Un bisturí de alta precisión
Ernest Folch
Editor y periodista
ERNEST FOLCH
El Barça es més que un club pero no solo por razones identitarias. Su excepcionalidad se debe a que tradicionalmente le han sucedido cosas extraordinarias. Es el único club con un presidente fusilado (Sunyol), un jugador birlado por una dictadura (Di Stéfano), una estrella secuestrada (Quini) o un entrenador en activo fallecido (Tito), entre otros muchos acontecimientos que han marcado su historia.
Es en este contexto que hay que entender cómo puede caer la bomba de relojería del caso Messi, dispuesto a ser asimilado por el entorno azulgrana como una de estas desgracias cíclicas. No es precisamente tranquilizante la primera reacción del entorno del jugador, que ha filtrado que podría plantearse marcharse de España si el proceso judicial sigue adelante. No hace ni falta decir que una eventual huída de Messi sería el Armagedon azulgrana, de consecuencias imprevisibles, que desbordaría al club y tendría múltiples ramificaciones políticas, sociales y económicas. La familia flirtea con la idea, pero solamente filtrándola, y a sabiendas que de momento es solo una reacción en caliente a la decisión de la abogacía del Estado. Pero en el horizonte aparece ya como una amenaza a tener en cuenta.
El caso no es fácil. Por un lado, la fulminante actuación de la abogacía el Estado después de que el fiscal archivara el caso invita a sospechar que se está usando a la estrella azulgrana como un chivo expiatorio del fraude fiscal en España, y la sospecha se enturbia cuando se comprueba que la abogada del estado que ha decidido procesar a Messi es Marta Silva, que fue directiva entre 2000 y 2006 del Madrid de Florentino Pérez. Por otro lado, es evidente que el entorno de Messi no actuó correctamente y que ha aceptado de hecho su culpabilidad cuando ha abonado, en concepto de compensación, más de 53 millones de euros. No, Messi no goza de ninguna inmunidad diplomática y deberá pagar por sus errores igual que cualquier persona normal. Por eso el papel del Barça es en estos días tan decisivo como complicado. El club no puede abstenerse y quizás debería arropar al jugador con algo más que un simple comunicado, que es lo que ha hecho hasta la fecha. Debería además evitar agitar la coctelera de las conspiraciones, y no intentar meterlo en el mismo saco que la sanción de la FIFA o el caso Neymar, como hizo el jueves cuando lo inscribió en el «cúmulo de decisiones externas, totalmente inadmisibles y que hace tiempo que empezaron».
La operación es delicada y exige un bisturí de la más alta precisión. Más que usar el caso Messi para confirmar viejas conspiraciones, el club debería apoyarlo en público y en privado con toda su artillería, sin vincularlo a casos ajenos, y consciente de que todos, Messi incluído, debemos pagar nuestros impuestos. El Barça no es en este caso un sujeto pasivo sino activo. ¡Ojo!, a ver qué bisturí se escoje: en esta operación está en juego su futuro.
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