A LAS SEMIFINALES DEL EUROPEO

Zoya Naumov, una atleta artesanal

La campeona de España de 800 metros, que estuvo a punto de dejar el atletismo hace un año, se asoma a la élite continental

Zoya Naumov, llegando tercera en su serie de los Europeos de Glasgow, detrás de la suiza Buchel y la británica Tracey,

Zoya Naumov, llegando tercera en su serie de los Europeos de Glasgow, detrás de la suiza Buchel y la británica Tracey, / periodico

Marcos López

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"¡No puedo más, Juan Carlos! ¡No puedo! Hasta que no encuentre lo que me pasa, no quiero volver". La voz de Zoya Naumov sonó fuerte. Tristemente fuerte, a punto de rendise como estaba. Llevan tantos años juntos, más de una década, que Juan Carlos Ginés, su entrenador de toda la vida, creía que jamás escucharía ese duro mensaje. "Ya me conoces, Juan Carlos. Trabajo a diario, veo que llego a mi momento ideal de forma, justo antes de cualquier campeonato, y entonces caigo. Otra vez, otra vez", le decía Zoya, 23 años, hija de padre ruso y madre catalana, que empezó a correr en el cros de su escuela, el Ramon Fuster de Bellaterra. Allí siempre llegaba la primera, enrojecido al límite su blanquinoso rostro, rasgando los árboles del circuito su estilizado cuerpo, con genética auténtica de atleta. Algo que entonces ni ella misma sabía.

Esta mañana del viernes se colaba en las semifinales del campeonato de Europa 'indoor' firmando su segunda mejor marca personal, con 2. 03.16 m quedando tercera en su serie. "He competido contra dos bestias", comentaba Zoya Naumov, quien se ha colado en la élite europea del 800 metros femenino. Corrió con una extrema competitividad, siendo como es autoexigente con ella misma. "Quizá me faltó un poco de cabeza", llegó a decir antes de saber que ese tiempo estaba entre los cuatro mejores de la respesca y le abría las puertas de una dimensión desconocida.

En Antequera conquistó esta licenciada en Psicología el título tras protagonizar un año espectacular

Pero nunca se ha rendido esta licenciada hace un año en Psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona, que domina cinco idiomas (catalán, castellano, inglés, ruso y francés). No ha dejado de correr. Incluso estando enferma. "No había forma de estar bien. Cogía gripes, infecciones en las vías respiratorias, dolor de garganta", recuerda ahora la joven que tiene en la ciudad malagueña de Antequera su paraíso particular. Allí asomó en el 2015 al panorama del atletismo español conquistando el título de campeona de España sub-23. Allí volvió este pasado mes de febrero, cuatro años más tarde, para alzarse con el título de campeona de España absoluta en pista cubierta en el 800 metros femenino. Su prueba.

"Me gusta mucho la velocidad, pero no tengo el cuerpo para ser velocista. En el 800 llevas tu cuerpo al límite en cada vuelta. Corres más con la mente que con las piernas, es la cabeza la que te impulsa. El cuerpo lo tienes que entrenar para llegar a esos límites, debes trabajar esa capacidad de sufrir. Y, al final, acabas encontrando placer en ese sufrimiento", argumenta Zoya, mientras rememora ese largo viaje de ida y vuelta a Antequera. Una ruta que estuvo a punto de romperse hace un año.

"Corres más con la mente que con las piernas. Debes entrenar el cuerpo para llegar a esos límites. Al final, acabas encontrando placer en ese sufrimiento"

"Cada poco caía enferma, caía, caía y caía… Tenía pánico a los aviones, a los trenes, a los aires acondicionados. Entonces, empalmé un invierno una gripe gastrointestinal con la que perdí tres kilos en dos días con una bronquitis", explica Zoya. Tenía ella, estudiante de Psicología, que compagina el atletismo con su trabajo a tiempo parcial en Fun Brain, una empresa que promueve talleres educativos en escuelas, la sensación de que no sabía gestionar su mente. Sentía que sus emociones le dominaban.

"No soy una atleta de centro de alto rendimiento, diría que soy de la calle. Mejor dicho, de mi familia y de Juan Carlos"

No lo sabía, pero estaba corriendo con una mononucleosis dentro de su cuerpo. El virus no le dejaba progresar

Pero no era ese el problema. Estaba corriendo con una mononucleosis instalada en su cuerpo de atleta. Ese virus aún seguía dentro. Hacía años que anidaba allí. No sufría ninguna lesión física grave. Los músculos resistían todo, pero… "Me estaba rompiendo todas las ilusiones. Acudí, finalmente, a un inmunólogo, con el que encontré lo que me pasaba realmente. Fue una liberación para mí. Acudí después también a Catarina de Sousa, una psicóloga que me recomendaron gente de la Blume, y entonces cambió todo. Primero me encontraron el virus, luego ella".

A partir de ahí, nace una nueva Zoya, rodeada como siempre de ese entorno familiar que le ha guiado hasta la élite del atletismo. "No soy un atleta de centro de alto rendimiento, diría que soy de la calle. Mejor dicho, de mi familia y de Juan Carlos", cuenta orgullosa del hombre que le devolvió la esperanza en el deporte. Ya le pasó cuando se fue a Estados Unidos con una beca, pero tuvo que volver al año porque echaba de menos los consejos de Juan Carlos Ginés, maestro autodidacta de atletas, que tuvo el placer de ser entrenado en su día por el sabio e inolvidable Gregorio Rojo.

Tres segundos menos en un año

Volvió Zoya a la facultad y a la pista. A la facultad para completar su carrera, uniendo además su compromiso, como demostró el pasado verano acudiendo a un voluntariado en Indonesia que le permitió trabajar en un hospital psiquiátrico de Balí, además de en varios centros de reinserción. "No soy solo de pensar en el atletismo, necesito hacer otras cosas", cuenta. Aquella imponente marca de 2.06, que le dio la primera internacionalidad siendo aún junior, seguía como un techo inalcanzable. Luego, el virus le impidió avanzar, aunque llegó al 2.05. "Entonces, pensé si he podido hacer un 2.05 con todo eso que llevaba dentro, ¿qué puedo hacer cuando mi cuerpo esté sano y equilibrado?". La respuesta fue inmediata.

"Han sido momentos muy duros, pero no hay nadie que lo tenga fácil. Al final, todo pasa por alguna razón"

"En un año he bajado tres segundos en el 800. ‘Si, ¡tres segundos!". Juan Carlos sonríe, feliz. Su familia, también. "Mi madre, la pobre, ha sufrido lo que no está escrito conmigo", revela. "Han sido momentos muy duros, pero, al final, todo pasa por alguna razón". Hace un año quería dejar el atletismo, que le ha costado dinero a su familia, horas y horas de trabajo, y de dinero, también a su entrenador, pero ayer corría con las mejores atletas en el campeonato de Europa de Glasgow. "Sí, es una nueva Zoya", admite. En Escocia, llegó también con el rostro enrojecido como si estuviera aún el cros escolar del Ramon Fuster por la falda de la sierra de Collserola. Corría sola contra unas "bestias", pero no estaba sola. Su madre, su padre, Juan Carlos, Catarina... Todos corrían con ella.