La juvenil rebeldía de Janeth Jepkosgei

GERARDO PRIETO / OSAKA

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Kenia tuvo ayer su día en Osaka. Como era casi previsible, tres kenianos, Brimin Kipruto, Ezekiel Kemboi y Richard Mateelong, por este orden, coparon el podio en los 3.000 obstáculos. Y la gran actuación de los atletas del este africano se completó con la victoria de Janeth Jepkosgei en los 800 metros femeninos, corriendo como el cubano AlbertoEl CaballoJuantorena, en cabeza de principio a fin, sacando de ritmo y privando a Maria Mutola de ganar su cuarto título en su noveno Mundial. La nueva gacela africana, de 24 años, 10 años más joven que la masculinizada Mutola, posee un estilo de carrera elegante y fluido y desde los Juegos de África y los de la Commonwealth, en los que superó a la atleta de Mozambique, se perfilaba como favorita.

El mechón de pelo rojo que luce con desparpajo Jepkosgei no es solo un capricho juvenil, sino un signo de rebeldía, infrecuente en la mujer africana. La flamante campeona del mundo de 800 metros, descubierta para el atletismo por Paul Ereng, el campeón olímpico de 800 metros en Seúl-88, ha pasado un sinfín de dificultades para ser dueña de su propia carrera deportiva. Sometida a la férrea disciplina de los campos de entrenamiento de Kenia, en los que no son infrecuentes los casos de acoso sexual, Jepkosgei ha logrado emanciparse y entre abril y septiembre reside en Italia, desde el 2005, en compañía de Claudio Berradelli, su entrenador.

Lejos de los hombres

La diferencia de nivel entre el atletismo masculino y femenino en Africa, y en concreto en Kenia, es demasiado evidente y refleja fielmente la situación de dominio de un género frente al otro. Los corredores masculinos son tantos y tan buenos que acaban siendo exportables al que pague mejor y les ofrezca la oportunidad de competir sin pasar las durísimas pruebas de selección.

Las mujeres son esposas o madres muy pronto y sus parejas o sus hijos les impiden salir a corretear por las verdes colinas del ecuador africano. Jepkosgei es una rara excepción, una joya de gran valor, por su escasez, respecto a la élite masculina.