ENTREVISTA

Luis Íñigo Fernández, historiador: "El poder necesita chivos expiatorios"

El historiador da voz a los vencidos, desde el Neardental a la globalización, en 'Historia de los perdedores'

Luis Iñigo Fernández        David Castro

Luis Iñigo Fernández David Castro / David Castro

Eva Cantón

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El historiador Luis E. Íñigo Fernández (Guadalajara, 1966) rescata en 'Historia de los perdedores' (Espasa) la aportación al acervo colectivo de quienes han sido calumniados y maltratados en el relato construido por los vencedores. Desde los neandertales hasta las víctimas de la globalización.

¿Revisar el pasado es un deber moral o una labor intelectual? 

Es una obligación moral hacia nuestros predecesores y hacia nosotros mismos, hijos de las generaciones anteriores. Tener una visión equilibrada del pasado que dé voz a todos –los que ganaron y los que perdieron– nos ayuda a conocernos.

¿Qué tal se nos da esa tarea? 

Regular. Tuvimos un momento de equilibrio en los años 80, cuando los programas educativos eran coherentes con el consenso de los historiadores, pero ahora tendemos al sesgo y se hace de la historia una batalla política.

¿Por qué pasa justo ahora?

Tiene que ver con la ley de memoria histórica que, como diría un castizo, puso los perros en danza. Esa ley tenía una finalidad deslegitimadora. Se pretendió usar como arma arrojadiza contra ciertas opciones políticas y provocó una reacción todavía más radical.

Históricamente hablando, ¿cómo se construye un perdedor?

Desde la manipulación y el olvido de las fuentes. El vencedor siempre quiere ganar dos veces. Quiere demostrar que tenía razón. Se crea la figura del perdedor al deslegitimarle.

 Pero, ¿qué razones hay para humillar o maltratar a quien ya ha sido vencido?

Porque todo poder se sustenta, como dijo Marx, sobre una base material y una base ideológica. No puede imponerse únicamente por la vía de la fuerza, tiene que construir cierto consenso y para eso necesita su relato. Lo hizo el franquismo y lo hace cualquier poder, autoritario o no.

¿Significa que la victoria no es suficiente? 

No. Sistemas como los grandes imperios o el estalinismo no se sostienen solo por el miedo. Parte de la sociedad tiene que colaborar de manera voluntaria y, para eso, la gente se lo tiene que creer. Es necesaria una ideología del vencedor. El franquismo es un buen ejemplo. No se puede vender como una dictadura de una minoría de terratenientes, de la Iglesia y del Ejército. Tenía el suficiente apoyo de las clases medias y altas como para mantenerse 40 años en el poder.

"Los imperios no se sostienen solo por el miedo. Parte de la sociedad tiene que colaborar de manera voluntaria"

El relato construido en torno a los vencidos está basado en estereotipos: judíos avaros, brujas peligrosas, homosexuales desviados.... ¿Por qué perviven con tanto éxito las percepciones negativas?

Cuando se construye una imagen negativa de un grupo es porque interesa. Por ejemplo, cada vez que hay un cambio histórico y la mujer da un paso adelante conquistando espacios de poder, las castas dirigentes masculinas lo frenan al ver peligrar su monopolio. Articulan un relato que justifique ese freno y usan el tópico, que se extiende con facilidad. Pasó en la Alemania nazi con el mito de la puñalada por la espalda de los judíos para ocultar la incompetencia del Ejército alemán derrotado en la Primera Guerra Mundial, y en la España de Franco, donde los rojos eran la encarnación de todos los males. El poder siempre necesita chivos expiatorios. Tiene un elemento no democrático. 

Las mujeres han sido invisibles durante siglos porque la historia la escriben los hombres. ¿Cuándo empieza la supremacía masculina?

Una teoría bastante creíble lo asocia a la guerra. Cuando en las sociedades neolíticas escasean los recursos, la única manera de crecer era a costa de otros. La violencia surge de forma natural porque la llevamos en el cerebro límbico y reptiliano, y los grupos que mejor se adaptan son los que mejor combaten. El 10% de diferencia en la masa muscular que tiene el hombre sobre la mujer es una ventaja adaptativa que luego sirve de justificación para la dominación. Esa idea se transmite en los textos fundacionales de Occidente, como el Pentateuco o 'La Ilíada', y siguió influyendo siglos después, aunque no tuvieran vigencia. 

