O le imitas o no le ganas

Lo de Marc Márquez es algo excepcional. Tremendo. Billantísimo. De momento, único. No lo habíamos visto nunca. Y no hablo de lo que ha logrado y logrará, sino de cómo lo ha conseguido, a la edad que lo ha conquistado, sin bajar ni un solo día los brazos, nunca teniendo suficiente y, sobre todo, deleitándonos con un pilotaje que, hasta entonces, no habíamos visto. Solo hay que recordar que fue campeón de MotoGP a la edad en que no lo fue nadie, el año de su debut. Ni siquiera Michael Doohan, que necesitó varios años de adaptación a la categoría reina para ganar.

El otro día leí que Shuhei Nakamoto, responsable de Honda en el Mundial, decía que Marc había sido el piloto que más pronto y mejor había entendido cómo era la Honda y cómo había que pilotarla. Yo diría más, yo diría que esa moto estaba esperando un piloto como Marc. Un piloto valiente, ambicioso, con ganas e ilusión de ganar siempre, con enorme voracidad, con un pilotaje agresivo, arriesgado, sí, tal vez a veces demasiado arriesgado, pero Marc controla. Y mucho.

El líder de una generación

Lo que está haciendo Marc y de la manera que lo está haciendo ha obligado a los demás, que fueron campeones antes que él, que llevan muchos más años que él en la categoría reina, a cambiar su estilo de pilotaje. Y, en ese sentido, habrá un antes y un después de la aparición de Márquez en MotoGP. Ya nadie podrá ganar sin llevar la moto como la lleva Marc, sin descolgarse como se descuelga él, sin rozar el codo, el hombro y hasta el culo, como hace él. O le imitas o no le ganas. Se acabaron las trayectorias finas, dulces, por la trazada. Hay que correr como Marc, si quieres ganar a Marc.

Es el líder, el modelo, el campeón de la generación que empezó a correr en moto con solo cinco años. Dicen que es joven, que solo tiene 21 años. Puede, pero tiene 16 años de experiencia sobre la moto. Es un veterano joven. Y veloz. Y listo e inteligente.