Nuevo tropiezo en casa

El Barça no aprende

El equipo no levanta cabeza en el Camp Nou y permite que el Madrid le supere de nuevo

MARCOS LÓPEZ
BARCELONA

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Hay algo bipolar en el extraño e irreconocible Barça de Guardiola. Es tan intratable fuera del Camp Nou -ha ganado los tres partidos de Liga que ha jugado- como misterioso en su estadio donde sufre un síndrome al que todavía no ha encontrado vacuna. Llega a su casa, pierde la puntería y se convierte en un equipo que va regalando puntos como si estuviera en la puerta de un colegio ofreciendo caramelos. En un mes de Liga, ha perdido ya cinco puntos (lo nunca visto), permitiendo que el Madrid de Mourinho se vaya levantando con la tranquilidad que le proporciona el dolor ajeno.

Cada partido en el Camp Nou, si se exceptúa la goleada europea al Panathinaikos (5-1) y el brillante triunfo con el Sevilla en la Supercopa (4-0), se transforma en una verdadera tortura para el Barça. Y para Guardiola. Llega el Hércules y se lleva los tres puntos. Aparece el Sporting, y con suplentes, provocando un sufrimiento inesperado al culé. Entra el Mallorca de Michael Laudrup en el templo azulgrana y lo que parecía una fiesta -soberbia primera mitad del equipo de Guardiola- se transformó, finalmente, en un entierro.

DOBLE AUTODERROTA / Más allá del empate, otro chasco en casa, el segundo en las tres primeras funciones de Liga, lo que preocupó de verdad es ver como el Barça se desmoronaba física y futbolísticamente. En los primeros 40 minutos, el equipo ofreció una lección de juego. Pero sin puntería para premiar tanta lluvia de fútbol y, al final, lo pagó caro. Como casi siempre. Se repiten los partidos y también se repiten los errores. El Barça no aprende, a pesar de que ha tropezado dos veces en la misma piedra. Tres, si se incluye el reciente empate con el Rubin Kazan en Europa.

Cuesta encontrar una palabra para retratar esa doble cara de un equipo que se había distinguido por su fiabilidad. Cuesta encontrar el argumento que justifique porque se puede jugar tan bien y, al mismo tiempo, perdonar tanto. Cuesta encontrar el motivo que defina ese bajón. A veces hasta parece socavón. Tal vez, sea una sensación irreal. Quizá sea un asunto digno de estudio y no únicamente por parte de Guardiola, desconcertado como todos.

En los dos partidos que jugó anoche, siempre perdió el Barça. En el primero, en el de la primera mitad, porque no supo cerrar un duelo que era suyo. En el segundo, también se autoderrotó. ¿Por qué? No es normal que el rival, sea Hércules, Rubin o Mallorca, no haga nada del otro mundo para ver a Valdés recogiendo abatido la pelota del fondo de su red. De la nada, sobre todo si la pelota está detenida (un córner o falta es medio gol), el Barça viaja de repente al abismo. Luego, no sabe salir de allí.

DOS SEMANAS DE DEBATES / La tarde había empezado de maravilla. Esas lágrimas de Ramallets mientras saludaba al público desde el palco y resonaba elTemps era temps de Serrat, encogieron el alma del culé, orgulloso de rendir homenaje al Barça de las Cinco Copas, con un minuto de silencio en memoria de Manchón. El respetuoso recuerdo al pasado de un club se fusionó con un espectacular agradecimiento al presente simbolizado en esa ovación a Messi cuando dedicó la Bota de Oro a la gente.

Acabados los actos sociales, el Bar-ça honró su estilo con una gran primera parte (excepto cinco fatídicos minutos finales), pero incapaz de defender un córner y sin reacción en la segunda mitad. Sin balón y sin calma se le hizo eterna. Como estas dos largas semanas en las que se debatirá sobre el césped, sobre si la plantilla es corta (ayer descansaron Puyol y Busquets, no estaban Villa ni Xavi, salieron luego Thiago y Nolito, dos jóvenes del B, para reactivar al equipo), pero todo, tal vez sea más sencillo. Quien perdona, luego sufre.