Además del poder político está el religioso. ¿Cuál ha sido el papel de la Iglesia en la percepción negativa de los perdedores?

La Iglesia ha estado casi siempre con los vencedores. Cuando Teodosio convierte el cristianismo en la religión oficial del imperio se ve que casi todas las herejías son sociales. Aunque haya diferencias doctrinales, se trata de un movimiento de los humildes contra una jerarquía vendida al poder político. A partir del siglo IV, los obispos pertenecían a las clases dominantes y, desde entonces, la Iglesia tiende a ponerse al lado del orden social vigente.

"Cada vez que las mujeres han conquistando espacios de poder, las castas dirigentes masculinas lo frenan al ver peligrar su monopolio"

Leemos en el libro que antes de la irrupción del cristianismo las relaciones homosexuales estaban arraigadas en el clero.

En las ordenes religiosas era muy frecuente y, en el fondo debían de pensar que si cerraban esa espita sería difícil mantener el voto de castidad. Por otra parte, está la hipocresía de los papas, porque la lista de los que podrían ser acusados de practicar la pederastia y la homosexualidad sería interminable. A partir del siglo XII se produce un giro.

Si saltamos al siglo XXI dice que detrás del trumpismo o del brexit hay un retorno al tribalismo.

Cerrarse es malo. En la globalización hay beneficiarios –no solo las multinacionales sino 2.000 millones de personas de países como China o India, cuyo nivel de vida se ha disparado– y paganos, gente de clase baja con empleos rutinarios en los países ricos. Ellos son carne de cañón del populismo, como en los años 30 del pasado siglo lo fueron del fascismo. Reaccionan mirando al pasado y comprando mensajes sencillos.

"Los paganos de la globalización son la gente de clase baja con empleos rutinarios en los países ricos"

¿Hay elementos comunes entre la actual ola de populismo y el auge de los fascismos de entreguerras?

Muchísimos. Una crisis económica, desempleo, pérdida de fe en las instituciones, fragmentación de los partidos políticos y el elemento añadido de la inflación. La diferencia es que hoy sabemos lo que pasó. Eso es clave para que no se repita. 

También ve rasgos populistas en la Catalunya del 'procés'.

Sí, veo rasgos comunes con los movimientos populistas. Los ingredientes que han convertido el nacionalismo en separatismo son parecidos: la pérdida de fe en las instituciones y la crisis económica. No hablamos de una opción política legítima que trata de convencer a la población mediante argumentos racionales. Lo que veo es que Artur Mas giró por la crisis y luego se le fue de las manos. 

Sitúa bajo el epígrafe del populismo a Podemos y Vox. ¿Son iguales?

No son iguales, pero se retroalimentan. Vox es un movimiento de reacción a Podemos y al ‘procés’. Podemos era un bluf, todo lo contrario de lo que decía ser. En la práctica funciona con el principio básico del populismo: el líder decide y la masa asiente. 

¿Están nuestros líderes políticos a la altura de los retos actuales?

En España llevamos dos décadas con los partidos funcionando con mecanismos de cooptación a la inversa. Se elige siempre al peor, porque el criterio fundamental es la fidelidad y no hay nadie más fiel que el que no tiene más remedio que seguirte porque si se va, no tiene qué comer. No veo a ningún Felipe González, ningún Helmut Kohl, por supuesto ningún Konrad Adenauer.

"Los grandes perdedores de la pandemia serán los africanos y gran parte de los asiáticos"

Le acusarán de nostálgico...

Será la edad, pero también soy historiador. La humanidad se ha enfrentado a momentos difíciles y ha tenido a políticos como Churchill que, a pesar ser un personaje poliédrico, estuvo a la altura de las circunstancias que le tocó vivir a su país. No quiero imaginar que España tuviera que enfrentarse a una situación así con líderes erráticos y sin ideas claras en el gobierno y en la oposición.

¿Quiénes serán los perdedores de la pandemia?

Los de siempre: los africanos, gran parte de los asiáticos. Pero todos perderemos un poco. ¿Acabaremos aislados en burbujas de plástico como en la novela de Asimov Bóvedas de acero? Espero que no.

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