La jornada de Liga

Un Barça espectacular fulmina al Sevilla con otra goleada (5-0)

Dos tantos de Messi, dos de Villa y uno acrobático de Alves plasman un fútbol de ensueño

Busquets salta para disputar un balón aéreo con Konko, anoche en el Camp Nou.

Busquets salta para disputar un balón aéreo con Konko, anoche en el Camp Nou.

JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Como en los no tan viejos tiempos, el Barça liquidó al rival de turno en 20 minutos mal contados. A todo un Sevilla, que son palabras mayores, y con un fútbol vertiginoso, imparable. Chillan en Madrid, felices con los suyos, pero en Barcelona continúa el disfrute y el regocijo con el bicampeón, conducido por el cerebro de Xavi y los pies de Messi, secundados por un grupo que juega a una velocidad endiablada.

Entusiasmado vibró el Camp Nou, que observa feliz cómo el Bar-ça va cogiendo velocidad a medida que los mundialistas -los ocho campeones españoles estaban de inicio sobre el césped- van cogiendo también la forma. Incluso David Villa, el último en llegar, que recuperó el olfato con dos golazos. Qué gracia, el que no marca un gol a nadie redescubrió el camino de la red tras escuchar el desprecio de Mourinho.

OTRO ESCARNIO / Sin haber olvidado la amarga sensación de sentirse un pelele, el Sevilla se marchó de nuevo vapuleado. Dos goleadas por 4-0 le despidieron de sus últimas visitas al santuario culé y ayer se llevó un escarnio mayor. De la misma medida de la vergüenza que debió sentir sobre el césped con el baño que le propinó el Barça. Tal fue la impotencia y la desesperación que sintió desde el inicio que Konko vio dos tarjetas en cuatro minutos y antes del descanso enfiló el camino de los vestuarios.

Fue el vivo retrato del sentir hispalense, despeinado por las oleadas de fútbol que le vinieron encima una y otra vez, sin poder hilvanar cuatro pases seguidos porque no le duraba nada el balón en los pies. Si el juego azulgrana fue sublime, de ensueño, igual de meritoria fue la asfixiante presión local para provocar las pérdidas visitantes.

No fue una coincidencia que la alineación de ayer fuera la misma que le endosó el 5-1 al Panathinaikos en la Champions, la goleada más sonada de la temporada. El equipo con todos sus puntales: con Xavi desinhibido y (aparentemente) sin dolores; con Alves y Abidal percutiendo por las bandas; con Pedro asemejándose a Garrincha y con Busquets instalado en la torre de vigía en el semicírculo central evitando sobresaltos.

UN GENIO OMNIPRESENTE / ¿Y Messi? Nadie, hoy, sería capaz aún de ubicarle en una parcela concreta del campo. Estuvo en todas, omnipresente, divino como es. Mientras Villa (por primera vez ejerciendo de extremo derecho) y Pedro fijaban a los laterales, y en consecuencia a los centrales, Messi iba de acá para allá campando a sus anchas, ahora cerca de Xavi, ahora a la izquierda de Busquets, después frente a Abidal, ofreciendo siempre una alternativa de pase y los sevillistas preguntándose quién demonios tenía que perseguirle. Todos y nadie. Así les fue.

Fue un gigantesco e inacabable rondo de 90 minutos en una constante circulación de balón y futbolistas combinando sin cesar, buscando el más difícil todavía como si se sintieran exigidos a elevar el excelso juego que practicaron con un Sevilla vencido y acomplejado ya en el descanso. El 2-0 era leve para la tunda que se estaba llevando. Ni Palop habría evitado el desaguisado de su equipo con jugadores como Romaric regalando el 3-0 a Alves.

VALDÉS, ABURRIDO / Guardiola dedicó el segundo tiempo a restar minutos (cambió a Pedro, Xavi y Puyol) y a dar oportunidades (Bojan, Mascherano y Adriano), mientras Valdés aplaudía entre complacido y aburrido. Su labor se redujo a una parada a tiro de Capel. Sin rival enfrente, el Barça mantuvo el pie en el pistón hasta el final. Con el reloj en el minuto 90, cuatro jugadores encerraron a Capel junto a la línea de banda. El robo llegó a los pies de Villa que cerró el marcador y abrió la mano para dedicar su resurrección a la grada.