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'Todo Messi', todo Puntí

El autor barcelonés presenta un nuevo nuevo libro sobre la estrella del Barça que llegará a las librerías el 4 de abril

Jordi Puntí presenta un nuevo libro sobre Messi

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A través de ejercicios de estilo literarios, Puntí captura la felicidad que nos ha dado –y sigue dando– el mejor futbolista de la historia. El resultado es un retrato sentimental y analítico de Leo Messi y su fútbol, fijándose en aspectos como el debut en Rosario, su relación con Maradona o su rivalidad con Cristiano Ronaldo. Les ofrecemos en exclusiva uno de los capítulos del libro.

«Hay un club selecto –o tal vez es una sociedad secreta– que congrega a todos los porteros que alguna vez han parado un penalti a Messi. Los imagino reuniéndose una vez al año en un hotel discreto de Benidorm, por ejemplo. Dan la bienvenida a los nuevos miembros del club, pues cada temporada Messi falla algún penalti, y comparten información sobre las nuevas tendencias del argentino. Si ahora los lanza más hacia la izquierda, cómo aguantarle la paradinha, si hay unas palabras mágicas para desconcertarle justo antes de que chute.

El presidente de este club minoritario debería ser, por méritos propios, el gallego Diego López, que es el único portero que le ha parado dos penaltis a Messi. Siempre en partidos de la Copa del Rey. Uno cuando era portero del Villarreal, en enero de 2008, y otro 10 años más tarde, jugando con el Espanyol, en enero de 2018. La vicepresidencia debería ser para Rubén, otro gallego, que juega en el Deportivo de La Coruña y que también ha visto cómo Messi fallaba dos veces enfrente suyo: en una ocasión le paró el disparo y en otra su tiro se fue a las nubes, para decirlo con la metáfora habitual.

Demasiado fácil

Es cierto que los penaltis son el talón de Aquiles de Messi, pero tampoco hay que preocuparse mucho, pues dicha debilidad incluso responde a cierta lógica. A día de hoy, cuando escribo esto (22 de enero del 2018), Messi ha lanzado 105 penaltis en partidos oficiales y ha fallado 24 –lo que significa casi uno de cada cuatro–. Podemos ensayar una explicación física y otra psicológica y más creativa. 

La física es sencilla: la mitad de los porteros que le han parado un penalti miden 1,90 metros o más. Observados desde su 1,70 metros, son gigantes que, cuando alargan los brazos, se estiran y vuelan, cubren fácilmente la portería de palo a palo. También es, sin embargo, una ilusión óptica, porque cada Goliat tiene su David, y a menudo Messi mete el balón por los rincones más insospechados.

Además, si repasamos los penaltis no marcados nos daremos cuenta de que incluso en el modo de fallarlos tiene recursos. Los ha fallado por la derecha y por la izquierda; chutó demasiado flojo o demasiado fuerte; le han adivinado la trayectoria, ha resbalado en el momento del disparo, ha enviado el balón al larguero, y en tres ocasiones él mismo recogió el rechace del portero y terminó marcando. 

Hay otra explicación de tipo emocional que le da todo el sentido: Messi falla penaltis porque marcarlos es demasiado fácil. Ya está, ya lo he dicho. No es difícil intuir que la ausencia de un gran reto, la indefensión del portero allí enfrente, e incluso la rutina de un penalti le van en contra. Cuando chuta una falta, al menos existe la barrera. Resulta, además, que un penalti es una oportunidad para pensar. Demasiadas opciones. Ese largo minuto entre que el árbitro señala el punto fatídico y Messi se coloca el balón, encara al portero y debe patear –él, que está acostumbrado a decidir lo que hará en décimas de segundo, casi al dictado exclusivo de la intuición–, debe de ser un suplicio de ideas que le dan vueltas por la cabeza. 

A día de hoy, el penalti más amargo que erró Messi –la pena máxima– debe de ser el que lanzó con Argentina en la final de la Copa América, en junio de 2016, contra Chile. El partido y la prórroga habían terminado sin goles y él fue el encargado de abrir la tanda de penaltis para su equipo. Unos segundos antes, Arturo Vidal había fallado el primero para Chile y ahora tenía la oportunidad de encarrilar la victoria, pero envió el balón a la tercera gradería, por decirlo con otra imagen habitual. Después Bravo detuvo otro, a Biglia, y Chile se llevó la Copa.

En el otro extremo, Messi es uno de los pocos jugadores que ha fallado un penalti voluntariamente, en lo que fue el error más dulce desde los once metros. El 14 de febrero de 2016, en un partido contra el Celta de Vigo, cuando el Barça ya ganaba 3-1, se produjo el célebre penalti que dio la vuelta al mundo.

Lo vuelvo a ver por Youtube. Messi se acerca al balón y, en lugar de darle fuerte, lo toca a la derecha, un pase tímido, inesperado, que debía recoger –según parece– Neymar, pero Suárez se anticipa y es él quien marca el gol. Los locutores de medio mundo se frotan los ojos, narran la jugada como si acabaran de ver a un extraterrestre. El comentarista británico Ray Hudson, por ejemplo, soltó uno de sus gritos extáticos y dijo: «¡Lo que acabamos de ver aquí es totalmente shakespeariano! ¡Pero Shakespeare se equivocó: no era El rey Lear, era El rey Leo!» 

Homenaje a Cruyff

Messi es tan bueno que de vez en cuando tiene la virtud de fijarse en la tradición y reproducir jugadas míticas de la historia del fútbol. En este caso lo que resonaba en nuestra memoria, claro, era el penalti que se inventó Johan Cruyff en diciembre de 1982, en un partido con el Ajax. En aquella variación original Cruyff daba un pase a la izquierda, un compañero le devolvía el balón con una pared y era él mismo quien marcaba.

La decisión de Messi tuvo que ser por fuerza un homenaje a Cruyff. El día antes, el holandés había confirmado en su página web que estaba luchando contra el cáncer de pulmón, y que de momento ganaba el partido. Cruyff murió unas semanas después, el 24 de marzo, pero seguro que ese penalti de Messi le dio un poco más de vida»