Mundial femenino de fútbol

Megan Rapinoe, la futbolista que desafía a Trump con su activismo

Megan Rapinoe

Megan Rapinoe / periodico

Mamen Hidalgo

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Estados Unidos afronta la recta final del Mundial femenino de fútbol con el objetivo de revalidar el título que consiguió en Canadá 2015. La favorita cuenta con un conjunto de 23 estrellas entre las que destaca Alex Morgan, pero si hay una jugadora líder dentro y fuera del campo es Megan Rapinoe, la capitana que utiliza el fútbol para ayudar a colectivos discriminados: LGTBI, mujeres y negros han sido su causa hasta dividir a la sociedad norteamericana entre quienes la ven como una heroína y quienes creen que falta el respeto a su país. Esta semana, respondía con contundencia ante la posibilidad de ser recibida por Trump si se alza con el título: "No voy a ir a la puta Casa Blanca"

El revuelo causado en la sociedad norteamericana ha provocado que este jueves, en la previa de los cuartos de final del viernes ante Francia, la propia futbolista hiciera una valoración antes de que nadie le preguntara: "Sigo pensando lo mismo salvo la forma de expresarlo, que enfada a mi madre", explicó en rueda de prensa. "Tenemos una plataforma para mejorar el mundo y no iríamos a una administración que no piensa igual sobre las mismas cosas por las que luchamos". 

Abusos policiales

Nacida en California en 1985, Rapinoe siempre tuvo claro que debía tener un papel activo en los derechos sociales. Consciente de su poder en el fútbol, utilizó su altavoz para lanzar mensajes poderosos contra los abusos policiales, la discriminación o la desigualdad salarial. Cuando en el Mundial de 2011, tras marcar contra Colombia, se dirigió al córner y cantó 'Born in the USA', jamás imaginó que ocho años después pasaría de icono estadounidense a ser cuestionada por su falta de patriotismo. El motivo, su apoyo en 2016 al jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, quarterback de San Francisco 49ers que decidió arrodillarse cada vez que escuchaba el himno en protesta por los abusos policiales a los negros en Estados Unidos. 

Rapinoe lo entendió rápido y se sumó a la causa haciendo lo propio, pero su acción despertó críticas a las que tuvo que responder. "Soy la Megan Rapinoe que conoces desde hace años. Soy la misma mujer que ha puesto las barras y estrellas en su pecho orgullosa y radiante. Me has llamado heroína una y otra vez", decía en un artículo en The Players Tribune. "No he experimentado brutalidad policial y no he visto a un miembro de mi familia muerto en la calle, pero no puedo quedarme sin hacer nada mientras hay quien sufre esta angustia. Es mi mayor respeto a la bandera. Me enfrento a ella con mi cuerpo, mirando hacia el símbolo de libertad de nuestro país, porque es mi responsabilidad". 

Igualdad salarial

No sorprendió por tanto su respuesta a la posibilidad de ser recibida por Donald Trump en caso de lograr el título. "No iré a la puta Casa Blanca", decía. Contraria a sus políticas, la veterana jugadora de Seattle Reign, tampoco tiene muy claro que fuera invitada: "Creo que no nos llamarían". El presidente norteamericano respondió: "Debería ganar antes de hablar". 

No es la primera batalla de Rapinoe contra lo que considera injusticias. Un año antes, cuando el deporte estadounidense se rendía a los éxitos de esta selección, exigía igualdad salarial junto a otras compañeras de renombre. Tras lograr el récord de audiencia en televisión, se preguntaban por qué ellas seguían cobrando menos que los hombres, que ni siquiera eran capaces de clasificarse para el siguiente Mundial. También en 2019, antes de la cita en Francia, firmó una demanda a la Federación por trato discriminatorio. "Tenemos éxito y no está recompensado", manifestaba. "Es importante que luchemos por el futuro, y que seamos conscientes del poder colectivo y del movimiento de las mujeres. Tenemos voz y debemos darnos cuenta de las injusticias". 

La causa que le apasiona y a la que se siente más ligada es a la de la comunidad LGTBI. Ella se definía a sí misma de pequeña como una 'Tomboy'. Cuando explotaron los roles de género en la adolescencia, se sintió desubicada. "Me sentía rara". El fútbol fue su vía de escape. Cuando vio el Mundial de 1999 en su país y asistió a una semifinal contra Brasil con 70.000 personas, lo tuvo claro: "Esto es lo que quiero hacer". Cuando logró ser un icono mundial de este deporte, el activismo se convirtió en su esencia: "Me encanta ayudar a estas personas discriminadas por su orientación sexual, especialmente a los jóvenes porque están en peligro. Siento que es mi responsabilidad".