DESAFÍO DE ULTRAFONDO EN EL PACÍFICO

Josef Ajram finaliza el Ultraman de Hawái en séptima posición mejorando su tiempo en 50 minutos

Deja la isla con el quinto mejor registro de bicicleta de la historia de la prueba

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
KONA / ENVIADO ESPECIAL

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El speaker del Ultraman de Hawái es un hombre de unos 55 años. Luce un tupé antihuracanes y lleva puesta una colorida camiseta de tirantes que uno solo espera ver en películas como Los albóndigas en remojo o Porky's. Durante la carrera, el sujeto se planta en medio de la carretera --pongamos por caso local, la N-340-- y, megáfono en mano, va cantando desde su mejor silla de cámping los tiempos de los corredores que pasan. "Ladies and gentlemen", empieza cada vez que inicia el speech, con una voz de esas penetrantes, como las que ponen en los tráileres de las películas.

Los 36 participantes se parten con él. Empezando por Josef Ajram. "Me gustaría invitar a este individuo si algún día monto un Ultraman en Catalunya", cosa que estudia para el 2010. "Aunque a este tío --apunta entre risas-- en España lo apedrean fijo". Este broker catalán de 30 años ha acabado su segundo Ultraman. Recuerden las tres etapas: 10 kilómetros a nado y 145 en bici, 276 otra vez a los pedales y 84 corriendo. La última la cubrió en 8 horas 33 minutos, para firmar un séptimo lugar que iguala su resultado del 2007 pero mejorando el tiempo en 50 minutos.

La bendición del hechicero

El día de los 84 kilómetros empezó al norte de Kona. Los triatletas debían recorrer la costa oeste por rectas infinitas como las que usan los niños para jugar, llenas de subidas y bajadas y repletas de coches de diferente tamaño y velocidad imprevisible. A las seis de la mañana, los corredores formaron un círculo y en medio se colocó una especie de brujo --nadie se atrevió a preguntar quién o qué era-- que hizo sonar una concha enorme que no debió gustar a los vecinos. Y menos en domingo. Sus palabras, en un idioma descatalogado, parecían bendecir a los atletas ante lo que iban a afrontar. Ochenta y cuatro kilómetros después, o mucho antes, seguro que entendían mejor semejante liturgia.

En la jornada anterior, por cierto, se vivió con las bicis una etapa digna de los tiempos de Rominger e Induráin; con ataques en los puertos, alternancia en cabeza y descensos suicidas. Se rodó rapidísimo. Josef acabó tercero y marcó el quinto mejor registro del Ultraman en sus 24 años de historia. "Pasamos la distancia del Ironman --180 kilómetros-- en 4 horas 40 minutos, un tiempazo, y acabé los 276 en 7 horas 31 minutos", apunta Josef.

Pero volvamos a la etapa del doble maratón. Josef se la tenía que jugar si quería acabar quinto. Iniciaba la etapa cuarto en la general, pero sabía que delante tendría muy buenos corredores, gente que el día antes aseguraba sin atisbo de sobradez que haría la etapa en menos de seis horas. "Salí muy fuerte y pasé el maratón --42,195 kilómetros-- en 3 horas 45 minutos. Luego acusé el sobresfuerzo, tuve que andar cerca de un kilómetro y llegué deshecho". Con el cuerpo tostado por el sol --la crema solar, dice, le hace sudar más--, con una ampolla fea en el pie derecho, sin poder casi andar y con un objetivo inmediato muy claro, el de después de cada carrera: "¡Una hamburguesa con patatas!". Dicho y hecho, Javi, uno de sus fieles escuderos de asistencia, fue a por ella en el hotel.

Comentario aparte merece la directora de carrera, Jane Bockus. Es una mujer a la que uno nunca debe preguntar la edad, pero no debe tener menos de 65 años. Es inevitable no pensar en Blanche, Dorothy y Rose, Las chicas de oro. Lleva 16 años al frente de la carrera y tiene las rodillas peladas de ver atletas. "Josef es todavía muy joven, tiene margen para mejorar". Tiene margen y un año para prepararse y arañar 13 minutos.