8M: DÍA INTERNACIONAL DE LAS MUJERES

Aventurarse (en la senda del feminismo): los libros que leen ellos

Víctor Recort, autor de 'Game boy', en el que revisa los privilegios de la masculinidad, explica aquí cómo saltó de la teoría a la práctica. Además, mostramos el 'top 10' de los libros feministas que más compran los hombres.

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feminismo / Manu Mitru

Víctor Recort

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"Hola, ¿cómo estás? Soy Víctor (ex) Parkas». De un tiempo a esta parte, esta ha sido mi cuña cuando tenía que escribir un correo electrónico. "Hola, ¿cómo estás? Porque yo ya no estoy". En julio de 2019, seis meses después de publicar mi primer libro, renuncié a mi firma. El autor de 'Game Boy', el periodista cultural que llevaba ocho años publicando en medios como 'PlayGround', 'Tentaciones' o en este mismo diario, acabó en la papelera de la historia.

Después de escribir un libro sobre el privilegio masculino y sobre desocupar espacios. Después de escribir sobre hombres que se queman al estilo bonzo, y sobre hombres que se preguntan si el grado ulterior del aliado feminista, ajá, no tendría que ser la desaparición. No me arrepentía de haber escrito todo aquello, al contrario: estaba dando continuidad al acto performativo de mi escritura. Toda guerra santa tiene un libro fundacional, y yo quise ser autor y soldado a la vez. Regalías anuales y cinturones explosivos. 'Caixa i faixa'. Desdibujarme, a la par que leía a Joan Brossa: "Me place escribir una cosa y decirla después de leerla, y luego hacerla".

Cuando me pidieron esta columna, unas líneas sobre cómo y por qué se adentra un hombre hetero (y cis) en la literatura feminista (y queer), me di cuenta de que no es tan importante cómo llegas, sino cómo sales. Cómo sales de reconocer privilegios, sin invisibilizar a las compañeras que han encabezado la lucha, y sin caer en la trampa paralizadora de la autoindulgencia.

El privilegio es como un martillo: parece que solo lo puedes utilizar para hacerte daño o para hacérselo a los demás, cuando en realidad lo conveniente es encontrar un clavo que sobresalga y golpearlo con todas las fuerzas. El feminismo interseccional nos ha enseñado que hay muchas luchas, y que todas deben ser compartidas. Y allá donde Joan Brossa me desdibujó, Maria Mercè Marçal me tendió la mano: "Al azar agradezco tres dones: haber nacido mujer, de clase baja y nación oprimida. Y el turbio azul de ser por tres veces rebelde".

Víctor Recort, autor de 'Game boy'.

Víctor Recort, autor de 'Game boy'. / Julio Carbó

Al servicio de una lengua minorizada

En septiembre de 2019, ocho meses después de debutar en narrativa castellana, comencé a escribir exclusivamente en catalán (si estás leyendo esto en otro idioma es porque alguien ha traducido mis palabras). Lo hice firmando con mi nombre: Víctor Recort. Hijo de Joan Recort. Nieto de Vicens Recort, en paz descanse. Porque solo eres quien eres, y lo que eres es lo que pone en el buzón de casa de tus padres. Luchas, decíamos, hay muchas, y lo que importa no es si tienes, sino qué haces, de tus privilegios. Yo decidí ponerlos al servicio de una lengua minorizada, a pesar de no ser mi lengua materna. Porque aquí hemos venido a jugar, y a leer a Joan Brossa, y a Maria Mercè Marçal, y a Deborah Levy: "El lenguaje es la aventura más grande de mi vida, y la búsqueda de palabras es una cosa que me produce mucho placer". Levy llama a sus libros de no ficción "autobiografía en construcción", y la terminología no podría ser más apropiada: la literatura feminista te rodea de cercas amarillas, ruido de hormigoneras y andamiajes con mosquiteras verdes. No se trata de cómo llegas, se trata de si vienes con chaqueta de capataz o con mono para currar al solaco.

El mono para currar

Yo he elegido el mono, y no el canguro, porque los cuidados de mi hijo solo los delego cuando está en la guardería. Mono, porque nadie excepto yo limpia mi casa. Mañana no me manifestaré, por primera vez en tres años, porque los azulejos del baño y los cristales del balcón están por hacer. Los limpio como los limpiaba mi abuela. La Dolores no leía Teoría King Kong, leía el Pronto, pero de ella aprendí tantas cosas como he aprendido de Maggie Nelson, de Rebecca Solnit, de Monsterrat Roig. La Dolores, la Lola, después de limpiar los cristales, les pasaba una hoja de diario. Es por eso que nunca quedaban rastros de gotas al secarlos. La gente extraña la cocina de sus abuelas. Yo añoro los cristales de su balcón, tan trasparentes que nunca sabías si estaban abiertos o cerrados, y aventurarme a atravesarlos, siempre al filo del guantazo. Aventurarse, pase lo que pase: escribir se parece mucho. Mañana no saldré a la calle, pero utilizaré esta columna para dejar los cristales como una patena. Rompedla y deslizadla sobre la superficie. Estáis todos invitados.

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