La novia de Pistorius murió a causa del cuarto disparo

La defensa de Oscar Pistorius deberá esmerarse la semana que viene para hacer frente al aluvión de evidencias que dejan en una situación muy delicada al atleta paralímpico acusado de matar hace poco más de un año a su novia, la modelo sudafricana Reeva Steenkamp, disparándola en cuatro ocasiones a través de la puerta del cuarto de baño. El testimonio de ayer del perito de balística de la policía Chris Mangena apunta hacia un dramático final, en el que la mujer, que entonces tenía 29 años, asistió aterrorizada a la secuencia de disparos, el últimos de los cuales la acabó matando al atravesar la bala la mano izquierda con la que intentaba protegerse la cabeza, perforada por el último impacto.

La secuencia de los disparos y la gravedad de las lesiones provocadas por cada uno de ellos avala, además, la tesis de los primeros testigos del proceso, vecinos de Pistorius, que aseguraron que habían oído gritos desesperados de una mujer aquella noche de San Valentín del 2013, y discusiones entre la pareja antes de los trágicos hechos.

Según el testimonio de Mangena, el último de los cuatro disparos pasó a través de la mano izquierda de la modelo, antes de impactar en la parte derecha de su cabeza. Según la reconstrucción de los hechos, la mujer tenía las manos cruzadas sobre la cabeza, intentando protegerse inútilmente de los balazos. Steenkamp estaba de pie detrás de la puerta cuando Pistorius disparó la primera bala, que le alcanzó en la cadera, provocando su caída entre el inodoro y un revistero. La segunda bala no alcanzó a la víctima: impactó contra la pared. Sentada e incapaz de mantenerse en pie, Steenkamp adoptó una posición defensiva con los brazos frente al pecho y las manos en la cabeza, explicó Mangena. La tercera bala pasó a través de su extremidad superior derecha.

Pistorius habría disparado sin sus prótesis (piernas artificiales) puestas, según el ángulo de los proyectiles. El atleta siempre ha mantenido que actuó de esta manera en defensa propia, al pensar que había un intruso en casa.