EL NUEVO NERVIO DE LA INDUSTRIA

La moda negra importa y mucho: la pegada de los diseñadores afroamericanos

El renacimiento que vive la cultura afrodescendiente tiene una poderosa réplica en la moda

El quién es quién del colectivo que desafía y aporta nuevo nervio a la industria

LaQuan Smith

LaQuan Smith / ARCHIVO

Noelia Sastre

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La inclusión ha empezado por las modelos. No hay campaña que no cuente con varias maniquís negras. Incluso una marca tan blanca como Zara ilustra su nueva colección con una gran foto de portada en la web: una modelo negra con un gran pañuelo plateado en la cabeza anuncia la llegada de nuevos tiempos. La sociedad obliga. Y la realidad también. Sobre todo en EEUU, en cuyas calles se ha gritado que las vidas negras importan, y donde las artes viven un renacimiento que recuerda al Harlem de los años 20 y 30, cuando la cultura afroamericana tuvo un momento de esplendor con el New Negro Movement, en lucha por los derechos civiles y el final de la segregación. 

La poeta Amanda Gorman lo explica así en 'Time': “Vivimos un momento importante en el arte negro porque vivimos un momento importante en la vida negra. Lo vemos en la moda, el arte, la danza, la música. La experiencia negra participa en todas las formas de expresión. No puedo imaginar nada más emocionante”. Y en esa “emoción” entra también el redescubrimiento en todos los campos. También en la moda. Porque a los nuevos diseñadores -Aurora James, Kyemah Mcentyre, Anifa Mvuemba o Reuben Reuel, por nombrar algunos-, les precedieron muchos que prepararon el camino. Como Willi Smith, pionero del 'streetwear' en los 70. O Stephen Burrows, rey de la estética Studio 54 y los años del disco que vestía a Diana Ross.

El diseñador Patrick Kelley, rodeado de modelos.

El diseñador Patrick Kelly, rodeado de modelos. / Museo de Arte de Filadelfia

También el recordado Patrick Kelly, primer americano admitido en la Cámara Francesa del Prêt-à-porter en 1988, modisto de Grace Jones, Madonna y Lady Di. Kelly estudió historia africana y usaba su marca contra el racismo, con símbolos como su logo: una cara negra que los americanos se negaban a comprar y sus familiares colocaron en su lápida del cementerio parisino de Père-Lachaise cuando murió de sida en 1990. O Patrick Robinson, que trabajó con Kelly en París antes de volver a Nueva York como diseñador jefe de Gap: ahora es artífice de una marca de moda sostenible, Pashko.

Dapper Dan, en la campaña de Gucci de 2018.

Dapper Dan, en la campaña de Gucci de 2018. / Gucci

Con él cosió a su vez Victor Glemaud, conocido por sus coloridos jerseys de punto. También está Tracy Reese, graduada en Parsons en los 80, célebre por sus estampados. Y cómo no Dapper Dan, un clásico de Harlem que ha dado forma al hip hop y los enormes logos. Dan volvió a lo grande en 2017, cuando Gucci eligió para su desfile crucero una bomber con mangas balón inspirada en su icónica versión de Vuitton de 1989.

La diseñadora Tracy Reese.

La diseñadora Tracy Reese. / Cortesía Tracy Reese

Pero es que hubo otras antes: diseñadoras negras que vestían a la élite blanca como Ann Lowe o Elizabeth Keckley, modista personal de la primera dama Mary Todd Lincoln desde 1861. Su trabajo se ha puesto en valor gracias a investigadoras como Eliane Nichols, del Museo Nacional de Arte y Cultura Afroamericana, y a la labor de Lois Lane, que donó 2.000 prendas diseñadas, fabricadas y llevadas por afroamericanos. Desde que Michelle Obama defendió el trabajo de los creadores negros (Tracy Reese, Laura Smalls, Duro Olowu, Byron Lars), el empeño por contar que no fue la primera en vestirlos es cada vez mayor. Y el esfuerzo por mostrar un talento que desafía a la industria ha llegado para quedarse. 

Ann Lowe: la pionera que vistió de novia a Jackie Kennedy

Anne Lowe, con la Avenida Madison, donde tuvo 'boutique'.

Ann Lowe, con la Avenida Madison, donde tuvo 'boutique'. / ARCHIVO

Nació en Clayton (Alabama) en 1898. Aprendió el oficio de su madre y abuela. Vistió a la alta sociedad sureña, y a las Rockefeller, Roosevelt o Du Pont en Nueva York. Aunque fue la primera diseñadora negra con tienda en Madison Avenue, vivía en un bajo de Harlem y se arruinó muchas veces. Como cuando en 1953 creó el vestido de novia de Jackie Kennedy, sin crédito, y tuvo que rehacerlo por un accidente en su estudio. Corrió con todos los gastos sin quejarse, pero se negó a usar la entrada de servicio en aquella boda. Aun así, nunca se rebeló –“el secreto mejor guardado de las 'socialités'”, decía de ella la prensa por vestidos como el de Olivia de Havilland para el Oscar, de nuevo confeccionado sin crédito-. “Soy una snob”, declaró a 'Ebony' en 1966. “No me interesa coser para escaladoras sociales, solo para las familias establecidas”. 

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