Gimnasia artística

Katelyn Ohashi, la joven promesa de la gimnasia que se rompió por la presión

Katelyn Ohashi, durante la competición.

Katelyn Ohashi, durante la competición. / periodico

Mamen Hidalgo

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Dejó el deporte para ser feliz, pero la gimnasia le ha puesto de nuevo en el foco internacional. Katelyn Ohashi ya no pretendía acaparar titulares ni ser el centro de atención, solo quería una vida tranquila lejos de la presión a la que había sido sometida durante años. Era la gran promesa del deporte en Estados Unidos. Debía ser la mejor del mundo, competir con la gran Simone Biles—cuatro oros olímpicos en su estreno—, mantener un peso ideal para la competición, e incluso aguantar los abusos a los que eran sometidas las gimnastas. En 2016 dejó la élite para dar el salto a la gimnasia universitaria y centrarse en su única obsesión: sonreír. 

Así lo hizo el pasado fin de semana en la prueba universitaria Collegiate Challenge, donde la estadounidense, de apenas 21 años, disfrutó de una rutina que se ha hecho viral, aplaudida y compartida por millones de personas en todo el mundo que vieron en su ejercicio de suelo una magnífica representación de lo que ella expone ahora. Sonriente, disfrutando del público, de la música y de su técnica, Katelyn Ohashi voló. 

La felicidad que ahora transmite es fruto del trabajo psicológico de dos años. Katelyn se rompió física y mentalmente cuando estaba en lo más alto. Candidata olímpica, con una carrera prometedora y siendo una de las mejores promesas de Estados Unidos, no pudo con la presión. La constante búsqueda del peso ideal le llevó a un desorden alimenticio. El ambiente tóxico de una Federación que encubrió los abusos del exmédico Larry Nassar pusieron el resto para desear estar lejos de lo que había soñado desde los tres años. 

"Me rompí"

Su meteórica carrera comenzó en 2013, cuando triunfó en la America Cup venciendo a su compañera y rival Simone Biles. Tenían 15 años, y ambas parecían anunciar un bonito espectáculo para muchos años. Pero para entonces algo no iba bien en la mente de Katelyn. Como ella dice, se rompió. "Estaba en lo alto del mundo. Era invencible. Hasta que dejé de serlo". 

La obsesión por la alimentación y la presión habían destruido su mente. En 2015, cuando tocaba la cima y empezaba a ser considerada la mejor gimnasta de su país, se destrozó la espalda. Una grave lesión y dos posteriores en los hombros le hicieron estar fuera de la competición durante dos años. Los fans dejaron de serlo, y empezaron a compararle con un pájaro que no sabía volar. La crítica comenzó a decir que pesaba mucho, que estaba demasiado grande. 

Lejos de lamentar las lesiones y la pérdida de competitividad, Katelyn sintió alivio. Era feliz de tener esas lesiones, de estar lejos de las exigencias y los comentarios. Sabía entonces que su problema no era el físico, sino la pérdida de la ilusión. 

La decisión fue complicada, pero cada vez tuvo más claro que su camino estaría en la Universidad, donde ahora estudia Género y Sociología y disfruta lejos de los focos en la UCLA. Así lo narró en 2018 en The Players Tribune

"No me aceptaba. Me odiaba", explicó. La gimnasia había borrado su alegría y le llevó mucho tiempo encontrar un nuevo camino, un reto para volver a amar su deporte. "Quería sentirme una persona de nuevo, ser feliz conmigo misma, ser capaz de hacer deporte con una sonrisa en la cara".

2018 fue el año en el que decidió contar su calvario. En el año del #MeToo de la gimnasia artística estadounidense, donde más de un centenar de jóvenes narraron los abusos sexuales de su exmédico Larry Nassar, Katelyn compartió su propia historia.

Incluso leyó un poema contra los abusos sexuales. "Nadie debería sentir vergüenza por contar los abusos que sufrió", dijo públicamente. "Si algo he aprendido es que al final del día lo que alguien te hace no tiene nada que ver con la persona que eres o lo que haces con ellos. Debemos enseñarle al mundo a parar de estigmatizar a las víctimas". 

El poema, narrado en primera persona, habla de las emociones de estas víctimas. "Quizás fue mi culpa y fui la que me culpó. Después de todo, soy la que tiene la ropa manchada de sangre, la que siente vergüenza". Tras explicar diferentes situaciones a las que se exponen, concluía: "Las mujeres somos más fuertes que tú, luchamos más fuerte". 

La condena al médico Larry Nassar fue celebrada en su Instagram con una frase inspiradora. Era el verdadero final de una etapa. "La gimnasia universitaria es la recompensa después de años de abusos. Toca descubrir, curar, aprender, crecer y tener tiempo para vivir".

La universidad le ha devuelto esa felicidad y así lo demostró a través de la rutina viral. ¿Qué pretendía con este ejercicio? "Muestro diversión", dice tras ver la repercusión. "Amar lo que haces a diario es algo que tengo muy presente porque sé lo que se siente cuando no es así".

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