LA JORNADA DE LIGA
La revancha del campeón
El Barça conquista La Catedral tras el golpe de la Supercopa mientras el Sporting de Abelardo frena al Madrid
Tres puntos en medio de 114 son una insignificancia, una gota en la inmensidad de la Liga que, tal vez, acabe diluyéndose. O, tal vez no, y esta primera gota en Bilbao (0-1) puede ser el principio de otra gran obra, como la que construyó el año pasado y que dejó al Madrid atrás. Y ahí vuelve a estar, ni que sea a dos puntos, tras empatar en Gijón (0-0) frente al Sporting de Abelardo. El 'Pitu', uno de los grandes amigos de Luis Enrique, vivió un enorme estreno en Primera y agravó las dudas que acompañan al Madrid de Benítez. No hay manera de que marque y ya anda a contrapié siguiendo el rastro del campeón que le dejó en blanco.
Tres puntos en agosto en una Liga que acaba a mediados de mayo y que no descansa ni en fin de año, la frontera que marcó los dos Barças de la pasada temporada, el de antes y el de después de Anoeta, no merecen muchas celebraciones. Pero tres puntos en la misma Catedral (0-1) donde se echó a perder el sueño de las seis Copas tienen un aire de reivindicación por más que el equipo siga estando muy lejos del que era y del que debería ser para conquistar la mayoría de los 111 puntos que quedan.
No es una novedad que el Barça eche a andar en la Liga ganando. De hecho, es lo más normal, una tradición que se ha venido cumpliendo en los últimos tiempos con una sola excepción: el debut de Guardiola. Aquel chasco en Los Pajaritos frente al Numancia, que algunos ya utilizaron para crucificar a quien trataron como un 'becario' y casi pedir su despido, acabó en triplete. El Tata, en cambio, al que saludaron con entusiasmo, se estrenó a lo grande, con un 7-0 nada menos, y aquella gota desapareció por el desagüe por el que se fue la Liga el último día en el Camp Nou. Así que empezar bien o mal no es garantía ni de éxito ni de fracaso, pero afecta a la temperatura ambiental del Camp Nou.
Más concienciado que en la Supercopa, sin más cambios que los obligados por las ausencias, el Barça le devolvió al Athletic el golpe moral del título perdido. No había una copa que levantar y hoy no saldrán miles de culés por las calles de Barcelona como en Bilbao. No será un partido para recordar y es probable que Messi por ejemplo sea uno de los primeros en enterrarlo, enfadado consigo mismo por haber fallado otro penalti. Parece mentira que alguien que es capaz de meter goles tan imposibles como el que estuvo a punto de marcar ayer mismo, alguien que envía dos faltas seguidas a la escuadra como en la Supercopa de Europa, no chute desde los once metros, solo frente al portero, con los ojos cerrados. Parece mentira porque hace que Messi parezca humano, que lo es, aunque casi nunca lo parezca.
EL OLFATO DE SUÁREZ
Al Barça no le sobró fútbol, más bien al contrario, justo como anda de fuerzas, en un inicio diseñado por su peor enemigo. El Athletic repitió presión pero, esta vez, se encontró con un equipo más puesto y más competitivo, lejos de la alineación y de la actitud del que sufrió el 4-0. No lo tuvo fácil, tuvo que pelear de principio a fin, contra la tela de araña de Valverde y contra los elementos que siguen jugando en su contra. Como si no ya fuera justo de fuerzas, ayer perdió dos piezas más, Alves y Busquets, para desesperación de Luis Enrique que no pudo disimular el gesto de fastidio. Un señal, quizá, que refuerza su idea de fichar, aunque con la condena de que no servirá de nada hasta enero.
Precisamente, alguien que sufrió también una condena y que hace un año no pudo participar en el estreno fue quien remató al Athletic. Sin dejar de correr, Luis Suárez volvió a aparecer como el 'killer' que es y, por una vez, le echó una mano a Messi y no al revés, como siempre sucede. No hay razón para acordarse del penalti fallado aunque seguro que en Madrid no dejarán de recordarlo, siempre a punto para buscarle un punto débil a Leo, incluso en la semana en que será proclamado mejor jugador de la UEFA, el preámbulo al quinto Balón de Oro.
LA MALA SEMANA DE CRISTIANO
Cristiano lo verá desde la platea. Esta vez, no se levantará de la butaca y tendrá que contemplar a Messi en el escenario. Leo no gritará. Ya le ha respondido en silencio en el campo. Este domingo, en cambio, no le acompañó precisamente el silencio en El Molinón. Muy querido no es. Ni el Madrid, tampoco. Por algo ese estadio tiene el honor de haber gritado por primera vez aquello de "así, así, así gana el Madrid". Este domingo lo corearon una vez, quizá para hacerse a la idea de que están otra vez en Primera. Pero ni así le ganó el Madrid.
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