a un paso de la gloria

Para acabar con los 'ismos'

ANTONI Bassas

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Huele a tierra húmeda en Can Barça. Después de la lluvia de votos a Rosell, el club vive la paz de una victoria incontestable y una transición educada. Al menos de puertas afuera, las partes se esfuerzan en respetar la legitimidad del presidente saliente y la autoridad del electo.

El aire es más limpio y todo el mundo respira mejor. Joan Laporta perderá las portadas pero recuperará la libertad. Las urnas han expresado claramente que el socio no quería tiempos añadidos y el juicio de la historia le reserva algunas páginas de oro. Y entre los que estaban esperando ansiosamente la victoria de Sandro Rosell (y la derrota de Laporta), el suspiro de alivio ha sido tan potente que la brisa ha llegado hasta la otra parte del Atlántico, sobre todo la que han exhalado algunos señores de Barcelona.

La limitación de mandatos también ha ayudado a la respiración colectiva. Si bien es verdad que al que acaba le cogen unas ganas estupendas de mandar hasta el último día, a los aspirantes les permite hacer campañas como las de Rosell, capaz de ganar la presidencia sin disparar ni un solo tiro, al menos en público. La campaña más importante de Rosell es la que no hemos visto, con sus cientos de contactos en petit comité. Es impresionante, y no lo digo con ironía, que esta campaña invisible haya conseguido convencer al elector de la calle de que la suya era la opción mejor articulada. Su capacidad de obtener la presidencia como si hubiera sido una fruta madura le proporciona, de salida, un plus de aplomo que debería tratar de conservar, sobre todo a partir de ahora, en que deberá decidir, y los primeros acuerdos apagarán, inevitablemente, algunas sonrisas de los que le han ayudado a ganar.

A propósito de ello, estos días estoy leyendo a algunos propagandistas de la concordia afirmando que Rosell podría ser el presidente que acabase con los ismos. Acto seguido, ponen a Cruyff a bajar de un burro. Entre las muchas decisiones que esperan al nuevo dirigente, la de la presidencia de honor de Cruyff es crucial, por simbólica. Hasta ahora, hemos oído que «le preguntará» a Cruyff si le hace ilusión y que «lo consultará» al socio, que es una manera de evitar comprometerse, cuando en realidad el presidente tiene que coger los toros por los cuernos y marcar un criterio.

No habría mejor imagen para mostrar que, en efecto, todos somos Barça y que será el presidente de todos, que Rosell vaya a la presidencia y Cruyff, a la presidencia de honor. No habría mejor manera de empezar un mandato con la mano extendida, desde la enorme y definitiva legitimidad obtenida en las urnas, para enseñar al mundo que el Barça es una obra colectiva que reconoce a aquellos que lo han hecho grande.