el partido del camp nou

El Barça se agarra a un gol de Villa para superar un pésimo día

Guardiola revolucionó la alineación y no respiró hasta que Messi aseguró un triunfo vital

JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

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Tiene razón Mourinho en algo: el Barça también gana cuando juega mal. Incluso cuando está a un nivel horrible, lo que sucede poquísimas veces. Una fue ayer. En una negra jornada, de aquellas que antaño despedían al equipo de cualquier Liga, el Barça de Guardiola supo amarrar el resultado -a pesar de su pésima actuación-, que a estas alturas es lo que cuenta. Se vio al campeón solo por la madurez que se necesita los días en los que nadie da una a derechas, agarrado a un gol de Villa como el náufrago a la tabla para llegar al pitido final. Otro tanto de Messi le ahorró los tres últimos minutos de agonía.

El resultado y nada más dejó el Barça en la diada de Sant Jordi ante una grada que vio un equipo irreconocible, empezando por la alineación y continuando por el juego desplegado. Valdés, otra vez, y Mascherano, excelente como central, sostuvieron al equipo en las brumas. No tanto por el buen hacer de Osasuna, voluntarioso pero inofensivo, sino por su propia inoperancia para elaborar el mínimo de jugadas que se le exige a un equipo grande.

UN ONCE INCONEXO / Tenía miedo Guardiola a la cita y no era en vano; quizás ese miedo también venía fundado por el once que pensaba elaborar, a caballo entre los duelos con el Madrid. Fue un Barça extraño, desorientado, no se sabe si afectado por la derrota del miércoles pasado o por la inconexión derivada de la alineación que presentó el técnico, más propia de una primera ronda copera que del tramo decisivo del campeonato.

El técnico perpetró una auténtica revolución en la que solo subsistieron cuatro titulares de Mestalla: Alves, Mascherano, Busquets y Villa. Podría añadirse un quinto, Valdés, certero una vez más al rechazar un remate de Damià al filo del descanso que habría abierto las puertas de todos los fantasmas. Y hasta un sexto, Maxwell, que recuperó el puesto tras su lesión por la que sufrió Adriano en Mestalla. Maxwell acabó cojo, de extremo izquierdo, cuando ya se habían agotado los tres cambios.

NADA DE NADA / Del centro del campo hacia adelante, nada era como suele ser. Y nada fue. Ni siquiera cuando aparecieron Xavi e Iniesta, que a duras penas recuperaron el gobierno de la nave. Tan solo redujeron las numerosas pérdidas de balón en la primera hora de encuentro, motivo sustancial para dar pábulo a un Osasuna también diezmado por las bajas y deprimido por tres derrotas consecutivas que le abocan al borde del pozo. Thiago no hizo olvidar a ninguno de los dos por su proprensión a ser vertical y a lucirse en cada pase, Busquets pareció desorientado ante sus compañeros de línea y Keita no se distingue por su capacidad constructiva.

La salida de Iniesta tras el descanso no reparó del todo ese problema, porque se situó como extremo; solo dio algo más de chispa a un ataque desangelado. Sin que ello signifique que hubiera más remate. El equipo jugó de espaldas a Ricardo, que vivió la noche más plácida de su larga carrera en el Camp Nou.

TRES CENTRALES CENTROCAMPISTAS / En este sentido, la vertiente ofensiva, la actuación azulgrana fue deleznable. Propia de tiempos gaspartianos, o sea, prehistóricos. Entre el gol de Villa (m. 23) y un disparo alto de Iniesta (m. 74), un páramo jamás visto en el Camp Nou: ni un triste remate. Después, el segundo gol de Messi y paren de contar. En la otra punta del campo, Valdés intervino más a fondo que su colega.

No podía esperarse mucho más de una delantera formada por Jeffren (81 minutos en toda la temporada en todas las competiciones) y Afellay en un Barça deslabazado, que acabó jugando con tres centrocampistas atrás (Busquets, Keita y Mascherano), mientras Xavi ganaba minutos escondiendo el balón. Oficio exhibió el Barça. Oficio (y bastante más juego) es lo que necesitará de nuevo el miércoles en Madrid.