ENTREVISTA

Behrouz Boochani: "En el trato de Australia a los migrantes hay sadismo"

El disidente kurdo se ha convertido en un referente mundial tras contar su deportación y encierro en una isla-prisión de Papúa-Nueva Guinea

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Irene Savio

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No es común que un solicitante de asilo atrapado en un centro de detención alumbre un libro y que, además, ese libro se convierta en un éxito editorial. Eso ha hecho el periodista iraní y disidente kurdo Behrouz Boochani (Ilam, 1983), que huyó de Irán en 2013 para luego pasar seis años encarcelado en una remota isla-prisión de Australia.No solo plasmó la experiencia en la premiada novela Sin más amigos que las montañas, escrita primero en persa, por WhatsApp, durante el cautiverio, que dejó al descubierto el cruel programa australiano de reclusión de los interceptados en el mar. También se ha convertido en una potente voz de denuncia de la política migratoria de Australia, país que el pasado mayo aprobó una nueva ley que da al Gobierno el poder de detener indefinidamente a migrantes y refugiados.

-En 2012 llegó en patera a la isla Christmas, en Australia, pero fue deportado a Manus, una isla en Papúa- Nueva Guinea que se conoce como el Guantánamo de Australia. ¿Cómo lo recuerda?

-Siento que no debería pensar en esto, porque ya lo hice cuando estuve allí, durante esos seis años de encarcelamiento. Pero aun así, esas historias me persiguen porque me siento responsable.

-¿Responsable?

-Por todos los que estuvieron allí conmigo. Por eso sigo intentando dar a conocer la situación de los refugiados y llevo adelante iniciativas que buscan tener repercusión política. 

-Desde Manus, colaboró con medios internacionales enviando a escondidas decenas de artículos en los que contó historias de compañeros golpeados y vejados, varios de ellos muertos.

-Lo peor es precisamente eso, pensar en todos los que murieron o han sufrido un profundo daño psicológico. Es muy difícil para alguien como yo, que ha luchado contra este sistema durante todo este tiempo y ha intentado que sea mejor.

-Sus relatos son muy crudos. Incluso ha descrito su prisión como un sitio diseñado para crear intencionadamente tensiones entre los migrantes detenidos.

-Sí, era parte de la tortura. Pero el problema principal es que todo remite a cierta mentalidad que hay en Australia, y que también se entrevé en el trato que [los migrantes y solicitantes de asilo] reciben cuando tienen que lidiar con la burocracia, están en un aeropuerto o van al hospital. 

-Han pasado dos años desde que fue liberado. Ahora vive en Nueva Zelanda, país que aceptó su petición de asilo. ¿Por qué cree que Australia puso en marcha políticas tan duras?

-Hay tres razones principales. La primera remite a la política, porque hoy día es muy fácil y rentable crear miedo en las sociedades y usar a los refugiados como herramientas políticas. La segunda, en cambio, tiene que ver más con la industria que hay detrás de este sistema. Se estima que, desde 2013, en Australia se han gastado más de 12.000 millones de dólares en Manus y Nauru. Es una enorme cantidad de dinero, y aún hay zonas oscuras en la relación entre el Gobierno australiano y las compañías contratadas para gestionar los centros de detención.

"Hay zonas oscuras en la relación entre el Gobierno y las compañías que gestionan los centros de detención de las islas de Manus y Nauru. Desde 2013, han invertido más de 12.000 millones de dólares"

-¿Y la tercera razón? 

-La tercera es el racismo. Durante décadas, Australia promovió la llamada política blanca australiana [de 1901 a 1973, negando la entrada a migrantes no blancos]. Puro sadismo.

-¿Cuántos migrantes siguen en Manus y en Nauru, la otra isla en la que Australia envío hasta hace siete años a todo el que llegara a su territorio por barco, incluso los solicitantes de asilo? 

-El centro de detención fue declarado ilegal y cerrado, y unos 130 están ubicados en moteles en Port Moresby, la capital de Papúa-Nueva Guinea. Pero tampoco están a salvo, porque Papúa es un país con mucha violencia. Mientras, en Nauru queda otro centenar –sobre todo familias–, y no se sabe qué pasará con ellos [el Gobierno australiano destinó a los programas de detención de Nauru y Manus unos 800 millones de dólares para 2021-2022]. Se espera que algunos sean trasladados a Estados Unidos, a Canadá, Francia o Noruega. La mayoría de los que siguen allí son originarios de Afganistán, Somalia, Irán, Sri Lanka, Sudán y Pakistán.

"Anular la industria que se alimenta de la política migratoria significa que mucha gente perdería su empleo"

-Su libro ha tenido éxito en el mundo anglosajón. Incluso obtuvo el Premio Victorian de Literatura. ¿Qué explicación le da?

-Supongo que muchos me conocían por mis artículos. No era un absoluto desconocido. Conocían mis denuncias y esperaban mi libro. La otra razón es que Australia tiene un polémico historial de centros de detención, y este libro sacó a la luz esta realidad. Otros escribieron libros antes, pero tal vez no se centraron tanto en denunciar el sistema en su conjunto.

-¿Ha cambiado algo en Australia? 

-Australia es un país con estructuras fuertes y arraigadas. Y además, como le decía, existe una industria que se alimenta de esta política migratoria. Anular todo esto significaría que mucha gente pierda su empleo. Además, hoy se ha normalizado el uso de políticas de detención por un tiempo indefinido.

-¿Australia volverá a aplicar su política de enviar a islas lejanas a los interceptados en el mar?

-Todo es posible, pero tengo esperanza de que las cosas cambien, aunque llevará tiempo.

-¿Ve similitudes entre las políticas europeas y australianas?

-No quiero decir que los solicitantes de asilo, los refugiados y los migrantes en Europa estén mejor, pero en Australia son perseguidos, se habla de ponerles en prisión durante años y años. En Australia hay sadismo en el trato. 

-La pandemia empeoró la situación de refugiados y migrantes en todo el mundo.

-La situación es bastante peor que antes. Recibo mensajes de personas que están sufriendo en Turquía, Indonesia, Grecia… Los tiempos de espera para tener una respuesta a una solicitud de asilo o protección humanitaria, que ya eran lentísimos, se han alargado aún más.

-¿Qué planes tiene ahora?

-Desde que me liberaron he contado mi experiencia en más de 250 encuentros en universidades e institutos de todo el mundo. También estoy trabajando en una recopilación de mis artículos escritos en Manus y en una obra de teatro. Y cuando reabran las fronteras, me gustaría viajar a Europa. ¿Le puedo preguntar algo de fútbol? 

-No soy la persona adecuada.

-Es que me identifico mucho con el Barça, porque es más que un equipo. Ya sabe, por aquello que soy kurdo.

-También es una persona de pocas palabras. ¿Algo tímido quizá?

-Quizá soy discreto. No me gusta ventilar mi vida privada. Si fuera tímido no podría luchar contra este sistema. 

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