Bisturí, bótox y filtros: el 'boom' de las videollamadas dispara los retoques estéticos

El 'efecto Zoom': las videollamadas disparan la demanda de retoques estéticos

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Núria Marrón

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Por lo visto, hay una desgraciada experiencia –oportunamente documentada y amplificada con esfuerzo por el sector de la moda y los estilos de vida– según la cual  las videoconferencias se han erigido en una especie de reflejo inverso al de Narciso. Así, en la 'era Zoom', la contemplación del rostro, lejos de ser un arrullo para el ego, se ha acabado convirtiendo en muchos casos en un despiadado atajo a las inseguridades y la desesperación y, por tanto, en un fabuloso nicho de negocio

"Mirarnos a nosotras mismas en las videoconferencias está pasando factura a nuestras caras y mentes", decía semanas atrás la revista 'Grazia', que se apuntaba a la 'información de servicio' sobre las infinitas posibilidades que brinda el mercado –desde productos cosméticos hasta aplicaciones de filtros y tuneos faciales, consejos de iluminación y retoques estéticos– con el fin de paliar tan desdichado asunto.

Aumento del 30%

De hecho, la insatisfacción ante la llamada 'cara del Zoom'–convertida desde el inicio del confinamiento en un género en sí mismo en la literatura del sector de la belleza– no ha tardado en llegar a las consultas de medicina estética. Desde la Clínica Planas de Barcerlona, por ejemplo, el cirujano Jorge Planas apunta a que, en el último medio año, las solicitudes de intervención, con o sin bisturí, han aumentado entre el 30% y el 40% –del 25% al 35%, según la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME)– y se están concentrando mayormente en el rostro.

Un porcentaje que el propio doctor relaciona con las videoconferencias. "Meses atrás, en la consulta empezaron a decirme que venían por el Zoom, porque tras verse constantemente en la pantalla se percataban de imperfecciones que les habían pasado por alto".

Las intervenciones quirúrgicas más solicitadas, añade el cirujano, son en párpados y nariz. Mientras, los retoques sin bisturí (y ahí entran en juego las 'rock stars' del ramo: el ácido hialurónico y el bótox, promocionado ahora, para pasmo general, por la gran diva del feminismo guasón Caitlin Moran) se concentran en entrecejos, ojos y cejas; rellenos dérmicos faciales (arrugas y pómulos), y labios. Según la SEME, el 80% son clientas y la 'edad punta' va de los 40 a los 60 años. "Solo en los retoques en labios predominan las mujeres menores de 30", añade la doctora Petra Vega, presidenta de SEME. 

Más pendientes del aspecto que de la reunión

Ya hace tiempo que las organizaciones médicas y psicológicas vienen alertando de la problemática relación entre las pantallas –ese panóptico insomne– y las urgencias de perfección, a menudo tóxicas por perseguir ideales inalcanzables. "Ya notamos un incremento de consultas cuando apareció el selfi, pero ahora el fenómeno es mayor, porque no es una foto, son muchas horas las que se invierten en videollamadas", añade el doctor.

En este salto de escala y malestar que supone pasar de la fotogenia a la videogenia, el cirujano esgrime como ejemplo un estudio de Highfive, 'start-up' dedicada a las reuniones virtuales, según el cual al 39% de los encuestados no les gusta verse en pantalla, el 48% está más pendiente de su aspecto que de la conversación, y el 59% es "más consciente de su propia apariencia" por las videoconferencias.

Canon exotizado y cíborg

El advenimiento pues de las pantallas y las redes sociales –con sus estrellas hiperproducidas digital y físicamente, y sus filtros y aplicaciones para que los usuarios puedan tunearse a medida– también han reformulado los referentes aspiracionales. "Antes la gente venía con fotos de artistas. Ahora nos muestran imágenes suyas retocadas con filtros o 'photoshop', o con fotografías de 'influencers', que se están convirtiendo en las nuevas portadoras de los cánones de belleza", explica Planas. ¿Quieren un ejemplo? El 'efecto Kardashian', en confluencia casi astrológica con la jefatura del reggaetón, ha desembocado, afirma el doctor, en un crecimiento de las peticiones para aumentar el volumen de los glúteos.

Aun así, mantiene el cirujano que tanto en su consulta como en general "y salvo excepciones" acaba primando "la coherencia, la naturalidad y la responsabilidad". Sin embargo, de un tiempo a esta parte, desde las organizaciones médicas hasta la crítica cultural se viene señalando cómo<strong> las redes sociales</strong> se están convirtiendo en una <strong>fábrica de insatisfacción</strong> –7 de cada 10 menores de 35 años admiten estar demasiado pendientes de su físico por culpa de Instagram– y de reproducción de un nuevo estándar de belleza facial exotizado y ya no inalcanzable, sino directamente de tintes cíborg.

Algoritmo de "grandes éxitos de belleza"

En un artículo convertido ya en clásico y titulado 'La edad de la cara de Instagram', la periodista Jia Tolentino, 'millennial' residente en la revista 'The New Yorker', auscultaba el surgimiento gradual de un nuevo fenotipo facial acuñado por las estrellas del ramo –y amplificado por filtros y aplicaciones de retoques como FaceTune–, que ella describía como una mujer "por supuesto joven" con pómulos altosojos felinosnariz pequeñapestañas interminables y labios exuberantes.

"Es un rostro blanco pero capaz de fabricar un exotismo desarraigado" y evoca "una especie de composición del 'National Geographic' que ilustraría cómo se verían los estadounidenses en el 2050 si todos fueran descendientes directos de Kim Kardashian, Bella Hadid, Emily Ratajkowski y Kendall Jenner", afilaba la periodista, para quien ese rostro implica básicamente dos cosas:

1/ Que las redes y sus negocios han alimentado la propensión a considerar la identidad personal como una fuente potencial de ganancias, y el cuerpo, como algo en lo que invertir y monetizar. Y 2/ Que la tecnología y esta especie de "algoritmo de grandes éxitos de belleza" está "reescribiendo los cuerpos y reorganizando las caras de acuerdo con lo que se considera que aumenta el 'engagement' y los 'likes'".

Ideales e inseguridades

Es indudable que este fenómeno entra en colisión con la conversación global que desde la acera del feminismo reescribe los cánones y denuncia esa dependencia del sector de la belleza de la inseguridad femenina. "No creo que haya ningún repunte, la tiranía estética siempre ha estado ahí –afirma la psicóloga María Bilbao–, pero es cierto que estamos viviendo un momento muy narcisista y que la tecnología, por un lado, democratiza un poco la posibilidad de ser 'reina de la belleza' y, por el otro, fomenta un culto a la imagen brutal donde lo importante es la apariencia y la exposición de forma superlativa".

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