El viaje a ninguna parte de Lance Armstrong

El ciclista tejano importó a la ronda francesa medidas que eran desconocidas hasta entonces, como la de llevar guardaespaldas

Lance Armstrong y Miguel Induráin, en Lieja (Bélgica), en el 2004

Lance Armstrong y Miguel Induráin, en Lieja (Bélgica), en el 2004 / periodico

SERGI LÓPEZ-EGEA / Barcelona

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Podía quedar como un relato con el que presumir ante los nietos. "Yo estuve en los Campos Elíseos y vi aLance Armstrong de amarillo ganando siete Tours consecutivos". Siete veces sonó el himno estadounidense con un tejano sacándose la gorra y colocándose la mano en el corazón, entre el griterío de sus compatriotas que salían de debajo de los adoquines de la avenida más famosa de París. Y hoy parece que todo aquello, lo vivido durante siete años seguidos, con el coche siempre por delante de los ciclistas, fue una película de ciencia ficción, como si no hubiera pasado nunca; en blanco.

Armstrong, como ciclista y como persona, siempre fue diferente al resto. Antes de verlo sobre el podio de París, se le descubre en la sala de prensa del Ayuntamiento de Oslo (Mundial de 1993). Él ha ganado, pero solo es un prometedor chaval yanqui, a punto de cumplir 23 años, que ha superado al gran favorito, Miguel Induráin. Y es el navarro, por aquel entonces con tres Tours a las espaldas, el protagonista de las preguntas de los periodistas, hasta que Lance, vestido ya con el jersey arco iris, da un golpe de autoridad y recuerda a los presentes, con más energía que simpatía, que él y no Induráin es el campeón del mundo.

Y se le vuelve a ver 10 años más tarde, en el Tour, en un hotel de Pau, llamado Ville de Navarre, un château de difícil acceso, cerrado en exclusiva para el US Postal, pero donde unos periodistas, por haber reservado el lugar antes de la presentación oficial de la prueba, casi un año antes, han conseguido habitaciones. Siempre hay un guardaespaldas delante de la habitación que él ocupa. ¿Miedo a un atentado? ¿Y dé quién en un hotel herméticamente cerrado y con seguridad privada? El guardaespaldas ni se mueve del lugar. ¿Qué vigila? ¿Por qué tantas precauciones? Tal vez la respuesta que hace nueve años no se encontró, la explicación lógica, la duda que entonces embargó a los informadores, esté en el informe de la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA): las prácticas dopantes puestas al descubierto y que alimentaron sus músculos para pedalear más rápido y más fuerte que el resto de sus adversarios, sobre todo Jan Ullrich, desde el 2006 tan cuestionado como él.

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