BARRACA Y TANGANA

Pasar el rato

Lo importante ahora es que volvamos a poder preocuparnos lo antes posible por cosas que no son importantes, como las ligas virtuales o el juego de nuestro equipo

Una imagen del Camp Nou.

Una imagen del Camp Nou. / periodico

Enrique Ballester

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Alguno sabrá que vivo en Castelló, donde el martes aplazaron las fiestas de la Magdalena por el coronavirus. A última hora pasó el director por nuestras mesas y preguntó, “rápido”, por un sinónimo de aplazar. David y yo tardamos una milésima de segundo en contestar: “Posponer”. El director dijo que perfecto, que muy bien, que muchas gracias. Lo que no sospechaba es que a David y a mí nos salió automático lo de posponer porque cada mañana, cuando suena la alarma del móvil, la posponemos unas cuantas veces para seguir durmiendo.

Los que escribimos de fútbol sabemos que lo nuestro tiene una importancia limitada. Comenté hace poco que lo mejor de escribir de fútbol es que nadie espera que seas especialmente listo. Te sientes inútil y a la vez útil, porque en el fondo estamos para entretener, para posponer, para pasar el rato.

Lo importante ahora es que volvamos a poder preocuparnos lo antes posible por cosas que no son importantes, como las ligas virtuales, nuestro equipo de fútbol o los fichajes que son muy malos. Lo importante estos días tampoco es lo que parece para muchos: tener razón y el papel higiénico. Nos creímos tanto el fútbol ficción que este golpe de auténtica realidad nos parece mentira.

Un paisaje desconocido

Con la Liga suspendida, sin competición en el horizonte, se abre ante nosotros un paisaje desconocido. No tendremos fútbol, pero sí lo que nos ha mostrado durante tanto tiempo en vivo: la alternancia entre la grandeza y la estupidez humana. Igual estos días descubrimos también que hemos vivido engañados y nuestras verdaderas pasiones son el bricolaje, la literatura noruega y la ornitología.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"Igual la vida es de veras","text":"\u00a0un cap\u00edtulo de los Simpson y sin f\u00fatbol, yo que s\u00e9, acabamos mat\u00e1ndonos por aburrimiento o saqueando supermercados por lo mismo"}}

Que hubiésemos preferido conocer al dedillo las cualidades del chorlitejo patinegro en lugar de la alineación de aquel empate a cero en el Plantío. Que un martillo perforador con motor eléctrico que produce cuatro mil seiscientos golpes por minuto con un diámetro de perforación de diez milímetros en hormigón, ocho en metal y otros diez en madera es mejor que un Balón de Oro.

Que igual la gente empieza a discutir quién es mejor, Sigrid Undset o Karl Ove Knausgard, organizan lecturas colectivas y cánticos a favor y en contra, y crecen los bandos odiándose mucho, tanto como para quedar a molerse a palos en un descampado. Igual la vida es de veras un capítulo de los Simpson y sin fútbol, yo qué sé, acabamos matándonos por aburrimiento o saqueando supermercados por lo mismo.

Flota algo sobre estos días de reclusión y espera, una nebulosa tenue de tristeza colectiva. Nos ocurre como a Espínola, en aquella historia de Galeano. Espínola era un escritor que despreciaba el fútbol, lo detestaba, pero escuchó por casualidad y por la radio el clásico uruguayo. Perdió Peñarol ante Nacional, llegó la noche y se fue a la cama fatal, sin entender el origen de esa tristeza. Resulta que estaba triste porque era hincha de Peñarol y no lo sabía, igual que ahora estamos un poco así, porque resulta que nos queríamos más de lo que pensábamos, los de Undset y los de Knausgard, aunque solo sea para discutir, aunque sea para volver a preocuparnos por cosas tan poco importantes como nuestros equipos.