Icono atemporal
Cuando los labios rojos son un acto político
Rostros anónimos y conocidos como el de la ministra de Igualdad, Irene Montero, posan en Twitter e Instagram con los labios pintados de carmín en la campaña #VermelhoemBelem
La congresista Alexandria Ocasio-Cortez reivindica la dimensión política del labial rojo. ¿Qué desafíos implica este símbolo de los mandatos de belleza? Abrimos debate.
La congresista Alexandria Ocasio-Cortez reivindica la dimensión política del labial rojo. ¿Qué desafíos implica este símbolo de los mandatos de belleza? Abrimos debate.
"Sírvete un trago, ponte un poco de pintalabios y recupera la calma", decía Liz Taylor, que sin duda sabía de días desastrados. Y la reina madre del quilombo vital, Coco Chanel, recomendaba a sus coetáneas que, si estaban tristes, se pintaran más los labios "y atacaran". Décadas más tarde, en un nuevo giro de guion –ya veremos que uno más en la azarosa historia del pintalabios–, jóvenes de la izquierda feminista como Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) han incorporado el rojo sangre labial a su indumentaria política porque, la explicación es de la congresista, aporta un pellizco de "confianza" y cuidar la autoestima puede considerarse un acto "radical" en una sociedad que siempre te dice que "no tienes ni el peso ni el color de piel adecuados".
Un desafío contra los códigos del poder masculino
Un desafío contra los códigos del poder masculinoNo suelten aún ningún bufido, que no haremos aquí sociología cuqui sobre las supuestas cualidades empoderantes del carmín o los tacones de aguja. Sin embargo, parece que hay consenso en que reivindicar desde el Capitolio el labial rojo –ese gran pararrayos en el que descargan significados de signo opuesto: es el color fetiche de la sexualización y los mandatos de belleza, sí, pero el 'rouge' también es patrimonio de las disidencias sexuales y de género– envía un puñado de mensajes interesantes. El primero y quizá más obvio es una suerte de profanación de los códigos del poder, aún sumamente masculinizados.
¿Y los hombres qué?
¿Y los hombres qué?Adivinarán que la melé de los hombres con el pintalabios es otra. A pesar de que la industria de la belleza daría palmas de alegría si el 50% de la población engrosara en su clientela, el sociólogo Paco Abril entiende que el labial rojo, «tan vinculado a la sensualidad femenina», aún es un complemento altamente problemático y «la última frontera» de la masculinidad tradicional, un andamiaje construido por oposición a cuanto huela a mujer o a homosexual.
Y aunque es evidente que los labios rojos actúan como una potente descarga eléctrica, el investigador recalca que la transgresión queda en nada si solo es cosmética. Ahí radica la diferencia, por ejemplo, entre aquel mito mercadotécnico llamado hombre metrosexual que se hacía mechas y se depilaba las cejas y la cultura queer –que alude a identidades y sexualidades no normativas–, que "sí desestabiliza y cuestiona" el binarismo de género y las relaciones de poder. «También significativo –añade Abril– fue el caso del glam, que trascendió la escena musical», y haciendo acopio de carmín y purpurina se las apañó para empezar a dinamitar lo que supuestamente significaba (o no) ser hombre o mujer, y creó nuevos espacios de libertad de los que hoy beben las nuevas generaciones.
¿Qué hacemos entonces con el pintalabios?
¿Qué hacemos entonces con el pintalabios?Así, convendrán que la madeja de mandatos y rebeldías de la barra labial llega hasta nuestros días intacta y explosiva. La actriz Imma Sust, por ejemplo, considera que el rojo, a día de hoy, es el color "de las valientes", "de la sensualidad, el atrevimiento y el descaro", mientras que la directora Isabel Coixet tercia que "cuanto menos nos fijemos en la boca de las mujeres y más en su discurso iremos todos mucho mejor".
Cifras
234,5%ha aumentado la demanda de pintalabios en España desde julio, tras desplomarse el 76% durante el confinamiento, según idealo.com.
Pero si, por ejemplo, tiramos de la hebra racial, resulta que, para las afrodescendientes, echar mano del pintalabios aún equivale a entrar en terreno vedado. "Apropiárselo, pues, puede tener un significado político, ya que siempre se nos ha dicho que nuestras bocas son demasiado grandes para ser pintadas de rojo, e incluso se nos ha afeado la conducta con desprecio cuando lo hemos hecho", afirma Desirée Bela-Lobedde, activista y autora de 'Ser mujer negra en España', que denuncia que la horma colonial aún hoy da barra libre para vejar y sexualizar.
La cuestión radica, pues, en el contexto. No hay nada transgresor en que una azafata blanca de congresos se maquille pero sí, quizá, en que el uso del 'rouge' entre las más jóvenes –uno de los colores del 8-M– pueda ser síntoma de la exploración de nuevas formas de definir su imagen y sexualidades. "La reapropiación de símbolos como los labios rojos, el escote o los tacones más allá del papel de objeto de deseo heterosexual nos puede hacer sentir poderosas", dice la escritora Bel Olid, quien, aun así, entiende que sería "interesante plantear cómo podemos empoderarnos más allá de la obligación de ‘estar guapas’ incluso para nosotras".
"Con el rojo diriges la atención de los demás. Desde luego, reclamar el espacio y el control puede ser un acto político, que sea liberador ya es otra cosa"
Y luego está, claro, la capacidad de atracción de un cosmético que, más allá de la mirada masculina, sigue actuando como poderosas luces de 'warning'. "Diría que el pintalabios rojo es una manera de dirigir la atención de los demás, por su connotación histórica de peligro", afirma la escritora y performer trans Elizabeth Duval, quien lo usa, dice, cuando quiere colocar el foco sobre ella. "Desde luego, reclamar el espacio, el control (y, con ello, la atención) puede ser un acto político, pero que sea liberador ya es otra cosa". Quizá, como apunta Roqueta, la cuestión radique, tirando de paradoja, en politizar para luego despolitizar estos símbolos tan connotados. "Sabemos las implicaciones que tiene un pintalabios, sí, pero igual también tenemos el poder de decir que ya ni nos clasifican ni nos importan".
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