Rocío Oliva, que lo acompañó en Dubai y su aventura en Sinaloa y coprotagonizó con él varios escándalos. Ella no pudo asistir al velorio ni el entierro. "Toda la maldad que hacen se paga, así les va a ir a todos".

Pero quizá el punto máximo de la miseria estuvo relacionado con las fotos que tomaron tres empleados de la funeraria donde se preparó el cuerpo de Maradona. Un padre y su hijo posaron ante el cadáver. Otro hizo lo mismo y levantó el pulgar. Luego propagaron las imágenes por las redes sociales. El trío perdió su trabajo.

La voz de la hija

A lo largo de más de cuatro décadas Maradona trajo dicha y visibilizó contradicciones humanas, fue asociado con el desparpajo plebeyo pero, también, el exceso y el machismo; se lo convirtió en sinónimo del sarcasmo imaginativo y la lealtad con los orígenes. Como contracara, se lo asoció sin piedad a la adicción y el despilfarro de un don divino, le recriminaron su castrismo vestido por Versace y su kirchnerismo. Solo la muerte permitió miradas más compasivas.  

Su hija Dalma, la mayor, la que primero se independizó y, como actriz, intentó en Hija de Dios, una obra de su autoría, escrita hace siete años para reflexionar y hacer una catarsis alrededor de la figura paterna, fue la encargada de poner por estas horas algunas de las palabras de mayor hondura alrededor de un estremecimiento individual y a la vez telúrico. "Siempre le tuve muchísimo miedo a mi muerte, pero hoy ya no … Voy a aguantar acá, sin esa parte de mi corazón que te llevaste. Como me pediste siempre, voy a cuidar de la jabru (bruja al revés, en alusión a su madre)".  

Dalma reconoce que "desde que tengo uso de razón" tuvo que asumir responsabilidades que la excedían. Lo ha aceptado como pudo. "No hacía falta mucho para amarte...te voy a amar y defender toda mi vida porque te agradezco la vida compartida. ¡Estoy destruída pero voy a salir adelante! La vida es un ratito asi que nos vemos pronto. Espérame ahí. Ya nos vamos a ver, mientras voy practicando". Como Dalma, grandes artistas y gente de a pie han expresado el mismo deseo: reencontrarlo más allá del cielo.